Capítulo 8

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El colegio estaba revolucionado, ya era la última prueba del Torneo de los Tres Magos y por fin se sabría quien ganaría. Quizás sería Viktor Krum, o Fleur Delacour, tal vez Cedric Doggory, o lo más probable: Harry Potter. Todos esperaban que él fuera el ganador, menos los de Slytherin. Todos nosotros, y me incluyo, deseábamos que ganara Cedric, ya que el Cáliz de Fuego estaba trucado seguramente, y por eso Potter salió seleccionado. Aunque no me gustaba meterme en malos rollos, era difícil no pensar eso...

—Phoenix —me llamó Rose, una de mis compañeras de dormitorio—. ¿Qué tal? Últimamente te veo cabizbaja...

Le aseguré que todo iba bien, con una falsa sonrisa. Cuando tu mundo se derrumba, la peor opción es abrirte y que todos vean las ruinas... O eso creía yo. Draco pasó ante mí y dolorida evité mirarlo. Escuché a Rose susurra algo de que era muy guapo y que Flora tenía suerte de estar con él. ¿Espera qué?

—¿Están juntos? ¿Es oficial? —le pregunté alarmada, tosí y me recompuse. No debía importarme.

—Ese beso que parece no tener fin lo demuestra —dijo ella mirando hacia la derecha.

Miré también y me encontré a Draco abrazando por la cintura a su aparentemente nueva novia y a ella rodeándole el cuello con los brazos. Tragué saliva, si seguía mirando hacia allí acabaría vomitando. Me giré y ne fui junto al profesor Snape.

—Profesor —le dije—, ya no debe preocuparse por mí y Draco.

Él miró tras de mí y probablemente los vio besándose. Me miró y dijo con firmeza y algo de pena por mí: —Era lo mejor para ti, Clark.

Era inverosímil, yo contándole mis penas amorosas a Snape y éste diciéndome que era lo mejor. Suspiré y entré en el castillo, fui al baño y me quedé ahí bastante tiempo, el suficiente para no saber cuanto ya llevaba allí. Mirándome en el espejo, vi el reflejo de otra chica, Flora. Me miró y rió.

—¿Qué le pasó a la pobrecita? ¿La dejó el novio?

—Draco y yo nunca fuimos novios. Así que vete, idiota.

Ella rió y sacó su varita.

—Eres muy mona para ser mestiza. Voy a desgraciarte un poco —sonrió y antes de que pudiera sacar mi varita para protegerme ya me había lanzado un maleficio, inmediatamente después salió corriendo.

Me giré alarmada y me miré en el espejo. No podía ser cierto, me había llenado la cara de granos mugrientos, de esos asquerosos que parecen explotar en cualquier tamaño, algunos tenían el tamaño de canicas. Lloré y me encerré en el baño. No podía salir así, nadie podía verme así. Pero entonces nadie me encontraría, debía ir a la enfermería. Ojalá la gente no estuviera entretenida en los pasillos. Me tapé lo máximo posible la cara con mi túnica y corrí hacia la enfermería, me crucé con algunas personas pero debido a mi velocidad no alcanzaron a ver el estropicio que me hizo en la cara. La enfermera soltó un grito y me preguntó alarmada si estaba bien. Contesté que sí, pero que debía quedarme aquí, nadie podía verme así. Ella asintió y prometió curarme.

•••

Pasaron dos días, y yo seguía encerrada. Habían llegado rumores, los oí a la enfermera, Harry supuestamente se enfrentó Al-Que-No-Debe-Ser-Nombrado. Y Cedric Diggory había muerto... Pronto supuse que el rumor de mi "hospitalización" había corrido por ahí. Draco sin pensar en las consecuencias irrumpió en la enfermería. Muerta de la vergüenza me cubrí la cara con las sábanas. Y tampoco quería verlo tras haberse besado con la que me hizo esto.

—Pho, entiendo que estés enfadada. No debí hacerlo, tener novia no es la solución a encubrir lo que hubo entre nosotros. Mantenerme soltero es mejor —susurró—. ¿Qué te pasó? Dejame verte.

Negué y le expliqué que básicamente mi cara era una erupción volcánica. Eso después de decirle que fue un idiota, y que sí, debió mantenerse soltero para evitar causarme más daños.

—Seguro que no estás tan mal —me tranquilizó y dejé que apartara las sábanas de mi rosto, me analizó detalladamente—. No noto la diferencia.

¿Cómo se atrevía a decirme que seguía igual de fea que siempre?

—¡Eres de lo peor! —le grité.

—Me refería, que a mis ojos, sigues igual de hermosa que siempre. Ni con un maleficio dejas de gustarme, Phoenix —sonrió de lado—. Me tienes loco por ti, aunque tenga que esperar a que todo con mis padres se calme.

Me sonrojé, más de lo que mis granos producían de por sí.

—Ahora debo irme, mejórate. Adiós preciosa —me guiñó un ojo y se largó.

Pasé ahí cuatro días más, hasta que totalmente todos los granos descomunales y horripilantes desaparecieron. Continué mis clases de forma normal, todo iba bien. Un día, tras las clases de pociones, Snape me paró.

—Tengo algo para ti, aunque hemos castigado a Flora, tienes que saber protegerte. No digas a nadie que te di esto, ¿vale? —Snape sacó un libro—. Era mío, cuando iba a Hogwarts como alumno. Usalo bien, cuando te ataquen o te sientas amenazada, será un arma útil.

Ojeé el libro, contenía muchísimos hechizos y anotaciones para hacer de una forma más correcta las pociones. Sonreí y le agradecí a Snape. A partir de ahora me vengaría, y además, me ganaría subir algunos puntos en las notas en Pociones. Contenta me fui del aula y me fui a la biblioteca, me quedaba una larga tarde leyendo trucos del "Príncipe Mestizo".

Todo empezó por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora