Curando tus heridas

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Emma:

No le costó mucho tomar la decisión, en cuanto supo quién era Robin Hood quiso hacerle pagar por cada una de las heridas infringidas a su amada. Solo de imaginarlo sentía ganas de vomitar y su admiración por la morena crecía a pasos agigantados. Había sido capaz de salir del hoyo, de criar a su hijo con todo el amor del mundo a pesar de la violencia de su concepción. A pesar de que Henry y Cora siempre habían estado a su lado, ella quiso volar, no ser una mantenida y luchó con uñas y dientes para sacar a su hijo adelante sola. Entendió sus cambios continuos de trabajo, su inestabilidad emocional puesto que a pesar de que habían pasado ya cinco años, un golpe así es difícil de superar.

Industrias Swan mantenía a flote la empresa de Robin, era dueña de la mayoría de sus acciones y sin su apoyo económico dicha empresa se hundiría en cuestión de días. Ella no estaba interesada en hacerse con empresas tan pequeñas pero la urgencia de hundir a Robin Hood en la miseria la empujó a retirar de la noche a la mañana toda colaboración con él, sabiendo que al poco no podría mantener a flote su imperio financiero.

No podía creer que ya fuese un jueves cuando entró en su oficina como una fantasma, mucho antes de la hora normal ya que tenía una reunión importante, llevaba sin saber nada de su Regina desde la fatídica cita y no quería presionarla, no después de conocer los detalles de su pasado. Su rostro era el claro ejemplo de falta de sueño y alimento, su tez pálida y ojerosa, ojos hundidos y sin nada de brillo y la delgadez que empezaba a hacerse presente, suspiró pues se sentía agotada y salió de su oficina, llevándose sus papeles son los que tenía que justificar ante los inversores todos sus movimientos, no sin antes echar un vistazo a la mesa auxiliar, pulcramente ordenada, mesa que llevaba vacía desde el sábado, echaba de menos a Regina.

Regina:

Llevaba varios días en la cama, sin ganas de levantarse. Las pesadillas no la dejaban dormir e intentaba espantarlas y esconderlas nuevamente en lo más hondo del subconsciente, aunque en vano. Henry empezaba a preocuparse pensando que su madre había caído gravemente enferma, él no lo diría pero la escuchaba llorando por las noches y su pequeña mente infantil no sabía cómo reaccionar, qué hacer para que su adorada mamá no estuviera tan triste.

Belle luchaba con ella todos los días, instigándola a ser valiente y enfrentarse a sus actos puesto que sabía perfectamente que el comportamiento de Regina se debía a su falta de coraje para enfrentarse a Emma tras haber huido de ella el sábado.

Esa mañana no iba a ser distinto, dejó a Henry desayunando y se enfrentó a su amiga intentando hacerla reaccionar.

-Vamos Regina, no voy a parar hasta que te levantes, te vistas y vayas a trabajar, estoy harta de llamar para decir que estás enferma

-Será mejor que me despida, así no tendré que mirarla a los ojos, no después de haber salido huyendo

-Si te despide por eso la puedes denunciar, y si no quieres seguir trabajando para ella pues vas y dimites, pero así no llegarás a ninguna parte Gina, piensa en Henry, cómo crees que se siente al ver que no sales de la cama

-Tienes razón, supongo que debo enfrentarme a mis fantasmas...

Belle sonrió pues sabía que ante la mención de su hijo Regina reaccionaría, se sintió mal por usar al pequeño pero era su último cartucho. Se marchó para dejarle intimidad a su amiga mientras esta se vestía y fue junto a Henry, asegurándole que su madre iba a llevarlo a la escuela.

Tras dejar a su hijo en su clase, completamente feliz por volver a tener a su madre, se marchó con miedo a Industrias Swan, sabía que llegaba tarde pero ese era el menor de sus problemas, la posible reacción de Emma al verla la aterraba, casi tanto como la suya propia pues no sabía si le saldrían las palabras para explicarse.

La última miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora