Lana y Tomas nacieron rodeados de lujos y riquezas, desde pequeños fueron guiados para comvertirse en dueños del mundo.
Su papá Ricardo Ponte un economista dueño de una cadena de hoteles muy prestigiosa y además futuro heredero de una empresa agroganadera millonaria, el pertenecía a una familia de personas humilde que con trabajo y esfuerzo habían obtenido toda la riqueza que hoy posee.
Su madre Isabel una mujer frívola y ambiciosa, pertenecía a una familia proveniente de la nobleza inglesa segun ella, pero que habían caído en la ruina por la vida de lujos y mala administración que llevaban.
Este fue el motivo para que llegará a casarse con Ricardo quien los había rescatado de la ruina.
Cuando los mellizos nacieron ella presumió la familia perfecta, la niña Lana seguramente sería instruida para convertirse en una gran dama digna de casarse con algún magnate, Tomas seguro estudiaría finanzas y se haría cargo de todos los negocios con su padre.
Ellos ya tenían una vida predeterminada, desde los 4 años pasaron de la mano de niñeras a la de institutrices, mientras ella tomaba clases de piano y modales, el tenía natación y clases de violin.
No tenían tiempo para comportarse como niños, a sus padres poco o nada veían ya que estos siempre estaban de viaje.
Desde que nacieron compartieron la misma habitación, Lana era dulce, sensible y muy frágil, además de que lloraba por todo, en cambio Tomas era temperamental tenía un carácter fuerte y difícil de controlar siempre se terminaba haciendo lo que el quería, además nunca lloro. Eran como el agua y el aceite.
Lo único en común entre ellos era la piel blanca y pálida, mientras ella tenía los ojos azules como el cielo claro, los de el eran grises y oscuros como las nubes de una tormenta, ella tenía el pelo rubio y el los tenía castaños.
El desde niño se tomó el cargo de cuidar y proteger a su hermana.