Segundo encuentro

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Seis asquerosos años han pasado ya desde que estoy encerrado en este manicomio que osan llamar monasterio. Mis días son monótonos, insoportablemente rutinarios y sobre todo cargados de aburrimiento.

Desde el primer momento aquí supe que todo iba mal, teniendo en cuenta que luego de que esa cosa de ojos rojizos se llevo al mocoso demonio que me salvó fui rodeado de gente con capuchas negras que me arrastraron hasta el interior de la capilla para interrogarme sobre cosas que yo no tenía la menor idea que significaban, no era para menos mi pensamiento.

Ah, hablando de ese mocoso... cosa... lo-que-sea-que-era, cuyo nombre y rostro ya he olvidado, él nunca volvió a buscarme como dijo que haría... Aunque tal vez eso tenga que ver con la barrera protectora mágica -O algo así- grabada en la reja que rodea el terreno, que impide la entrada de toda criatura sobrenatural sin que alguien de adentro le de permiso expreso, lo cual obviamente no iba a suceder, pues aquí dentro todos son cazadores y exorcistas de lo paranormal.

Incluso yo, en este tiempo que he tenido aquí recibí entrenamiento para combatir tales criaturas, todo por recomendación de un sacerdote que convenció a los demás aquella noche para que creyeran en mi historia.

El problema con todo esto, es que la condición para que me permitiran quedarme fue que siguiera sus reglas, las cuales eran nada menos que servir en la capilla. Sí, es exactamente lo que imaginan. Ahora soy un sacerdote, nada menos que un padre al servicio de Dios.

¡Ja!

No me gustaba para nada, pero era esto o que me echaran de una patada a las manos de esas cosas. Era por esta situación de mierda que todos los días, sin falta a las seis de la mañana era obligado a levantarme para ayudar en la cocina, luego en el comedor y después de todo mi sufrimiento en los arduos trabajos... sí, adivinaron, más trabajo. Limpiar la capilla era de lo peor, ¡en serio nunca logro entender como carajos se metía tanto polvo y tierra de un día para otro! ¡Y lo que era peor, la cera de vela derretida en todas partes!

Siento que perderé la cabeza si no hago algo para romper este estúpido circulo de aburrimiento. ¡Pero no hay nada que pueda hacer! Una vez intenté dármelas de valiente por haber aprendido a exorcizar demonios y traté de escapar, sólo para darme cuenta que en la puerta dejaron un Cerberus -también llamado HellHound o perro del infierno- como guardián cercano al recinto para que esperara por mi si algún día llegaba a salir. Esa vez tuve suerte de que ese tonto sacerdote estuviera pendiente de mi y me rescatara matando a esa cosa.

Desde entonces el padre Siwon me fue asignado como tutor, ahora nunca me deja en paz y como castigo por intentar huir de aquí todos los días antes de irme a dormir -Que por cierto, nos obligan a ir a la cama a las nueve de la noche ¿Pueden creerlo?- debo regresar a la capilla a confesarme. Como en este momento.

-Y dime hijo mío, ¿Qué tienes para confesar hoy? -Le oí comenzar desde el otro lado.

-Nuevamente tuve pensamientos impuros con mujeres sexys. -Comenté como si nada. -Todavía tengo ganas de suicidarme en las mañanas y ¡Oh! Aún quiero asesinar al hermano Hong cuando me despierta usando agua helada. -Concluí oyendo el ya normal resoplido de decepción del otro lado. -¡Ah, pero no todo es malo! Ya van tres meses sin que intenté escaparme de aquí. -Finalice sin más que decir.

-Bueno, un acierto me hace feliz ha decir verdad. -Nuevamente un suspiro. -Pero eso no borra los demás, sabes que tengo que darte una reprimenda... -Gruñí por la bajo. -Hoy deberás levantarte a la mitad de la noche para apagar las velas luego de los rezos vespertinos, Yoongi. -Continuó el padre Siwon.

-Como quiera~ Aunque no prometo nada. Suelo tener un sueño profundo, ya sabe. -Dije al aire a la vez que me iba deprisa de allí antes de oír su regaño o ver su rostro de desaprobación como cada día.

Dando la novena campanada de la noche, todas las luces se apagaron y comenzó el toque de queda. Como siempre, yo me quedaba recostado en mi ventana mirando a la lejanía, soñando despierto con que me iría de este asqueroso lugar, que recuperaría mi vida normal.

Cada noche me gustaba torturarme mentalmente y reprenderme, suelo pensar en que hubiera sucedido si ese día no estuviera allí para conocer a esa persona. Pero siempre termino en la misma conclusión que me hace enfurecer:

"¿Cual era la probabilidad de que la primera que saliera a beber me viera envuelto en un secuestro sobrenatural con demonios de por medio?"

No, obviamente nunca lo podría haber previsto.

El ruido del viento en el exterior resuena entre los árboles provocando que me despierte, estoy agitado.
Tengo la respiración entrecortada, no consigo calmarme y no me explico porqué, lo único que sé es que mi garganta seca y el sudor frío bajando por mi nuca me provocan ansiedad. Más aún cuando quiero murmurarme palabras de paz pero nada sale de mi boca más que un nombre:

-Lu-Luciel.

Y entonces me golpea como un rayo, los recuerdos de la primera noche del fin de mi vida. Cuando lo conocí a él.

Su rostro, sus expresiones y facciones, su voz e incluso sus alas; todo es claro ahora. Lo más importante, ahora recuerdo su nombre y también recuerdo que se supone que no debía pronunciarlo jamás.

-Diablos. -Maldigo en voz alta, luego recuerdo que de todos modos probablemente nada suceda, gracias a la barrera que me protege. De todas maneras ya no puedo dormir por la agitación de hace un momento por lo que decido ponerme de pie e ir a hacer algo bien para variar y apagar las estúpidas velas de la iglesia. Apenas me levanto siento que algo no va bien, mis piernas tiemblan y siento un escalofrío recorrer mi columna, más, mis manos sudan y una sensación de congelamiento, más bien, entumecimiento en mi cuerpo.

Con toda prisa abandono la habitación, corriendo por los pasillos del monasterio llego hasta los rosales que delimitan los dormitorios, a lo lejos puedo ver el sendero que dirigía a la iglesia. Sin pensarlo suspiro aliviado y camino por él; mi calma no duró mucho. Una sensación cálida invadió mi pecho sin mi permiso, creando confusión en mi interior.

Caminé más rápido, abriendo al fin las puertas. Macabro era quedarse corto para describir la imagen frente a mis ojos: los vitrales de colores, a contraluz de la luna se reflejaban apenas en el altar, el camino hacia el mismo era iluminado por la tenue llama de las velas, velones y cirios que allí decoraban. Un largo trabajo me esperaba por delante por lo que busqué donde estaba colgado el apaga-velas para comenzar de una vez; localizado el utensilio, me lleve la nada grata sorpresa al alzar la vista de que, en el segundo piso a lo largo de los cuatro barandales habían más velas blancas. Perfecto, simplemente perfecto.

-Demonios. -Nuevamente maldije al aire. -Mejor comenzar por arriba... -Con la mayor pereza del mundo, caminé a través del centro de la iglesia, en medio de las velas, con dirección a la escalera que se encontraba a un lado del altar.

A mitad de mi recorrido sentí como un frío invadía el ambiente. De pronto, una voz resonó en mis oídos.

"Min Yoongi"

Mi nombre fue pronunciado por esa voz, me sentía extraño. Tal vez y ya me volví loco, por lo que decidí ignorar mi demencia y seguir.

"Te he estado buscando, Min Yoongi."

Continuó esa voz, poniéndome nervioso, no era mi locura al parecer. Me detuve pues... sentí aparecer una presencia detrás de mi.

Nuevamente los escalofríos y temblores en mi cuerpo.

-Min Yoongi, te encontré. -Oí fuerte y claro a mis espaldas. -He venido por ti. -Dijo dejándome helado. En un arrojo de valentía, voltee a enfrentar el que parecía ser mi inevitable destino, pero allí no había nadie. Para mi suerte.

Tras un suspiro profundo cerré los ojos antes de darme vuelta para continuar mi labor.

Eso hubiera hecho si no fuera porque apenas di la vuelta, allí estaban, ese par de ojos grises acompañados por una sonrisa algo macabra, que dejaba a la vista un par de colmillos afilados, justo frente a mi rostro.

-Te dije que vendría por ti.

Holy Sinner - YoonKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora