Lana se despertó más temprano que nunca, la noche anterior había tomado una decisión sobre su relación y su vida, simplemente Jennifer ya no era la mujer con la que se casó, y no quería permanecer a su lado, no después de la última noche.
Preparó en silencio una maleta con lo indispensable, se marcharía sin despedirse, no quería ver a su mujer que seguramente estaría durmiendo la mona en el sofá dado que había ingerido mucho alcohol.
Había estado aporreando su puerta hasta altas horas de la madrugada, llamándola y suplicándole perdón pero esta vez no estaba dispuesta. Había soportado mil tormentas, sus celos, sus rabietas, su miedo y vivir una mentira pero no estaba dispuesta a soportar ser agredida.
Cogió su pequeña maleta y abrió con cuidado la puerta, sin hacer ruido, no quería tropezarse con Jennifer, no quería verla. Iba a salir de la habitación con sigilo cuando se encontró con su mujer, aun profundamente dormida, justo en la entrada de la habitación acurrucada en el suelo. Su rostro estaba manchado por las lágrimas y tenía los nudillos machacados de tanto llamar a la puerta. Sintió como su corazón se encogía puesto que, a pesar de que le aterraba lo acontecido la noche anterior, amaba a esa mujer con toda su alma y dejarla la estaba destrozando. Se fijó en cómo podía pasar sin despertarla para marcharse, pues a pesar de que estaba convencida de que debía irse, si se quedaba mirando un poco más a su mujer acabaría cediendo, su corazón destruido acabaría ganando la batalla y no le dejaría marcharse. Iba a pasar sobre ella cuando vio, por encima, que Jennifer tenía justo a su lado un trozo de papel. Su cabeza le decía que lo olvidara y que se marchase de una vez más su infinita curiosidad la empujó a coger esa notita y leerla. Entró nuevamente a la habitación pues no estaba dispuesta a ver a Jennifer despierta. Se sentó sobre la cama y se dispuso a leer.
-Lana, te pediría perdón pero no lo merezco, ahora mismo ni siquiera merezco estar aquí, al otro lado de la puerta, rogándote, no merezco sentirme destruida por no poder estar en tus brazos, por saberte sola y seguramente sufriendo por mi culpa una vez más.
Ni siquiera merezco decirte cómo me siento, me he comportado como un monstruo, no tengo excusa ninguna, no puedo dejar de decirte que lo siento en el alma aunque no sirva para nada porque dudo mucho que este bache lo podamos superar. Siento que acabo de perderte y desgraciadamente eso sí que lo merezco, no supe cuidarte como merecías, te amo, te he amado y te amaré siempre, quizás no de la mejor manera, quizás errando siempre porque no hay mujer más desastrosa en la faz de la tierra, ni siquiera sé qué hago escribiendo esto pues dudo que lo vayas a leer, dudo que pueda compensarte nunca el infierno por el que te he hecho pasar, empiezo a dudar si hice bien en volver a por ti en Luquillo, mas aunque haya errado y te haya herido tú siempre serás lo mejor que me ha pasado en la vida y yo siempre seré tuya. Te amo con todo mi corazón, siempre tuya tu imperfecta idiota Jennifer.
Idiota e imperfecta se quedaba corto, cabezota, inmadura, celosa, un dolor de cabeza permanente pero también la persona más dulce que había conocido, la mujer que había sido capaz de vaciar un parque de atracciones solo para ella, era aquella que con una sonrisa o una simple caricia hacía que su alma temblara, provocaba sus lágrimas pero siempre estaba ahí para secarlas, era su esposa y la amaba con fuerza, no podía marcharse. Tardaría en confiar, en perdonar, pero no podía marcharse pues Jennifer era su vida entera.
Se secó con cuidado las lágrimas, se adecentó, vacío su maleta y volvió a salir para encontrarse nuevamente con Jen en el suelo, su mujer tendría dolor de huesos una temporada larga por haber dormido en esa posición.
Se agachó con cuidado para despertarla, apartando su pelo de su rostro, estuvo tentada a besarla pero recordando la noche anterior se contuvo. Pasó por encima suyo y se fue al minibar, vació con cuidado todas las botellas sin darse cuenta de que hacía solo unos minutos que Jennifer había despertado, se había levantado entre maldiciones y buscando un vaso de agua para la resaca se encontró a su mujer en medio de su operación para deshacerse de todo el alcohol que había en su casa.
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El precio de la fama
FanfictionAU Morrilla la fama parece divertida pero trae consecuencias que ninguna de las dos se esperaba.