Capítulo 10

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~Desde el punto de vista de Draco~

Llevaba varios días en casa tras el fin del año escolar. Flora había cumplido su promesa y se chivateó a mis padres de mi último reencuentro con Phoenix. Ella desde la amenaza se fue corriendo, dolida. En el expreso de vuelta a casa intenté hablar con ella pero me evitó. No se lo reprochaba, yo también le temía a mis padres. Por suerte, tras el regreso del Señor Tenebroso, del cual no podía hablar fuera de casa, mis padres estaban menos ocupados de mí. Así que es cierto que me llevé una gran regañina pero no más. Aunque he de admitir que yo mismo, estaba tan indignado de que mi último día con Phoenix fuera un desastre, que no salía de mi habitación. Me hundía y ahogaba en mis penas, y no quería salir de éstas. Miraba todo en mi habitación y solo imaginaba a Phoenix. Phoenix sentada en mi escritorio y sonriéndome. Phoenix en mi cama y yo besándola. Phoenix abrazándome. Phoenix contemplando el paisaje desde mi ventana mientras yo la abrazaba por detrás... Todo se consumía a ella, era mi presente y quería que fuera mi futuro. Exasperado y cabreado golpeé la pared. Mi puño ardía de dolor pero nada era comparable al vacío que sentía tras haber perdido a Phoenix. Suspiré y salí de mi dormitorio. Cabizbajos deambulé por los pasillos y bajé. En el comedor se encontraban mis padres y un grupo de mortífagos, bueno, los que no estaban en Azkaban. Mamá me hizo un gesto de que me largara si no me iba a sentar. Decidí sentarme, el conocimiento era poder. Me gustaba saber todos los pasos que llevaban a cabo los seguidores de Voldemort.

-Vamos a intentar sacar a los mortífagos de Azkaban. No será algo fácil y tardaremos bastante. Pero cuanto antes pensemos el plan mejor -dijo alguien, no vi quien, yo miraba la mesa.

-Pues opino que cuando eso se consiga ataquemos el ministerio. -dijo otra.

-Ya sabéis que el Señor Tenebroso tiene planes. Quiere llevar a Potter a algún lugar donde podamos acabar finalmente con él -intervino la voz que reconocí que era la de mi padre.

La reunión duró una hora más. Trataron muchos temas, en especial al asqueroso de Potter. Cuando terminó me levanté y me fui de la mansión. Necesitaba despejarme así que caminé tranquilamente. Pasé por delante de una roca. Antes no me llamaba la atención, hasta que Phoenix y yo pasamos una noche allí, juntos. Ella dormía y yo me quedé bastante tiempo controlándola. A mis ojos era la chica más espectacular que jamás había visto, una veela no conseguiría igualar su belleza. Seguí caminando, pensado en ella y en mí. Llegué entonces al lago. El lugar donde por un momento pensé que la había perdido para siempre. Por suerte Snape llegó y la salvó, no podría haber vivido con la culpa de que le hubiera pasado algo por mi culpa. Me senté en el embarcadero, con los pies dentro del agua. Pensé entonces en mi futuro, sabía que tarde o temprano mis padres me obligarían a unirme a los mortífagos. No sabía que pensar, era complicado. Desde pequeño había oído hablar de Voldemort pero no estaba preparado. No me sentía preparado para matar a nadie, ni siquiera a Potter. Noté una mano en mi hombro y me giré. Era mi madre que me sonrió.

-Tu padre y yo nos dimos nuestro primer beso aquí, ¿sabes? Cuando vine con mi familia de visita.

-Ya me lo contaste.

-Parece que tu también te besaste aquí con tu primer amor.

-Y será el último. Pues si no me dejáis estar con ella, no estaré con nadie más.

-Hijo... No seas así. Sabes que es imposible. No puedes salir con la hija mestiza de dos aurores.

No contesté, en parte sabía que llevaba la razón pero me resistía a la idea de dejar a Phoenix de lado. Me levanté y me fui en dirección a casa, sin esperar a mi madre que venía tras de mí. Enfadado volví a encerrarme en mi habitación. Me lancé sobre la cama y miré al techo. Era aburrido no poder hacer magia fuera de Hogwarts, porque ahora mismo lo que necesitaba era evadirme de todo. Cansado, cuando estaba apunto de dormirme, escuché susurros en el pasillo. Me levanté de forma rápida pero sigilosa y me acerqué a la puerta.

-Lucius, tu hijo debe ser mortífago. No podemos seguir esperando cuando es directamente la puerta que nos puede llevar a Hogwarts.

-Te he dicho varias veces que no. No está listo. Hay que esperar, por lo menos a que pase el curso que viene. Cuando ya hayamos derrocado a Harry y el ministerio se consuma en el temor -contestó mi padre al señor de voz grave con un tono de autoridad.

Tras esto escuché pasos pero nadie más habló. Así que ya era oficial, yo sería un mortífago. Probablemente en poco más de un año. Estaba en shock. ¿Qué podía pensar de eso? Por una parte me sentía bien porque mucha gente confiaba en mí, pero por otra no quería tener que hacer lo mismo que hacían mis padres y otros adultos. Pero supongo que el Señor Tenebroso me mataría si no le hacía caso. Y nadie en su sano juicio desearía la muerte. Aunque he de admitir que hay castigos peores a la muerte. Y mis padres y el resto de mortífagos sabían muchos de éstos.

Todo empezó por un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora