II. Paraíso Gay.

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Me miró en el espejo.

Me atuso el cabello.

Me vuelvo a mirar.

No. Me. Gusta.

Tengo puesto el traje que ocupe en el matrimonio de Lucille. Es negro completo y me puse una camisa blanca y una corbata negra. Los pantalones son apitillados y me he puesto una de las tantas convers que tengo, estas son negras. Pero no me gusta.

Me delineo un poco los ojos de negro y suspiro abatido.

No quiero ir.

Me da flojera.

Pero dinero es dinero, así que tomo mis llaves, mi billetera y salgo apurado. Faltan solo 5 minutos para las 6 de la tarde. Siempre llego tarde a todo.

Tomo un taxi para llegar a tiempo y este me deja en la puerta del lujoso restaurante donde se realizará la unión civil de estas dos mujeres.

Entro a paso apurado al lugar, el cual está decorado en tonos rojos y blanco.

Tienen un trozo de madera, bastante rústico con fotos de los invitados confirmando su asistencia con un cartel. Tienen muchas flores y telas y realmente todo se ve hermoso.

- Hola, disculpa que te moleste, pero busco a Raymond Toro, el organizador de la boda- Le digo a una chica que parece ser la recepcionista del restaurante.

- Está allá abajo, terminando de arreglar todo- se encoge de hombros y me señala una hermosa escalera de caracol, blanca que está adornada con flores rojas y tela blanca, como todo lo demás.

Bajo lento por ella y me doy cuenta que da a un amplio patio interior- o especie de patio interior- sin techo y con vista al mar. Sus grandes ventanales también están decorados y hay un montón de gente corriendo de un lado al otro.

De pronto pasa por mi lado un gran chico rubio de músculos súper definidos y bastante guapo, con unos focos de luz. Me ve de pies a cabeza y me sonríe.

Le sonrió de vuelta y mi estómago da un vuelco. Esta guapo.

- Hey Ray! Llego alguien- el tal Ray aparece ante mi. Su afro gigante me deslumbra. Tiene una camiseta de Ramones puesta y jeans. Frunzo el ceño, de haber sabido que se podía venir así, no estaría como un puto pingüino.

- Hola! ¿eres Frank?- asiento- bien, soy Raymond, pero dime Ray. Estamos terminando todo esto, ya va a empezar. Puedes esperar arriba, la gente no debe tardar en llegar.

Le sonrió y vuelvo a subir por la escalera. Salgo del interior del restaurante y me voy a unos pequeños bancos al lado de unos árboles enormes. Saco un cigarrillo y lo enciendo.

De pronto el rugido de una moto me hace mirar para el costado. De ella se baja un chico con un traje azul eléctrico. Es increíblemente delgado y el traje se le entalla perfecto en el trasero. Pasó saliva. Puedo observar que trae una camisa blanca y una corbata roja, igual de eléctrica que su traje. Se quita el casco y deja a la vista un cabello medianamente largo y de color rojo. Todo en él es eléctrico.

Pasa a mi lado y me sonríe y puedo ver sus hermosos ojos verdes. Trae a su espalda una mochila y en sus manos unos guantes de cuero sin dedos.

Lo veo adentrarse al local y no dejo de apreciarlo en todo momento. El tipo es precioso, en toda la extensión de la palabra. Y sus ojos, juro por dios, que los conozco.

Termino mi cigarro y lo estoy apagando cuando siento unos brazos envolverme. El perfume característico de Lucille me inunda las fosas nasales y su abrazo se hace aún más apretado. No lo soporto.

Por una bodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora