Cualquier otra parte

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Kaminari estaba más nervioso de lo que él podía imaginar por esa "salida de amigos" que iba a tener con Jirou. Había bajado media hora antes sólo para llegar antes que ella, más para no llegar tarde. Le sudaban las manos y temblaba, no quería meter la pata para absolutamente nada. Si lo hacía, de seguro la chica le daba la patada, lo sabía, y no podía volver hacia atrás después de ese enorme avance.

— ¿Ya estás aquí? —dijo la chica nada más llegar al salón, viendo como él daba un pequeño salto en el sitio porque estaba inmerso en sus pensamientos.

—Te estaba esperando. —Se levantó, esbozando una sonrisa.

—Ya veo —murmuró ella.

El rubio se iba a inclinar para besarla, pero ella enseguida se echó hacia atrás, mirando a ambos lados por si alguno de sus compañeros estaba.

— ¿Qué te dije? —Le golpeó en el brazo.

—Lo siento, Kyouka —murmuró frotándose la zona golpeada.

—Vamonos —dijo abriendo la puerta.

— ¿Llevas un paraguas?

—En la mochila. —Asintió.

—Pues vamos. —Sonrió cerrando la puerta tras él—. ¿Sabes dónde es?

— ¿Cómo no lo voy a saber? —Puso los ojos en blanco hacia algo tan obvio.

— ¡A saber!

—Idiota —murmuró ella.

Él se limitó a sonreír y seguir a la chica camino al local.

Jirou había dudado, después de planteárselo, si llevarlo era una buena idea. Sabía que ambos tenían gustos musicales similares y que sería el único que no se quejaría en cada canción porque quería salir de ahí, o porque se aburría, o cualquier derivado; pero el filtro del chico era lo que más le preocupada y, debido a lo que pasó el día anterior, Kaminari podría tomarse más libertades de las que ella quisiera.

No iba a mentir que no le había gustado el beso y tampoco al decir que no quería más, pero quería guardarse todo eso para si misma. Sus sentimientos hacia el rubio estaban despertando, ella lo sabía. Unos sentimientos que Jirou nunca hubiera pensado que aparecerían hacia Kaminari. Aun sabiéndolos, no iba a ir por ahí gritándolos, primero porque le daba vergüenza admitirlo en voz alta y, segundo, porque oír la charla de Yaoyorozu sobre la cuanta razón tenía. No le iba a dar esa satisfacción después de su actuación.

—Es aquí —dijo ella al llegar al sitio.

Lo primero que se veía del sitio eran una escaleras que bajaban hasta un local subterráneo compuesto por varias mesas que apuntaban a un pequeño escenario. Destacaba una barra cerca de la puerta y la luz suave que había en todo el local de paredes rojizas, decoradas por imágenes en cuadros ya siendo de cantantes, posters de grupos o discos.

—No sabía que un lugar así existía —murmuró el rubio.

—Aquí suelen actuar grupos para conseguir un contrato en alguna discográfica. La de mi padr-

— ¿Tu padre trabaja en una discográfica? —Él le miró sorprendido.

—Si, ¿no lo recuerdas? Te lo dije hace unos días, idiota. —Ladeó la cabeza.

El sonido de un rayo; KamijirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora