La cita

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Emma:

Llegó el sábado antes de que pudiera darse cuenta, los últimos días pasados junto a Regina los atesoraba en su mente como fruto de un sueño, era feliz con todas las letras, incluso había dejado el Whiskey de lado ya que se dormía con una sonrisa en los labios pensando que al día siguiente volvería a verla.

Las horas de oficina le costaba concentrarse, a pesar de que su morena la reprendía muchas veces al descubrirla observándola sin prestar atención al trabajo que se iba acumulando. Siempre que podía conseguía robarle un beso, provocando sus risas y aumentando los nervios que ya estaban a flor de piel, ambas deseaban que llegara el sábado y ambas tenían fantasmas que enfrentar.

Lo tenía todo preparado para pasar la mejor velada de su vida, tenía el lugar perfecto, la cena perfecta, todo estudiado sin posibilidad alguna de error. Con una sonrisa en su rostro recordó como hacía solo dos días se presentó en casa de su Regina para pedirle "oficialmente" a Henry permiso para salir con su madre, el pequeño se la quedó mirando con semblante serio antes de asentir con la cabeza, lo que provocó las carcajadas en la sala, tanto por su parte como por parte de Regina y de su amiga Belle, a la que había cogido cierto cariño.

Se puso su traje, abrochando la corbata y sonriendo pues sabía que Regina adoraba esa parte de ella que se empeñaba en vestir como un hombre, imaginaba cómo se vestiría su amada, cómo tendría recogido el cabello y su sonrisa se hacía más grande, Regina era la mujer más bella que jamás había visto y esta vez, por primera vez en su vida, estaba segura de que era la definitiva, no podía equivocarse, tenía que salir bien.

Subió en su coche pues, aunque la puntualidad no era su punto fuerte, la impaciencia por ver a Regina y tomar su mano la empujaba sin freno, no podía resistir ni aguantar un segundo más sin verla, ya que esa noche era la noche de la verdad, esa noche su máscara caería y Regina sabría todo sobre Emma Swan, estaba segura de que comprendería y de que podía hacerla feliz sin el fantasma de la mentira sobre sus espaldas.

Regina:

Estaba nerviosa, muy nerviosa. Por un lado deseaba con toda su alma la llegada de esa noche, poder conocer más a fondo el misterio que Emma Swan y sus increíbles ojos verdeazulados escondía, por otro sentía miedo, mucho miedo a sus posibles reacciones, miedo a romperlo todo, miedo a hacerle daño.

Nunca había estado unida a nadie pues conocía con creces sus limitaciones y a la vez nunca había sentido la necesidad tan arrolladora de abrirse a alguien como le sucedía con Emma. Daba vueltas de un lado a otro en su habitación, indecisa sin saber qué vestido ponerse, cómo maquillarse y con Belle mirándola andar de un lado a otro mascullando y con el pánico en su mirada.

Finalmente trató de respirar y se sentó sobre la cama, su mirada se posó sobre su hijo que jugaba con sus trenes en un rincón, ajeno a la tormenta con la que lidiaba su madre, cuando notó la mano de su amiga sobre su hombro, mostrándole apoyo, la miró con lágrimas en los ojos, lágrimas de completa desesperación.

-No puedo hacerlo Belle, simplemente no puedo

-¿Por qué no puedes? Vamos Regina estás en una nube desde hace días solo porque ella te besó, estás loca por ella y eso se nota, date una oportunidad, dásela a ella para hacerte feliz

-¿Y si no quiere solo cenar? ¿y si busca ir más allá? Sabes que no voy a poder, no puedo

-Si eso es lo que te da miedo por qué no se lo dices, creo que Emma comprenderá

-No quiero hablar de ello

-Lo que está claro es que te gusta, tú le gustas a ella y estar a su lado te hace bien, yo creo que es la oportunidad perfecta para que dejes atrás tu pasado, para que lo olvides de una vez y te permitas ser feliz

La última miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora