Con la mirada perdida en el infinito, tratando de asimilar las palabras que su esposa le había escrito, su adiós. No podía entenderlo, todo estaba bien, todo iba a mejorar y el destino las separaba de esa manera, cruel e implacable. Durante unos minutos su cabeza se nubló y se negó a creer que su mujer no estaba, debía ser una pesadilla, despertaría pronto y Lana estaría a su lado, entre sus brazos, le sonreiría somnolienta como cada mañana y le regalaría un beso. No podía ser cierto que se hubiese marchado.
Dio vueltas por su casa, buscando indicios de que no era real la nota que aun tenía en su mano, mas las cosas de Lana no estaban, su lado del armario estaba vacío, el cuarto de baño desnudo sin su cepillo de dientes. Parecía que todo estaba igual pero todo era distinto, vacío, frío... la presencia de Lana se notaba en el aire, aun perduraba su perfume pero su ausencia certera dejaba en ese lugar un vacío difícil de llenar.
Las lágrimas corrían sin freno por sus mejillas y el dolor se hacía cada vez más insoportable, no podía perder a Lana, no sabía vivir sin ella, la había fastidiado desde el principio pero jamás buscó dañarla, la amaba con locura y tenía que demostrárselo como fuese.
Se puso a pensar en cada rincón al que podía haber acudido su mujer, aquellos especiales para ambas, o solo para la morena, haciendo una lista mental para ir a buscarla, iría al fin del mundo por ella, no iba a dejarla ir.
Salió de su casa con prisa, sus pasos la guiaban hasta ese parque donde su morena solía pasear a las perritas, mas ahí no la encontró. Siguió su camino por las calles de esa ciudad cada vez más gris y sombría a medida que el cielo se iba cubriendo por densas nubes negras.
Tras buscarla por todos los rincones imaginables, se dirigió a la playa. Tenía que estar en la playa, era su lugar favorito, el mar era su pasión y siempre que podía se escapaba a ver las olas, a escuchar el murmullo de la marea y a perderse solitaria por la arena.
Al llegar la buscó con ahínco sin obtener resultado alguno mientras el cielo descargaba sus propias lágrimas sobre ella, gotas de lluvia que resbalaban por sus mejillas y enfriaban su ánimo.
Bajo la lluvia un grito desolado escapó de su garganta, un estallido de dolor, rabia y llanto se apoderó de ella mientras caía sin poder sostenerse, caía de rodillas apretando con rabia ese trozo de papel, esa prueba irrefutable de que había perdido.
A medida que la lluvia iba nublando su mente, sus gritos desolados se volvieron sollozos y gemidos ahogados, Lana se había ido, no sabía dónde estaba pero sí quién tenía la culpa, Sean.
La ira la envolvió, ese mal nacido de Sean, él había destruido su matrimonio, por su culpa aquella a la que amaba no estaba a su lado, tenía que hacérselo pagar.
Se levantó como pudo del suelo, estaba empapada y entumecida mas no le importó, solo quería ir a ver a Sean y matarlo. Con esa idea en mente, cegada por el dolor y el odio, se dirigió con paso decidido hacia el apartamento del actor. Sabía dónde vivía pues sus celos enfermizos la empujaron a vigilar a ese hombre tan cercano a su esposa en el trabajo, agradecía haberlo investigado pues sabía exactamente a dónde dirigirse.
Cuando llegó ante su puerta llamó con rabia, alguien debía pagar por su dolor y Sean era el elegido. Llamó y llamó impaciente hasta que escuchó unos pasos al otro lado, acercándose, seguramente preguntándose quién podría ser. Cuando abrió la puerta y vio a Jennifer al otro lado, en ese lamentable estado, Sean en seguida se preocupó pues algo debía ir muy mal. Iba a preguntarle a su compañera qué le había ocurrido cuando esta se abalanzó sobre él, golpeándolo con fuerza y murmurando frases sin sentido.
-Es tú culpa, hijo de puta es tú culpa...Se ha ido, no sé a dónde se ha ido por tú culpa, te odio.
-"Jennifer, cálmate por favor, no entiendo nada"

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El precio de la fama
FanfictionAU Morrilla la fama parece divertida pero trae consecuencias que ninguna de las dos se esperaba.