Capítulo 2

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No sabía que decir, y Draco ante el incómodo silencio decidió romperlo.

—Phoenix, la semana que viene es San Valentín. Podemos ir a Hogsmade, dame una oportunidad.
 
Poco convencida, acepté, ¡era imposible rechazarlo si me miraba de esa forma! Él con una sonrisa triunfadora, me besó la mejilla tras comprobar que nadie venía y se largó con un paso feliz.

•••

Los días siguientes transcurrieron lentamente, era imposible concentrarse en las clases, sólo me dedicaba a pensar en Draco y en nuestra ¿cita?. Ni siquiera Snape, que nunca había mostrado un comportamiento de autoridad conmigo, me regañó al verme tan sumida en mis pensamientos. Al finalizar la clase, él quiso hablar conmigo.

—Señor, lo siento mucho, no volverá a pasar... —me adelanté a disculparme antes de que hablara.

—Phoenix no es por eso. Entré en tu mente con Legeremancia y lo vi. Draco no te conviene.

—¿Espere qué? ¿Es legal que haga eso? —dije con una mezcla de enfado y asombro—. Y no sentí que invadiera mi mente...

—Pues normal, estabas muy concentrada en Draco —dijo seriamente—. Lo digo en serio, no es un chico muy agradable y nada empático.

Lo miré de mala forma, era mi profesor pero no tenía el derecho de meterse en mis asuntos. Enojada, me di media vuelta y me largué de allí. Decidí ir a la sala común, pero fue muy mala idea. Draco no estaba allí, y en cambio, sus secuaces Goyle y Crabbe sí. Al igual que antes Draco, ellos habían tomado la manía de meterse conmigo, parece que Draco no les había dicho nada de lo que pasó entre nosotros.

—¡Eh Phoenix! —me gritó Crabbe—. ¿Qué se siente ser una Slytherin sin sangre limpia?

Opté por ignorarlos y sentarme en un sillón a estudiar, pero ellos seguían insultándome. Harta cogí mi varita y los apunté.

Mucus ad Nauseam —bramé y una luz verde salió de mi varita hasta apuntarlos.

Inmediatamente después, Goyle y Crabbe estaban estornudando y la nariz les moqueaba de una forma asquerosa. Muertos de la vergüenza, salieron corriendo en busca de la señorita Pomfrey. Sabía que no saldría bien de esta, Snape me castigaría y más ahora que me enfadé con él y él conmigo.

No me equivocaba, diez minutos más tarde entró con sus atuendos negros y su pelo del mismo color graso se movía de un lado a otro por cada paso que daba.

—¡Clark! Eso será un castigo este sábado ordenando mis pociones y 10 puntos menos... —se calló, no quería quitarle puntos a Slytherin.

Malhumorada acepté mi castigo y me fui a mi habitación. Miré el pequeño calendario para tachar un día de espera para San Valentín y caí en la cuenta. San valentín, sábado. No, no podía perderme la cita con Draco. Debía hablar con Snape.

A hurtadillas salí de mi habitación, antes convenciendo a Rose y Bridget mis compañeras de habitación de que no se chivaran.

Conseguí llegar sin ser vista, ya era entrada la noche y no debía estar circulando por los pasillos. Llamé a la puerta y un cabreado Snape me abrió la puerta.

—Señor... Quería decirle si mi castigo podría aplazarse al domingo, realmente necesito ese día para ir a Hogsmade con mis compañeros.

—No, usted cumplirá el castigo el día que se le encomendó.

Agaché la mirada.

—Por favor, señor. Es importante para mí...

Algo en Snape se emblandeció y acabó aceptando. Aunque me mandó estar una hora más de castigo.

En el caminó de vuelta, cruzando una esquina choqué con alguien. Ojalá no fuera Filch...

—Ten más cuidado por donde vas —masculló una voz muy conocida para mí, la de Draco.

—Draco, soy Phoenix... —susurré.

Sacó su varita y susurró «Lumus». Cuando me vio sonrió y me acercó a él. Yo estaba apegada a la pared y el frente a mí, acorralándome con sus brazos.

—No nos hemos visto muy a menudo en estos días —susurró muy cerca de mi rostro.

Asentí y sonreí, en este momento estaba sin palabras, me ponía muy nerviosa. Él acercó su rostro al mío, de una forma peligrosa. Deseaba que me besara, era lo único que quería ahora mismo. Como si me leyese los pensamientos, Malfoy posó sus labios sobre los míos y me beso de una forma suave. Mi mete se quedó en blanco, solo me centraba en Draco y sus labios.

Poco a poco el beso se fue intensificando pero nos tuvimos que separar para tomar aire.

—Esto... Ha sido fantástico —fui capaz de decir cuando me recompuse.

—Ese adjetivo se queda corto —dijo sonriente y se marchó.

Me quedé sola en ese pasillo, pensado, en Draco. Ahora que había vuelto a sentir sus labios, me sentí como libre. Por los pasillo también vi al famoso Harry Potter, no me caía mal, aunque por la fama que tenía en Slytherin mejor era no acercarse a él para no ser odiada por mi casa. Corrí antes de que se percatase que estaba allí, estaría haciendo alguna travesura, pero lo vi con un gran huevo dorado, el de la prueba de los Tres Magos. Me fui y volví a mi dormitorio, mis compañeras estaban dormidas y yo hice lo mismo. Mañana ya era sábado, estaba ansiosa de poder ir a Hogsmade con Draco.

•••

Acaba de llegar junto a Malfoy a Hogsmade. Las mesas de tabernas estaban llenos de alumnos dándose el lote por todas partes. Me sentía algo incómoda, ¿Draco y yo miraríamos todo el rato o estaríamos como el resto de alumnos? Nos sentamos en una mesa y pedimos la bebida.

Él me sonrió y me alagó: —Estás muy guapa.

Me sonrojé y con una voz estúpida y nerviosa le dije que él también estaba genial. La camarera nos trajo la cerveza de mantequilla y comencé a beberla mirándolo. Cuando terminamos me dio la mano y me explicó que íbamos a un sitio más reservado. Así fue, llegamos a un pequeño lugar desértico y nos sentamos en un viejo banco que había. Me miró y decidí yo besarlo. Fue un beso dulce, no como acabó siendo el de la noche anterior, intenso y lleno de necesidad. De todos modos besaba bien de ambas formas.

—Quería decirte si te atrevías a conocer a mis padres... El fin de semana que viene es el cumpleaños de mi padre e iré a la mansión, tengo permiso para salir de Hogwarts. Quizás si les dices a tus padres que te dejen salir...

Pero... Lucius no querría jamás que su hijo fuera un traidor a la sangre limpia.

—Pero... Tu padre ni siquiera me dejaría entrar cuando se entere que soy sangre mestiza.

Draco se quedó pensado, sabía que se podría liar algo bastante grande cuando viera que una mestiza era ¿amiga? de su único hijo.

Aún así me tranquilizó, me dijo que su padre me aceptaría cuando viera que la sangre no cambiaba nada en mí, pues según él, seguía siendo una bruja muy dotada. Me abrazó y me contó anécdotas sobre su niñez y me describió su mansión. Contaba todo con una mezcla de respeto hacia sus padres y un poco de alegría por todo lo que vivió.

Y en esa tarde, pude saber que me sentía bien con Draco. Sí, realmente estaba empezando a sentir algo especial por él. Y eso me ilusionaba a la vez que me atemorizaba.

Todo empezó por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora