Capítulo 4

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- Que mierda has hecho Bruno? - interfirió otro de esos hombres.

También tenía una máscara negra y sólo podía ver su cabello y parte de sus ojos.

- Porqué me llamas así? - se molestó.

- Es tu nombre.

- Si pera ella no debería escucharlo.

- Que le has hecho? - me miró el castaño con....lastima?

- Le he dicho que se calle pero no me ha hecho caso.

- Eres un maldito, me duele!! - señalé mi pierna.

Al final se desvío no me disparó en la cabeza si no en la pierna.

- No podemos matarla todavía debemos pedir recompensa.

- No me maten - interrumpi.

- Joder que te calles!! - gritó mi otro capturador.

- Si tus padres pagan la recompensa no te mataremos.

- Si me dejan ir yo no los delataré simplemente me iré y no me volverán a ver.

- Eres como un grano en el culo que parte de que quiero que te calles no entendiste Nadine? - me regañó el moreno.

- Como sabes mi nombre? - me asusté.

- Pues....

- Dime - insistí.

- No te tengo porqué dar explicaciones a ti, mejor vámonos - se llevó al otro chico.

- Bruno como lo sabes? acaso eres un maldito acosador? - grité enojada.

Cerró la puerta con fuerza dejándome encerrada en el mismo lugar y con la pierna lastimada.

Dolía como el infierno y lo peor es que la bala seguía ahí, no podía mover la pierna bueno si podía pero se siente un dolor horrible cuando la muevo.

- Me duele - susurré con tanto dolor.

Me senté en el sucio suelo intentando sacarme la bala pero no podía, cada vez que tocaba la herida en mi pierna lo único que podía hacer era gritar.

Ya no quería seguir gritando si me escuchan vendrán de nuevo a golpearme y no quiero eso.

Nunca nadie me había golpeado y me habían tratado tan mal en mi vida, sin darme cuenta me pregunté a mí misma que lo había llevado a ser así.

No sé porqué me hice esa pregunta pero lo pensé mucho tiempo, retrocedí al darme cuenta que había una rata cerca de mí.

Odio tanto a esos animales y no quiero que se acerque a mí, me cubrí el rostro dejando de mirarla.

Escuché unos pasos pero seguí con la cara cubierta no quería ver a nadie, escuché un quejido y dejé de cubrir mi rostro.

Ya no había nadie pero la rata estaba aplastada con las tripas de fuera, supe que alguno de ellos la había matado debido a que me molestaba verla.

No sabía con exactitud quién había sido pero estaba un poco agradecida por eso.

Síndrome De Estocolmo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora