Cuatro meses han pasado desde que Otabek vive con los Nikiforov. Había recuperado su peso dormía mejor y ayudaba en todo lo que se necesitará. No había vuelto a su apartamento no era necesario.
Al ser el único heredero de su difunta madre se puede decir que no tenía la necesidad de trabajar. A parte de lo que Yuri había dejado a su nombre a escondidas. Su madre era la dueña de una empresa importadora a lo que Otabek sólo debía verificar y aceptar los contratos que quisieran hacer en su empresa.
Por otro lado la barriga de Yuuri estaba enorme, casi no podía caminar y Viktor estaba como loco porque ya se acercaba el momento de su cachorro nacer.
Otabek se volvió más cercano a Viktor y Yuuri ellos nunca dejaron de tratarlo como parte de su familia. Aunque habían varias discusiones porque a Otabek le gustaba tocar el vientre de Yuuri y el no se negaba, todo lo contrario. Yuuri mimaba tanto a Otabek que a veces se sentía como un niño pequeño.
Eran las ocho de la noche y Viktor acaba de llevar a Yuuri a su habitación para que descansara.
—Otabek, quiero hablar contigo—. Se sentó junto al Alfa menor en el sofá mientras rascaba su cabeza.
—¿De qué se trata?
Viktor jugo con sus manos como si buscar a una manera apropiada para lo que iba a decir.
—Quiero saber si no tienes pensado volver a tener pareja.
Bueno... Eso lo tomo desprevenido. No había pensado ni quería pensar en eso. Pero vamos el no podía seguir sólo el resto de su vida. En algún momento el querrá formar su propia familia. Los Nikiforov sabían que el no se quedaría con ellos para siempre aunque no habría ningún problema si lo hiciera.
—No... No había... Pensado en eso... Yo no...
— ¡VIKTOR!... ¡AAAHH! ¡VÍCTOR!
Los gritos de Yuuri pusieron a los Alfas en alerta. Salieron disparados a la habitación encontrándose con Yuuri sosteniendose de la cama mientras intentaba estar de pie.
—¡YUURI!—. Gritó el ruso corriendo hasta su esposo—. ¿Qué paso?
El Omega lo mira con odio mientras Otabek miraba todo desde el marco de la puerta.
—¡El bebé va a nacer idiota! ¡Como se te ocurre... preguntarme eso calvo! ¡Aah! ¡Demonios!
—Pero debería nacer en unos días más...
—¡Entonces dile al bebé que se quedé donde está... y me destroce!
—Yuuri...
—¡Maldita sea, estúpido ruso! ¡No dejaré... que me toques otra vez!
Aguantando los maltratos de su esposo como pudo lo tomo en brazos sintiendo la humedad en el pijama.
—Otabek toma el bolso azul que está en el armario y corre a encender el auto.