Su cabello se encontraba pulcramente recogido en una larga trenza, justo como a ella siempre le ha gustado. Pero no esta vez, sentía que ya nada podía animarla, ni siquiera el hecho de que terminara por fin de peinar su cabello tras un arduo trabajo por conseguirlo. No podía sentir otra cosa que no fuera el profundo dolor que llevaba en su pecho.
Últimamente no se animó siquiera a darle pan a los campesinos, pero aún así no podía faltarles. Para su suerte Iza estaba siempre ahí de forma incondicional, apoyándola en todo y se ofreció ella misma a ir cada tarde a alimentarlos. Kristen por su parte solo estaba en su habitación, haciéndose una idea de lo que podría estar haciendo justo en esos momentos con Adam en el lago. No podría sentirse mas arrepentida de entregarse a ese hombre sabiendo la situación en la que se encontraba, se arrepentía de haber arruinado aquella amistad que surgía y aquel nuevo sentimiento que había entre ambos.
Y ahora todo eso se redujo a tardes interminables llenas de llanto y dolor, no podía estar encerrada en el castillo por tanto tiempo, si seguía así se volvería loca.
Escuchó a lo lejos el llamado de su padre, no quiso contestar ni bajar para mantener otra muerta conversación de lo que fuera que quisiera compartir el rey con ella. No podía sentirse mas cansada de todo, incluso el tener a su padre tras ella preguntando una y otra vez algo que ella ni en mil años podría responderle, eso la fatigaba y mucho.
No recordó un momento en su vida donde la felicidad y la tristeza pudieran mezclarse de tal forma. Kristen por otro lado tampoco quería que ese mágico momento se borrara de la existencia, fue la primera vez que un hombre la tocó de ese modo. La primera vez que estuvo entre unos brazos tan fuertes y masculinos. Nada que ver con aquellos desnutridos campesinos que la abrazaban cuando recibían un trozo de pan.
Adam causó en ella deseo, mucho deseo y cientos de cosas que ella no podría descifrar sola. Solo él podría aclarar sus pensamientos, solo si pudieran estar juntos ella le haría saber lo mucho que quiere repetir lo de la última vez. Pero sabe que no es correcto, él es un hombre que el Rey Enrique jamás aceptaría como sucesor, no aceptaría como esposo de su hija y mucho menos lo aceptaría como parte de su familia. No a menos que fuera miembro de la realeza.
Sintió de un segundo a otro como tiraban fuertemente de su brazo, la volteó bruscamente y la obligó a mirarlo. Era Enrique, estaba enfurecido. Sus ojos por poco se salían de sus órbitas, su cara había adquirido un encendido color carmesí y tenía la mandíbula tensa.
Kristen sintió confusión de inmediato, no podía entender el por qué del enojo de su padre. No sabía qué hacer, la enfurecida mirada de el hombre estaba sobre ella.
—¡Te he estado llamando! —Le gritó.
La primera y última vez hasta ahora que su padre se enojó tanto las cosas no terminaron nada bien. No había visto a su padre así en años y ahora nada de esto le daba un buen presentimiento.
—¡Estoy hablándote, Kristen! —Volvió a gritar contra su cara.
Sentía miedo, ahora mas que nunca se sentía como un frágil animal frente a un vil depredador.
—Debes salir de aquí ya mismo, vendrán a recogerte en un carruaje. —Tomó una profunda respiración. —Quiero que te vistas con harapos y ocultes tu rostro, no vayas a hablar con nadie durante el trayecto.
Kristen confundida se limitó a asentir enérgicamente.
Sin mas su padre le soltó el brazo y fue ahí cuando éste empezó a dolerle, salió el Rey de su habitación dando un portazo tras de sí.
¿Debía huir? ¿De quién? ¿Por qué su padre no iría con ella?
Miles de preguntas asaltaron su mente y la única respuesta que obtuvo no era muy gratificante, sabía que en poco tiempo correría sangre por el reino entero. La simple idea le daba horror. No quería irse y dejar solo a su padre, no podía hacerlo. Pero si hacía el intento de quedarse no le iría nada bien.
Tomó algunos vestidos de los cajones, todo lo que podría hacerle falta. Lo hizo lo mas rápido que pudo. Pero debía ir por algún saco donde pudiera meter todo lo que necesitaría. Como alma que lleva el diablo bajó las escaleras de dos en dos con el corazón a punto de estallar dentro de su pecho. Ni siquiera podía hacerse una idea de lo que le esperaba en el futuro, como siempre solía repetírselo mentalmente debía ser fuerte, valiente. Quería dejar de sensibilizarse ante tantas situaciones.
