No tenía nada que perder.
El abandono había forjado su carácter,
sus sentidos estaban podridos por completo.
Su condena era una perdición, pero también su fortaleza.La aludían con intransigencia,
la veían como una plaga.
Pero algo germinaba en su interior,
un odio marchito hacia la abominable creación.Era demoledora desde que así lo decidió,
consumía los rosales con su ardiente ira.
Estaba corrompida y moribunda.
La corriente se había llevado sus más valiosas memorias.Y nadie lograba amarla,
pues su corazón le pertenecía a la muerte.
Una muerte intacta e inmaculada,
que devoraba su esencia con disimulo.Era la definición de una fiera, entera y desgarradora.
Era apocalíptica e indeseable.
Era como un espejo.
Era como el reflejo.Pero aquel espejo un día estalló,
y los escombros nos rajaban a todos.
Los pequeños trozos quedaron incrustados en nuestras mentes.
Su ímpetu los enterró hasta la muerte,
porque aún arde.Arde.
Y corta.
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Fragmentos de una emoción
PoesíaNo más mentiras. No más cartas furtivas. Todo lo que pienso está aquí, justo frente a sus ojos. *Aunque preferiría mantenerlos como borradores, estos poemas han sido re-publicado gracias a Sarita Arbeláez.