Un nuevo comienzo

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Regina:

Amaneció, sintió los rayos del sol acariciando su rostro con suavidad, sintió la paz y la serenidad que hacía años anhelaba, mientras los recuerdos de la noche anterior iban bailando en su mente y una sonrisa nacía en sus labios. El destino era caprichoso e irónicamente se había enamorado de la misma persona a la que había amado toda su vida, su patito feo que al final resultó ser su jefa.

Con un escalofrío en su espalda recordó las manos de Emma sobre su piel, sus labios recorriéndola, sus dulces palabras de amor. Notó frío pues se durmió desnuda, abrazada a su rubia sin ganas de separarse, mas al abrir los ojos ella no estaba a su lado. Barrió con la mirada la habitación, los restos de su noche romántica aún estaban en su lugar, pero Emma no estaba en ninguna parte. Se levantó como pudo y cubrió su desnudez, saliendo de la habitación, buscando a Emma por todas partes.

Finalmente la encontró, bebiendo de una taza de café y con la mirada perdida al otro lado del ventanal. La pequeña bata semitransparente que cubría su cuerpo dejaba ver su desnudez y tuvo que tragar saliva antes de acercarse a ella y llamar tiernamente su atención.

Sus ojos verdeazulados se clavaron en ella y su sonrisa se ensanchó, mientras la atraía hacia sí y atrapaba sus labios en un suave beso de buenos días, un beso con sabor a café y canela.

-¿Has dormido bien mi reina?

-Mejor que nunca, ¿Qué haces aquí sola?

-Intentaba poner en orden mis ideas

-A qué te refieres

-A que llevo varios días dándole vueltas a demasiadas cosas, pero sobre todo a que quiero que seas feliz

Regina se abrazó a Emma, pegándose a ella por completo mientras escondía su rostro en el hueco de su cuello, aspirando su aroma y besando su piel con dulzura.

-Soy feliz, más feliz que nunca Emma

-Gina, no quiero que sigas trabajando para mí

La morena se separó de ella en el acto, sus ojos oscuros cargados de duda y horror se clavaron en ella sin entender lo que estaba escuchando.

-¿Me despides? ¿Por qué?

Emma se separó de ella, rebuscando algo sobre una mesa y volvió hacia ella con un sobre en las manos, la morena se sentía nerviosa sin terminar de entender qué pretendía Emma, por qué la estaba despidiendo, ella le tendió el sobre y lo abrió mientras le temblaban ligeramente las manos. El contenido de dicho sobre cambió su mirada de duda a asombro, miró a la rubia dueña de sus sentidos sin saber qué decir, había enmudecido.

-No puedes ocuparte de tu hijo y terminar tu carrera trabajando para mí, no tendrías tiempo material...

-¿Me has matriculado en la universidad? Emma yo no voy a poder pagártelo

-Ya te he dicho que quiero que seas feliz, necesitas realizarte como mujer y no quedarte estancada, ¿Por qué conformarte con ser secretaria cuando tienes el potencial de ser la dueña del mundo Gina?

-Pero sin trabajo cómo pago el alquiler, cómo sigo viviendo... es una locura lo que me propones Emma

-He pensado que podías venir a vivir aquí conmigo, tú y Henry, hay sitio de sobra

-Emma, me fui de casa de mis padres para no ser una mantenida, no voy a dejar que te hagas cargo de mí y de mi hijo, no sería justo...

-No serás una mantenida

-Llámalo cómo quieras pero sí lo seré

-No, no lo serás si te casa conmigo Gina

La morena volvió a enmudecer, mirando a Emma intensamente, buscando síntomas de burla, indicios de que le estaba tomando el pelo. Emma sujetaba su mano con fuerza, sus ojos ardían de pasión, nunca había hablado tan en serio.

-Te amo, te amo Regina Mills, te he amado toda mi vida, cásate conmigo

El pequeño anillo que Emma sostenía en su otra mano no dejaba lugar a dudas, le estaba proponiendo matrimonio en serio, Sintió como el suelo se desvanecía bajo sus pies y se sujetó con fuerza a los hombros de su amada mientras las lágrimas afloraban en sus ojos y cubrían sus mejillas, su sonrisa deslumbrante y una simple palabra para sellar su destino.

-Sí, sí... o dios mío claro que me casaré contigo Emma

La rubia la alzó por la cintura y Regina enredó sus piernas alrededor de su cadera mientras devoraba sus labios con ansia. Emma la llevó sorteando muebles y obstáculos una vez más a su habitación, dispuesta a sellar su reciente compromiso haciendo el amor con ella hasta que le faltaran las fuerzas.

Durante horas recorrió su cuerpo, bebió sus gemidos, fue la dueña de sus gritos, de sus arañazos sobre su espalda, de sus súplicas ahogadas, sus miradas cargadas de sueños, cada beso regalado, palabra de amor susurrada o proclamada entre gemidos, Regina sobre su cuerpo, sus ojos oscuros devorándola, clamando su amor en la intensidad de su mirada, su piel suave, caliente, estremeciéndose a su tacto, con cada una de sus caricias, sus besos suaves, besos hambrientos,

Descubrió a una Regina atrevida, hambrienta de ella, mordía sus labios, suplicando sus palabras, elevando sus gemidos a medida que aceleraba sus embestidas, besaba, mordía, acariciaba su piel como si estuviese degustando un manjar exquisito.

Durante horas, furiosas y tiernas, se unieron hasta caer exhaustas la una sobre la otra. Se miraron a los ojos con una sonrisa. Ese era su nuevo comienzo, su empezar desde cero, unidas tras tantos años buscándose sin percatarse de ello. Todo estaba en su sitio y estaban listas para formar su pequeña familia.

La última miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora