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Nunca nadie se había metido conmigo jamás, creo que porque nunca había dado motivos. O en ese entonces las hormonas de los chicos comenzaban a tener revoluciones que los hacían competir por la posición del alfa.

Ellos eran unos tontos, tú lo decías siempre. Tú presencia imponía respeto, hyung. Supongo que también siempre te admiré por eso.

Ese día yo tuve educación física, y tú estabas con esa maestra rara que decía que los chicos debían tener aire fresco para echar a volar su imaginación. Algo acerca de que leer un libro al aire libre podría ayudarles a... no lo sé, hyung. Nadie lo supo nunca.

No sé cómo, yo solo recuerdo que tenía el turno para patear la pelota y echarme a correr a la primera base. Cuando ya podía visualizar mi primera parada... todo fue negro y un arco iris.

— ¡Oh, Dios mío!

— ¡¿Qué demonios?!

— ¡Oye, déjalo!

Mi rostro comenzó a doler. Mi cabeza se sentía un moretón gigante. ¿Qué demonios?

Parpadeé.

El desconcierto me abrumó y me levanté al instante olvidándome del dolor.

— ¡Yoongi! —me acerqué a tu figura en el suelo, estabas encima de ese chico—. ¡¿Qué haces?!

Tú te limitaste a soltar golpe tras golpe y yo comencé a entrar en pánico.

— ¡Detente! ¿Qué crees qué haces? —fue cuando decidí actuar y te abracé, jalándote conmigo para alejarte de ahí.

— ¡Joder, Jungkook! —forcejeaste, revolviéndote y gruñendo palabrotas—. ¡Voy a romperle la puta cara! ¡¿Me escuchas bastardo?!

— ¡Tranquilo! —te grité—. Oye, oye. ¿Qué sucede?

Murmuraste algo que no entendí y te resignaste, dejando de resistirte y por eso te solté suavemente.

— ¿Estás bien? —pregunté.

Reíste sin gracia y me miraste utilizando esa faceta sarcástica que odio la mayoría de las veces. Casi nunca la utilizas conmigo, sólo cuando estás enojado.

Odio cuando estás enojado.

Terminas molestándote con todo el mundo.

—¿Tú estás bien?

No supe a qué te referías hasta que te acercaste a mi y tocaste mi rostro. Solté un gemido de dolor y suspiraste, llevándome en silencio a un sanitario.

Me hiciste sentarme en los lavabos mientras mojabas un papel y limpiabas la sangre. Yo no quería ver mi rostro, sé que estaba horrible, y me estabas viendo en todo mi horroroso esplendor. Pero no salías huyendo.

Yo me sentía una damisela en apuros.

—Debería matarlo —susurraste.

—Deberías ser enfermero —dije a cambio y muy a tu pesar, reíste.

¿Te dije que amaba tú risa?

SIEMPRE, HYUNG |Yoonkook|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora