Prólogo

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La mañana era soleada, la luz entraba por cada uno de los ventanales del castillo iluminando cada rincón, las flores del jardín estaban recién regadas y dos tazas de té reposaban en la mesita que se encontraba en un lugar apartado donde daba algo de sombra. 

Una agradable conversación se mantenía por parte de dos grandes amigos, hace mucho que Enrique no tenía la oportunidad de conversar con su entrañable amigo Gregorio, quien viajó desde la lejanía de su reino para que así se realice este emotivo reencuentro. 

—Mi pequeño también es un travieso, ha roto el jarrón que le regalé a su madre.

—Me imagino, los pequeños son así. Debes ser paciente. 

Ambos ríen. 


Cada semana tanto Enrique como Gregorio se trasladaban de un reino al otro para seguir en contacto, las tazas de té calientes y un jardín espléndido estaba siempre esperando a por los dos amigos en cada uno de los castillos. 

La pequeña Kristen se mantenía quieta frente a su madre cuando ésta trenzaba su cabello mientras cantaba canciones inventadas por ella y su hija,  abajo el Rey Enrique como de costumbre hablaba con el Rey Gregorio de todo lo que había sucedido en la semana. Ambas se encontraban contentas de ver a Enrique tan animado tras la aparición de su amigo de la infancia. 

Al terminar de trenzar el largo cabello color carmesí de Kristen ésta corre contenta junto con su muñeca de trapo en brazos, se dirige al jardín principal donde se encuentra su padre y así mostrarle el gran trabajo que ha hecho su madre con su larga y alborotada melena. 

—Padre. —Con sus pequeñas manos tira una y otra vez de la túnica de su padre. 

—¿Qué sucede pequeña Kristen? —Dice el hombre poniendo su atención en ella. 

—Mamá me ha hecho unas coletas estupendas. 

—Dile que le envío mis felicitaciones, ha hecho un buen trabajo. —Responde tomando una de las coletitas de su pequeña entre sus manos. 


Un año después 

Enrique se encuentra mas que confundido, dejó solo al travieso Gregorio por un segundo y ha desaparecido como por arte de magia del jardín donde habitualmente suelen reunirse ambos. Pregunta a cada uno de los sirvientes y todos niegan haber visto hacia dónde se dirigió su amigo. 

Sube las escaleras y de una de las habitaciones se escucha de pronto lo que parece el sonido de cristales rompiéndose en mil pedazos. No sabe de cuál de todas ha venido el sonido, así que decide abrir puerta por puerta con la esperanza de hallar lo que se ha roto. Después de inspeccionar cuatro habitaciones se dirige a la quinta. Pero antes de que entre Kristen sale despavorida de una de las habitaciones del fondo y mira con los ojos muy abiertos a su padre, éste planea preguntarle lo sucedido pero ella corre sin rumbo por el pasillo y su padre le sigue. 

Teme que rompiera algo y se hubiera lastimado. Por mas que la llama, la pequeña no se detiene ni da explicación alguna, el Rey Enrique escucha que su pequeña gimotea y solloza pero sin mirar atrás siquiera. Llega así pues hasta las caballerizas y no encuentra a su hija por ningún sitio. 

—¡Kristen! —La llama. 

La pequeña no contesta. 

—¡Kristen cariño, soy papá! —Insiste. —Sal de donde quiera que estés. 

Ve de pronto que un montón de paja acumulada en una esquina se mueve descubriendo así el escondite de su hija. Se acerca cuidadosamente para que se no sobresaltara de nuevo y evitar que salga despavorida como lo hizo hace un momento. 

Al verla se arrodilla hasta quedar a su altura, la niña se encontraba recostada en la paja abrazando sus propias piernas, con la cabeza escondida entre sus frágiles y pequeñas rodillas, se movía de adelante hacia atrás y temblaba. 

Kristen siempre ha sido una niña llena de miedos, cualquier cosa podría asustarla, lo que a sus seis años sería algo normal, pero su padre nunca antes la vio tan mal como para huir de él. 

La acerca despacio hacia su cuerpo y la abraza. 

—¿Tuviste alguna pesadilla, cariño?

Niega con la cabeza lentamente. 

—¿Viste algo que te asustara?

Esta vez asiente. 

—Dime qué se ha roto—Continúa hablando el padre. 

La niña levanta la cabeza y lo primero que revela son sus grises ojos que se ven completamente enrojecidos junto con el resto de su rostro. Enrique evita reír ya que le parece cómico que su hija se tornara completa del mismo color que su cabello. 

—Se ha roto la caja musical de mamá. 

Besó su frente. 

—Tranquila, ya conseguiremos una mejor. 

—Pero... ¿Quién ayudará a mamá?—Continúa entre sollozos. 

—¿Qué ocurre con tu madre? —Enrique se sobresalta al ver que la niña se niega a hablar y esconde de nuevo su cabeza entre las rodillas. —Kristen ¿Qué tiene tu madre?

La niña no responde, en lugar de ello su llanto de hace más agudo, parecían más gritos que cualquier otra cosa. 

Él se parata de ella para correr lo más rápido posible de vuelta hasta el castillo, ahora su búsqueda ha cambiado, tiene que encontrar a Sarah cuanto antes. Teme lo peor después de la reacción de su hija. 

Llega a la sección de habitaciones donde estaba buscando hace un momento y se sitúa frente a la puerta que él y su esposa compartían y sin dudar la abre encontrándose así con el acto más atroz que ha podido ver en su vida. 

—Ayu...dame. —Logra decir su esposa que se encuentra tendida sobre la cama y después de ello pierde el conocimiento. 

Enrique lo mira directo a los ojos, como si no pudiera creer lo que está viendo, su cuerpo entero se paraliza y trata de pensar que lo que acaba de suceder está siendo un sueño, una terrible pesadilla. Pero se da cuenta de que no es así. 

Enrique empuña un abrecartas que se encontraba cerca de la entrada y sin pensarlo se abalanza sobre él fúrico y toma a Gregorio por el cuello. La imagen de su amigo sobre su esposa desnuda en la cama en medio de un charco de sangre que provenía del cuerpo de ésta última se apodera de su mente.

—¡Ella me sedujo! —Grita Gregorio desesperado. 

Enrique lo apuñala varias veces en un terrible acto de ira, una puñalada tras otra dan contra el cuerpo de este hombre hasta que deja de moverse.  

Enrique suelta el arma homicida y analiza cuidadosamente la situación que sin duda va a costarle muy caro. 

Kristen, Cabello de fuegoWhere stories live. Discover now