Llamémoslo Prólogo

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Esto no es una historia normal, porque nadie negará que una tortuga de tamaño planetario es algo fuera de lo común, aunque siempre habrá algunos visionarios capaces de imaginarla. Pero incluso entre ellos, tampoco habrá muchos que puedan concebirla con cuatro elefantes sobre su caparazón, capaces de mantener sobre sus espaldas todo un mundo. Y por mundo no me refiero a esas esferas deformadas por el paso del tiempo, de la marea espacial y de alguna que otra discusión con un meteorito con poco sentido del humor; me refiero a un mundo con forma de disco, totalmente equipado con mares y montañas, sol y luna, flora y fauna e incluso con vida inteligente. Un mundo rebosante de magia, de recuerdos, historias y leyendas. Un mundo como los de verdad, como los que aparecen en los cuentos.

Pero incluso teniendo en cuenta a Gran A'Tuin y al Disco... Bueno, quizá en este punto nadie dude de la anormalidad de la historia.

Y como normalmente ocurre en un relato fuera de lo normal situada en un mundo carente de normalidad: en el momento menos indicado, la persona menos indicada entró en la habitación menos... ¿Cómo decirlo...? Indicada.

—¡Ayuda! ¡Por favor! ¡Necesito...! —gritó Olius Aguaseca mientras abría la puerta con un empujón tan fuerte que casi la sacó de quicio.

Olius se quedó plantado en la puerta con la boca abierta como un museo. Ante él se encontraban tres personas y media mirándolo con la misma cara, que consistía una mueca mezcla de espanto, con una pizca de incomodidad y una cantidad desmesurada de odio sin sentido.

En aquel momento, por su cabeza pasó un único pensamiento: naciste para ser mago, aprendiste a comportarte como un mago, viviste como un mago, ejerciste como mago y morirás siendo un cretino.

—¡Fuera! —fue la única palabra que escuchó Olius antes de salir despedido fuera de la estancia y cerrarse la puerta.

—¿No crees que te has pasado? —preguntó el hombre que quedó en la habitación—. Me pareció que tenía una daga clavada en el estómago.

—¡A ver, Bron! ¿Qué prefieres: sacarle un cuchillito a ese maleducado o sacarle este bebé a tu mujer?

—Visto de ese modo...

—Pues calla y concéntrate —gruñó la matrona cambiando el objetivo de sus quejas—. ¡Y tú, empuja más fuerte o en lugar de parir a este bebé, vas a vomitarlo!

Las voces y gritos llegaban a Olius amortiguados. Desde su cama de nieve tenía una visión maravillosa del cielo. Sabía que no volvería a tener una ocasión de verlo así de nuevo.

—¿AÚN NO TE HAS MUERTO? —se quejó, si es que aquello era una queja, una voz como una capilla de huesos que provenía de la figura vestida de negro que se erguía a su lado.

—Ambos sabemos que no... Aún no he dejado de sangrar. De pequeño me dijeron que podría ser donante de sangre ¿sabes? Quizá sobreviva.

—QUIZÁS TENGAS RAZÓN. A LO MEJOR YO SÓLO HE VENIDO A HACER ANGELES EN LA NIEVE JUNTO A TÍ...

—No hace falta ser tan sarcástico. Me estoy muriendo ¿sabes?

ANTES LA GENTE SE DESANGRABA ANTES —comentó la Muerte ignorando el comentario de Olius—. NO TE ESTOY METIENDO PRISA, PERO TENGO TRABAJO QUE HACER ¿ENTIENDES?

—Hago lo que puedo.

TE ENTIENDO. LOS ASESINATOS YA NO SON LO QUE ERAN...

—¿No parece que se han calmado un poco allí dentro?

Ambos se quedaron en silencio mirando la puerta como si fuese un televisor a la hora de la comida. Un par de minutos después, se abrió con suavidad y una mujer vestida de negro hasta los tobillos y un bulto entre los brazos apareció en la entrada. Cuando Olius irrumpió en la habitación, la cabeza que sobresalía entre las piernas de una mujer no le había dejado fijarse en detalles como el sombrero picudo de la comadrona, sus tacones de aguja, el ceño fruncido o el pequeño lunar que reposaba junto a su nariz; pero tras fijándose detenidamente en la expresión de su cara ahora iluminada por el sol, no le quedó duda de que debía ser una bruja.

Homenaje a MundodiscoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora