Cap.5

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¿Qué le puedo preguntar?

Bueno, no me ha explicado nada sobre mi trabajo y lo que voy hacer aquí.

Creo que eso estaría bien para empezar por ahora.

-¿Cuánto dura mi jornada laboral?

-Vente horas, siete días a la semana, aunque, eso depende si te doy algo en que trabajar. -Respondió sin pensar-.

¿Será qué ya sabe mis preguntas antes de que las diga?

¡¿Será psíquica?!

-¿Cuá-cuánto es mi paga?

-No tienes. Sigues a prueba.

-Me senté en indio frente a ella- ¿Tengo vacaciones?

-No.

-¿Voy a vivir aquí?

-Sí.

-¡¿Puedo comer?!

-Dos veces al día.

-¡Dos! -Dije al borde de las lágrimas-.

-Sí, dos y luego en un futuro muy lejano tendrás tres, si tus escritos consiguen complacerme. ¿Esas son todas tus preguntas? -Cruzó sus piernas y brazos-.

-No-o... Este... ¿Cuál es mi rol aquí?

-Bueno, en resumidas cuentas, eres mi esclavo/lacayo/menos que un asistente.

Eso esta mejor de lo que había pensado.

-¿Cuántos años tiene?

-Tengo veintitrés.

-¿Enserio es la dueña de la editorial? ¿Cómo?

-Sí, la empece sola a los diecinueve años con trabajo duro y amenazas, eso es lo único que necesitas saber.

Pensé unos segundos más para formular otras preguntas.

-¿Tiene familia?

-Eso es irrelevante.

-Pero, ¿por-por qué?

-Bufa- Vaya, al parecer te estas tomando mucha confianza y si quieres que aún siga con mi buen humor será mejor dejar lo de las preguntas hasta aquí.

Estaba indeciso, todavía tenía unas preguntas, pero ella tiene razón y no quiero molestarla.

Me limité a asentir mirando el suelo.

Unos zapatos aparecieron en mi campo de visión por lo que levanté la cabeza topándome con ella.

-Mirándome fijamente a los ojos- ¿Tienes una última pregunta? Fuera de temas personales.

-A-ah... -Me ponía nervioso teniéndola a tres metros imagínense a quince centímetros- ¿N-no?

-¿Estas seguro? ¿Completamente? -Insistió-.

Sí tenia otra pregunta para hacerle, pero tengo mucho miedo para hablar.

-De acuerdo, -Se enderezó- en ese caso me retiraré, te veré mañana. -Se dirigió a la puerta y salió-.

Estaba a punto de acostarme a dormir unas horas más pero no pude debido a una voz y no precisamente mía.

-Del otro lado de la puerta- Y espero esos reportes debidamente terminados para mañana.

Bueno, dormir supongo que será imposible si quiero seguir con vida.

Me senté y empecé con el trabajo.

Veintitrés años, parece un poco menor que eso, quizá sea la costumbre de las mujeres de ponerse/quitarse edad o se cuida muchísimo, cosa que encaja mucho más en su perfil.

Debió tener un adolescencia dura para iniciar con esto, teniendo solo diecinueve años.

O mato a sus padres poniendo veneno en sus malteadas de chocolate y por eso no quiere hablar de su familia...

¡Como extraño el chocolate! ¡Al diablo mi familia y la de ella! ¡¡Yo quiero una taza de chocolate con leche!!

¡LECHE DESCREMADA!

Porque la otra me cae mal y...

Mejor sigo con esto.

Me pregunto que clase de comida me irá a dar, digo, quizá sean escarabajos o ratas...

Una hermosa, gorda y jugosa rata.

¡Ewww!

Ya estoy casi delirando de hambre.

Un momento, ella dijo que tendría cuatro horas libres. Técnicamente durante ese tiempo ella no tendría que estar aquí.

Quizá podría encontrar un modo de escapar en ese tiempo, pero debo ser casual, pues seguramente tendrá una cámara aquí... Está en la esquina.

¡Como no lo noté!

Bueno que más da, no tendrá tiempo de detenerme si está lejos de aquí, pero necesito algo para bajar, como no lo sé, ropa, cuerdas, ni idea.

No será fácil, va esperar que intente eso, por lo que no me dara nada así, sin embargo puedo encontrar otro modo de obtener las cosas que necesito.

O solo me lanzaré al vacío porque bueno, puede que sobreviva o simplemente me vuelva una tortilla de sangre, pero sería libre así que...

Volteo a ver la ventana.

Es como si me llamará diciendo: Libertad Jay, libertad.

Me arrastro hasta estar cerca. Es tan tentador, tan llamativo, tan brillante.

Pero ciertamente una locura, que jamás voy a llegar a hacer porque vamos, no es seguro y preferiría seguir vivo por otros veinte años o una semana más.

Quizá ella me dé chocolate, quizá sea buena conmigo y quizá...

¡Maldito síndrome de Estocolmo, largo!

¡Largo, largo, largo!

Es bella y a veces me trata más como basura...

¡NO! ¡No Jay no te dejes caer en eso!

Pero tiene bellos ojos, una figura envidiable y además es dueña de una editorial.

¡Que no maldito síndrome de estupidez!

Respiro profundamente.

Okay, okay Jay, calma, calma, sigue con tu trabajo. No tienes síndrome de Estocolmo, ni nada por el estilo.

Solo es hambre, si solo es hambre.

Quisiera comer algo.

Al menos en estas cosas no hay nada que haga referencia a la comida...

"Un enorme pastel de chocolate estaba sobre su mesa..."

-¡Oh por favor...! -Arroje el papel.

Me recosté en la pared y di un suspiro. Al menos me dejó preguntarle cosas y no me torturó más.

Aún quisiera saber su nombre, pero supongo que será mejor preguntar eso después o dejarla que me lo diga.

De repente todo se vuelve borroso y me siento pesado, débil.

Después todo se vuelve negro y el inconsciente me atrapa.

Sangre Entre LíneasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora