Capítulo 2

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Jamie

Recuerdo la mañana en la que encontré a mi padre llorando, en el salón arrodillado sobre Cameron ensangrentado, y también recuerdo la sobrisa maquiavélica que me lanzó ese ser que odio con toda mi alma.

Recuerdo cómo, entre sollozos me dijo que Cameron había muerto. Cómo había intentado reanimarlo, pero había perdido demasiada sangre, le agarré y lo subí al coche. En cuanto llegué al hospital, declararon muerto a Cameron y me obligaron a volver a casa.

Ese día mi familia se terminó de romper, tanto por las ansias de poder como por la pena. Padre y Madre se divorciaron, Madre se quedó con todo, la casa, el dinero, todo. Dejó a Padre sin nada de patitas en la calle.

La muy Zorra no sabe lo que hizo ese día, nos separó del único amor familiar que poco a poco Padre me había dado.

A pesar de todo vivo con ella, con sus normas y sus estúpidas reglas de etiqueta. Lo que no sabe es que todas las semanas la robo doscientos cincuenta dólares y se los doy a Padre, que vive en un apartamento cutre con baños comunitarios y sin trabajo. Padre cree que lo hago por odio a mi madre. De echo la última vez que lo hice me preguntó:
- ¿Jem, hijo mío, por qué me haces esto?
- ¿El qué Padre?- pregunté mientras le ordenaba la compra que había hecho con mi paga.
- Ayudarme, cuando eras niño a penas pasaba una hora semanal contigo.
- Padre, déjalo. Lo hago porque quiero y porque esto es tuyo- acto seguido cerré la nevera, solté el sobre con su dinero y me fui.

Mi madre nunca me quiso, ni a ninguno de nosotros, nos veía como un gasto innecesario de dinero. Por eso mis hermanos son así, menos uno... Cameron el mayor de los cuatro siempre fue bueno, robaba galletitas saladas a Carmen, nuestra maita, y entre risas me las daba. Siempre fue la alegría de la casa.

Hasta aquel día, en el que le vio como una debilidad.

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