Regina:
No podía creérselo cuando corrió a abrir la puerta para encontrarse cara a cara con su rubia, teléfono en mano y sonriendo. Llevaba su traje arrugado debido al viaje y la corbata mal abrochada, el cabello alborotado por el viento y la sonrisa radiante. Sus ojos verdeazulados tenían ese brillo de picardía, de travesura infantil que la enloquecía.
Emma no dejó que pronunciara palabra, aun conmocionada ante la extrema felicidad que sentía al tenerla delante, atrapó su cintura y sus labios con pasión, mientras la morena se deslizaba entre sus brazos, besando sus labios sin parar de sonreír.
Se separaron unos centímetros para tomar aliento, con las frentes unidas sin dejar de mirarse, hasta que cayó en la cuenta de la locura que había cometido su amada, viajando hasta Storybrook la noche de navidad solo para estar con ella.
-Estás loca Emma Swan ¿Te lo habían dicho ya?
-Te echaba de menos
-No has cogido ni chaqueta para venir, normal que tuvieras frío, entremos
Entró tras ella, cogiendo su mano, sintiéndose como una adolescente que se cuela en casa de su amada en plena noche sin que sus padres se den cuenta, ese hecho le hizo reír y atrapar a su amada nuevamente para besarla. Un beso interrumpido por Mary Margaret que carraspeó con fuerza a sus espaldas. Regina se abrazó a Emma con fuerza, como con miedo a que esta se desvaneciese, que no estuviese realmente a su lado, mientras la rubia miraba a su amiga con una tímida sonrisa de disculpa.
-Mary, ya se te nota bastante el embarazo, enhorabuena
-¿Cuándo pensabas decirme que te casa con mi hermana?
-Él día de la boda, quizás un día antes
-Tú no cambias ¿Verdad?
Ambas sonrieron y se abrazaron con cariño, justo después de ese abrazo Regina la agarró pidiéndole sin palabras que se retiraran, en sus ojos se veía que estaba visiblemente cansadas. Ambas desaparecieron en dirección a la habitación de la morena, donde está rebuscó entre su ropa cualquier cosa que le sirviese a Emma, ya que esta había aparecido sin nada ante su puerta.
En silencio para no despertar al pequeño terremoto que hacía rato dormía, se acostaron, no sin antes darle un beso suave de buenas noches. Regina se durmió en seguida, entre sus brazos pero Emma se quedó un rato despierta, contemplando la oscuridad y sintiendo como la felicidad se hacía dueña de cada uno de sus poros, se había acostumbrado a la presencia continua de su morena, a su aroma, la suavidad de su piel mientras dormía abrazándola, solo habían sido unas horas separadas y no se arrepentía de haberse marchado a medio cenar para estar nuevamente entre sus brazos.
Se durmió sin pensar que sus futuros suegros se llevarían una enorme sorpresa al día siguiente al ver que la prometida de su hija había pasado la noche en la casa.
La mañana de Navidad, el primero en despertarse fue Henry, emocionado ante los inminentes regalos que recibiría, aunque en cuanto vio la maraña de cabellos rubios sobre la almohada y descubrió que Emma dormía abrazando a su madre, su emoción provocó que se olvidase por completo de cualquier obsequio material, saltando sobre su madre y la rubia completamente feliz y despertándolas en el acto. Emma, medio dormida, empezó a reír ante su pequeño terremoto y lo agarró, abrazándolo con fuerza y atacándolo a cosquillas mientras Regina no podía parar de reír, cualquiera que entrase en ese momento en esa habitación vería la estampa idílica de una familia que se ama por encima de todo.
Bajaron juntos a desayunar, aún era pronto por lo que Regina empezó a preparar café, sin que Emma se despegase de su lado en ningún momento y con Henry alborotado corriendo de un lado a otro sin poder estarse quieto.
Con el café ya listo, Emma atrapó sus labios con ternura, mientras acariciaba sus mejillas con amor y así fue como Cora las encontró, atraída por los gritos eufóricos de su nieto.
Carraspeó y ambas se separaron de un salto, mirando hacia la puerta con las mejillas teñidas de escarlata, completamente avergonzadas al verse sorprendidas. Cora las miraba entre asombrada y divertida, esperando una explicación a por qué estaba la prometida de su hija en su cocina en pijama.
-Señora White, soy Emma Swan, creo que su hija le ha hablado de mí.
-Ayer durante la cena, fue una charla interesante ¿Cuándo ha llegado señorita Swan?
-Anoche, siento haberme presentado sin avisar, fue un impulso
Cora empezó a reír al ver el rostro de Emma cubierto de vergüenza y como nerviosamente jugaba con sus cabellos, como una adolescente sorprendida en medio de una fechoría.
-Bienvenida señorita Swan
Los días siguientes fueron tranquilos, Emma paseó por las calles de un pueblo al que juró no volver, de la mano de la mujer a la que amaba. Descubrió que hablar con Henry White de negocios la entretenía bastante, incluso se permitió darle algún consejo para que su pequeña empresa saliera a bolsa donde podía crecer en cuestión de años.
Cuando se marcharon lo hicieron con la bendición de toda la familia, ya que solo unos días viendo cómo la rubia amaba a su Regina bastaron para saber que su hija estaba en buenas manos.
Se acercaba el día en el que Regina volvería a las clases, a la universidad, y Emma estaba empeñada en hacerla su mujer antes de que eso suceda, no escatimó en gastos para que su boda fuese lo antes posible.
Llegó el día antes de que pudieran darse cuenta, Regina estaba nerviosa, muy nerviosa... Esa mañana se levantó para descubrir que Emma ya se había marchado, dispuesta a preparar hasta el más pequeño detalle para regalarle el mejor día de su vida.
Henry estaba sobrexcitado, por fin su mamá se iba a casar con Emma y los tres serían una familia, llevaba días hablando en la escuela orgulloso sobre el tema, feliz de saber que tendría dos mamás.
Belle y Mary estuvieron con ella todo el día, le ayudaron a ponerse su vestido blanco, sencillo no quería parecer un pastel. Sus cabellos bien peinados y su rostro con una ligera capa de maquillaje acentuando su belleza. Todo estaba listo cuando el chofer que Emma había contratado avisó de que las esperaba en la entrada, bajaron para vislumbrar una limusina adornada con rosas blancas, detalle que hizo sonreír a la morena con cariño.
Se subió a la limusina con los nervios a flor de piel, Henry iba a su lado como un caballerito con esmoquin, tomándola de la mano y sonriendo, sus ojos chocolate brillaban de emoción ante ese esperado día.
Cuando legaron al ayuntamiento, su padre la estaba esperando para conducirla a los brazos de Emma. Entraron al salón donde se oficiaba la ceremonia y su sonrisa se ensanchó al ver a aquella que iba a ser su mujer, con un traje blanco, le pareció más hermosa que nunca, su hermoso patito feo, sus entrañas empezaron a arder y el deseo de darle el sí quiero bailaba en su estómago como avispas.
Ella clavó sus ojos verdeazulados en su mirada oscura y una sonrisa nació en su rostro. En ese momento le pareció la mujer más hermosa del mundo.
Emma cogió su mano, regalándole una señal a su suegro de profundo agradecimiento, y se preparó para convertirse en su esposa.
Tras los votos, con lágrimas de felicidad en los ojos al intercambiar alianzas que sellaban su unión se besaron convirtiéndose en esposas, en familia, en un solo ser.
Al romper ese beso profundo, los gritos y vítores enmudecieron para ella, mirándose a los ojos solo existía esa unión y la certeza de que no iban a volver a perderse.
Emma cogió a su esposa de la mano, cargando en brazos a Henry que se había abalanzado sobre ella en cuanto el alcalde las declaró oficialmente esposas y salió corriendo de ahí, había una fiesta que las esperaba pero tenía algo que hacer, algo importante. Apareció en el registro civil, aun vestidas como dos novias, provocando las miradas de todos los presentes. No se iba a marchar de ahí sin unir sus apellidos, sin proclamar a Henry como su hijo ante la ley, no iba a salir de ahí sin ser una familia.
Al cabo de unas horas salieron completamente felices de ese edificio, con Henry entre ellas cogiéndoles las manos, en dirección a la sala de fiesta donde todos los invitados las esperaban, convertidos oficialmente en la familia Mills-Swan.
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La última mirada
FanficAU Emma Swan, una importante mujer de negocios arrastra un duro pasado y un odio irracional por Regina, la mujer que hizo de su vida un infierno y que el destino ha puesto a trabajar para ella como su secretaria.