Como de costumbre Kristen se encontraba ofreciendo pan a todos aquellos que mas pudieran necesitarlo. El panadero que trabajaba en el castillo era cómplice de la muchacha y horneaba cada vez mas para que ella alimentara a los campesinos. Al igual que los guardias de la entrada del castillo, que la dejaban entrar y salir las veces que ella quisiera, con la única condición de que su padre no se enterara.
Vio un hombre que parecía estar muy débil tendido en el suelo, se agachó y sacó de la cesta una hogaza de pan para ofrecérsela. El hombre parecía estar tan mal que apenas pudo levantar la mirada hacia esa hermosa chicas de corazón tan noble, sonrió y tomó el alimento con sus mugrientas manos.
Kristen se quedó allí viendo como el hombre disfrutaba de lo poco que ella podía ofrecerle, de vez en vez él le dedicaba una mirada de agradecimiento cada que podía, le ofreció algo de agua y el pobre la bebió sin detenerse aunque sea a respirar.
—¿Qué ha pasado con usted? —Pregunta la muchacha sentándose junto a él.
El hombre se llevó el pan a la boca y habló mientras masticaba.
—Hace unos días esos bárbaros destruyeron mi casa y se llevaron a mi familia.
Kristen no pudo evitar enfadarse con aquellos salvajes mas de lo que ya podía estar, sentía tanto odio que difícilmente le cabría todo en el pecho. Cada una de las personas que allí vivían la convencían cada día un poco mas del daño que el Rey Gregorio les ha causado, aunque sabe que su padre se ha insensibilizado drasticamente tras la muerte de su reina, intuye perfectamente bien que el otro reino estará en las mismas o peores condiciones que este.
Le repugna por completo la guerra, personas inocentes deben pagar por el error de otros y eso no es para nada justo. No se imagina lo que deben sufrir estas personas siendo tan vulnerables y sin saber cómo defenderse, o quizá intenten hacerlo, pero seguro que terminarían con sus vidas sin pensárselo dos veces.
Un golpe la sobresaltó, por un segundo pensó que quien lo había recibido fue ella, trató de buscar alguna parte dolorida en su cuerpo, y al mirar a su lado vio que habían golpeado al hombre que estaba junto a ella y el pan había caído al suelo. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que se encontraban allí justo en ese momento, forcejeando con la gente y despojándolos de sus pocas pertenencias, ella jamás les había podido ver de cerca, su padre insistía en que no saliera jamás del castillo y así lo hizo hasta hace un par de años que decidió ver en qué estado se encontraba todo.
Decenas de soldados con el emblema del reino de Gregorio se encontraban maltratando a la gente desafortunada que se encontraba al rededor de ellos. Se paró de inmediato y encaró al hombre que había golpeado al pobre campesino.
—¿Qué se supone que están haciendo? —Dijo con firmeza.
Mostró sus torcidos dientes en su dirección.
—Conque muy ruda... No te interpongas en nuestro camino. —Sentenció.
—Ninguno de ustedes me ordena qué debo hacer. —Su posición era de valentía pura, no pestañeaba siquiera, mantenía los puños apretados. Tanto que sintió incluso que sus uñas penetraron las palmas.
El soldado la tomó del antebrazo y la movió con brusquedad, aún así ella mantuvo el contacto visual con la esperanza de hacerle desistir de lo que estaba haciendo.
—¡Ninguna cualquiera me habla así!
Kristen tiró de su brazo para que le suelte y el soldado no pretendía suavizar el agarre.
—¡No soy ninguna cualquiera!—Levantó drásticamente el tono de su voz. —Suéltame de una vez o te arrepentirás.
Una nueva sonrisa de incredulidad se formó en el rostro del desfigurado hombre, parecía haberse quemado, tenía cicatrices por todos lados y unos dientes que le producían asco a Kristen. Aprisionó el cuello de la joven con su mano libre y apretó dejándola sin aliento.
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Kristen, Cabello de fuego
Romance¡ATENCIÓN! CONTENIDO AUDULTO... Lee bajo tú responsabilidad. Un grave error del Rey Enrique, lo llevan a él y a todo su pueblo a una interminable guerra. Kristen, la princesa se ve obligada a huir de todo y de todos, no puede confiar en nadie. Par...