Llegó hasta la cocina y se encontró con la cara de preocupación de Iza, seguida de la de Robert y todos los demás cocineros. Instintivamente se echó a los brazos de la empleada y lloró desconsoladamente, temía que a aquellos que debía dejar atrás hoy no los volviera a ver mañana. ¿Una vida sin su padre? No podía hacerse una idea de lo doloroso que sería eso.
Iza secó sus lágrimas y forzó una sonrisa.
—Ya está, princesa.
Kristen la tomó por los hombros y la sacudió con fuerza.
—¡Dime qué pasa, por el amor de Dios Iza, dime! —Gritó con nuevas lágrimas brotando de sus ojos.
—No puedo...
—No me vengas con que son órdenes de mi padre, quiero saberlo ahora. —La interrumpió.
Iza tomó una considerable cantidad de aire y luego lo dejó libre.
—Es el Rey Guillermo, está cada vez mas cerca. —Afirmó.
—¿Quién es él? —Preguntó Kristen.
—Es el sucesor del Rey Gregorio, viene hacia aquí buscando venganza.
Kristen se llevó las manos a la boca, eso no podía ser.
—¿Por qué no hay tropas protegiendo el castillo? —Continuó con las preguntas.
—Porque el Rey Guillermo propuso llegar hoy a un acuerdo con su padre, pero usted lo conoce bien y sabe que no querrá llegar a un acuerdo con ellos.
Iza jamás pudo decir algo mas cierto que eso, su padre no accedería a ninguna de sus propuestas aunque de recibir tanto oro como fuera posible se tratara. Definitivamente todos ahí estaban perdidos, no conocía al hijo de Gregorio pero está claro que ha sido igual o peor que su propio padre durante todos estos años. Sin piedad ha dejado ese reino en la ruina y ha mandado a matar a centenares de personas.
—¿Cuándo llegarán? —Pregunta Kristen atrapando de nuevo la atención de Iza.
—Eso no lo se...
—¡Bueno! Basta de tanta charla, se queda sin tiempo princesa, su carruaje la espera afuera.
El corazón le palpitó a mil con la fuerte voz de Robert, no podía irse justo ahora que sabía que quizá no volvería a ver a ninguna de las personas que estaban ahora frente a ella, y peor aún sabiendo que la vida de su padre corría peligro.
Negó con la cabeza.
—No puedo irme ahora. —Dijo de nuevo entre lágrimas.
—Debe irse ahora mismo, vaya por sus cosas y corra. —Habla Iza con voz tenue.
Negó de nuevo sin poder parar de hacerlo, no quería irse y dejarlos a ellos.
—Vaya de una vez, debe irse por la parte trasera, por ahí nadie la verá. —Continúa Robert. —La puerta está abierta solo para que usted salga.
Otro cocinero le da el saco que estaba buscando y Kristen corre entre lágrimas a su habitación, como puede llena el saco con sus pertenencias que por cierto son muy pocas. Se viste con la ropa mas antigua y rota que pudo encontrar, ocultó su cabello la típica capa que solía usar al ir a alimentar a los campesinos.
Se dirigió hacia la cocina nuevamente para despedirse de todos pero escuchó un fuerte ruido, salieron todos corriendo para ver de qué se trataba y el sonido los guió hasta el sitio donde se encontraba el trono del Rey, así se encontraba él y de frente estaban varios hombres con el emblema del Rey Gregorio en sus armaduras, pero dos hombres en específico dejaban ver sus rostros y solo uno de ellos le parecía un completo desconocido, le habría encantado que con el otro le pasara igual.
—¡Kristen, te dije que te fueras! —Levantó la voz su padre al notar su presencia.
Ambos hombres dirigieron su mirada hacia ella, uno la miraba con malicia. Pero el otro la miraba de la misma forma en la que la miró hace tanto tiempo en el lago.
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Kristen, Cabello de fuego
Romance¡ATENCIÓN! CONTENIDO AUDULTO... Lee bajo tú responsabilidad. Un grave error del Rey Enrique, lo llevan a él y a todo su pueblo a una interminable guerra. Kristen, la princesa se ve obligada a huir de todo y de todos, no puede confiar en nadie. Par...