Donde todo empezó

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Regina:

La moto volaba por el asfalto mientras notaba a sus espaldas como media mafia seguía sus huellas con una sola intención, matarla.

Sabía que llegaría ese momento desde que decidió meterse en ese mundo solo para vengar a los padres que su princesa no pudo conocer, una sonrisa surcaba su rostro mientras sus cabellos enredados por el viento dibujaban por las calles de Boston una imagen hermosa y peligrosa, la imagen de una mujer que huya para vivir, huye para ser feliz junto al amor de su vida.

La noche pasada en brazos de Emma bailaba por su mente como un talismán, impidiendo que le flaquearan las fuerzas, tenía claro cuál era su destino, el puente, al igual que sabía perfectamente que estaba dispuesta a borrarse del mapa, al menos por un tiempo. Había logrado filtrar las pruebas hasta el despacho de Emma, en cuanto esta llegara a su oficina las encontraría y haría su trabajo, nada podía salir mal.

Pero todo se desmadró cuando subió al borde del puente para saltar, miró su reloj confirmando que era la hora correcta, faltaban aún unos minutos. Necesitaba ser muy precisa o perdería la vida en esa ruleta rusa, saltar antes sería catastrófico.

Lo inesperado ocurrió, lo único con lo que no contaba, lo único que podía hacer tambalear todo su plan, en lugar de Moretti o Di'Angelo fue Emma quien se presentó en el puente, a lo lejos podía ver a sus enemigos esperando a que la policía hiciese su trabajo, meros espectadores como ella pretendía, lo que no quería era tener a Emma en ese puente, la rubia no lo entendería, no podía verle caer, mas sonó la alarma y supo que era ahora o nunca, saltó sin pensar, saltó sin mirar atrás, saltó rezando que Emma no fuese en pos de ella.

Tal como había estado practicando, saltando de diversas alturas, se sumergió en las turbias aguas del río, conteniendo la respiración y esperando a que la presión del impacto se fuese calmando, sintió como la agarraban con fuerza y el oxigeno colándose en sus pulmones, tal como había planeado su hermano August la estaba esperando sumergido bajo el puente. Bucearon río abajo, alejándose de ese lugar antes de que el FBI mandara a sus buzos a buscarla y, cuando ya estuvieron lejos de ahí, salieron a la superficie donde ella, impaciente, apremió a su hermano pues necesitaba saber si Emma había saltado tras ella.

Cuando llegaron a casa de August, tuvo que pelearse con su hermana para que cambiase sus ropas por unas secas y entrase en calor, ya que esta se había quedado estática frente al televisor intentando averiguar algo de su rubia.

Cuando salió la noticia de su suicidio en todas las cadenas y pudo ver como aquellas dos agentes que la habían estado vigilando arrastraban a Emma al interior del coche se relajó y por un momento todo el peso que llevaba cargando se desvaneció. Emma vivía, estaba dolida pero seguía viva, era lo más importante.

Los siguientes meses los dedicó a vacíar una a una todas las cuentas que tenían en suiza Di'Angelo y Moretti, ya que sabía de la existencia de todas y sus claves. Un hombre ante la belleza de una mujer era capaz de decir cualquier cosa y Regina lo había aprovechado al máximo, había dejado en la ruina a dos magnates de la droga y se sentía completamente pletórica por ello.

Con August apenas hablaron de todo lo acontecido, su hermano se contentaba con mirar las noticias y ver como poco a poco todos iban cayendo, el FBI los iba acorralando y apresando uno a uno, entendiendo un poco más por qué su hermana se había metido en ese peligroso mundo, sintiéndose orgulloso de ella ya que solita había conseguido hundir a dos de las bandas mafiosas más peligrosas de país.

Con las cuentas vacías, sin poder pagar abogados, con todo en contra y pruebas más que suficientes, Regina sabía que ninguno de los dos se libraría de una condena eterna, con ella fuera de circulación, dándola todos por muerta, sin poder relacionarla de ningún modo con su Emma, todo saldría rodado, solo tenía que esperar al momento oportuno para volver a aparecer.

Lo único que le dolía en el alma eran las pocas imágenes que salían de Emma, lo poco que sabía de ella. August había intentado conseguir más información pero todo indicaba a que la rubia estaba rota por dentro, creer firmemente que la había perdido la estaba destrozando y eso solo conseguía que se sintiera terriblemente culpable por haberla dejado así, por haber desaparecido así a pesar que era completamente necesario.

Cuando las noticias solo hablaban de que los juicios llegaban a su fin con una sentencia favorable a la acusación y bastante desfavorable para ambos acusados, Regina le pidió a su hermano que la llevase a Storybrook, necesitaba ir a la playa, al lugar donde todo empezó.

Una vez ahí, sus pies desnudos se perdieron sobre la fina arena, mientras dejaba que el viento despeinara sus cabellos y el murmullo del mar resonaba en sus oídos como un canto calmado y tenue. Su mente sin querer voló once años atrás, en esa misma playa, en esa misma arena.

Once años atrás:

Cumplía dieciocho años, era su último día en el orfanato, su último día viviendo con Emma. La idea de marcharse, de dejarla, la atormentaba demasiado sin llegar a entender por qué, la rubia solo era una niña con bellos ojos azules y mil sueños por cumplir, no quería, no podía separarse tan pronto.

Al ser su cumpleaños su petición de pasear por la playa le fue concedida y, de la mano, se llevó a su rubia a caminar por esa orilla donde tantas veces de niñas habían imaginado, habían construido, habían sido felices.

Caminaban en silencio, mecidas por las olas, con las manos unidas y dos corazones que latían al unísono, cuando de pronto la morena se detuvo, observando un punto fijo en el horizonte mientras Emma la miraba fijamente, intentando encontrar las palabras precisas para dar su adiós.

-Regina...

-"¿Sí princesa?"

-¿Vendrás a buscarme? ¿Volverás a por mí?

-"Claro que lo haré, no te librarás de mi tan fácilmente renacuaja"

-¿Qué harás ahora que te marchas?

-"No lo sé, supongo que estudiaré algo, o trabajaré"

-Prométeme que siempre estaremos juntas Regina

-"Te lo prometo"

-Con la mano en el corazón, como cuando éramos niñas

-"Creo que esa manera de sellar una promesa esta anticuada"

Antes de que su Emma pudiera protestar se dejó guiar por el instinto, por el latir de su corazón, atrapó con suavidad los labios de la rubia robándole su primer beso, un beso dulce y efímero, un simple contacto de niñas que al romperse dejó el aliento congelado y tenues sonrisas mientras Regina pronunciaba las palabras en las que basó su existencia.

-"Siempre a tu lado, es una promesa"

Actualidad:

Abrió los ojos, contemplando una vez más esa playa que las vio besarse por primera vez. Sacó su teléfono y fotografió el lugar exacto, jamás podría olvidarlo. Una vez en casa lo imprimió y escribió en el dorso un mensaje que Emma sabría interpretar.

Cuando todo hubo acabado, con Moretti y Di'Angelo entre rejas, hizo llegar el sobre con su foto a Emma, acudiría si así era necesario todos los días a la playa de Storybrook para reencontrarse con ella en el lugar donde sus labios se habían rozado por primera vez, en el lugar donde el mar se confundía con los ojos de su rubia, en ese lugar donde supo que la amaría toda la vida y donde esperaba poder empezar de cero y esta vez no volver a desaparecer, esta vez esperaba poder quedarse con ella para siempre.

El peso de una promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora