Con las ganas

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Dio gracias a lo que estuviera ahí arriba por levantarse antes que Kaminari esa mañana. Si él se hubiera despertado antes, juraba que su reacción iba a ser de todo menos buena. Se sentía a gusto entre sus brazos, no lo iba a negar, pero no sabía que reacción iba a tener el rubio y ella no estaba para trotes por las mañanas.

Se levantó con sumo cuidado para que el chico no se desvelara e intentando que el brazo de él se despegara de su cuerpo de alguna manera sutil, y arrastró los pies con cuidado hacia la puerta para salir de ahí. Miró una última vez hacia detrás, observando la ternura que Kaminari desprendía dormido después de la noche que le había dado. Ojalá siempre fuera así y no se transformara en el monstruo salido y estúpido que realmente era.

En su vida se hubiera imaginado lo cariñoso que era Denki. Abrazos, besos, caricias, susurros... Todo aquello que la chica nunca hubiera pensado que alguien le haría. Se sentía querida, deseada, aunque no hubieran pasado aquella barrera. Se sentía tan bien consigo misma que no podía quitar la sonrisa tonta del rostro.

Por unos segundos se había olvidado de que salía de la habitación de Kaminari y de que estaban en la residencia, teniendo dentro de la peor de las suertes la mejor de ellas ya que se topó con Kouda, quien acababa de subir al piso junto a su mascota.

El problema hubiera sido si se hubiera encontrado a Hagakure o a Iida. La primera no callaría con lo visto y lo promulgaría por todos los lados; y el segundo le daría la murga por incumplir las normas hasta la saciedad, diciéndoselo también a todos.

El pobre chico, avergonzado, miró para los lados viendo si se había equivocado de ala cuando la intrusa ahí era Jirou. Ambos se quedaron paralizados mientras ella procesaba que decir. ¿Le había visto salir de la habitación de Kaminari? Seguro que si pero no se lo iba a decir. Su silencio era lo mejor que podía pasarle en ese momento.

— ¿S-Se ha escapado? —preguntó ella señalando al conejo.

Kouda asintió mientras la chica se acercaba a acariciar al animal.

—Verás —murmuró— no sé que has visto pero no es lo que piensas. —Él comenzó a negar—. Por favor, guárdame este secreto. N-No me gustaría que nadie más se enterara de esto, q-que no hemos hecho nada pero sería vergonzoso. —Comenzó a mover las manos mientras sus mejillas se volvían rojas—. Por eso te pido que no se lo digas a nadie. —Él asintió numerosas veces haciendo que Jirou sonriera—. Gracias, sabía que podía confiar en ti y, si necesitas ayuda, pídemela. Te debo una.

Se despidió con la mano antes de marcharse a su habitación. Ya dentro decidió ducharse, cambiarse y bajar a desayunar, pensando en que hacer ese día libre.

Menos mal que no llegó a tener nada pensado ya que Yaoyorozu tenía todo el plan montado.

—Kyouka-san. —La chica de la coleta se colocó enfrente de ella, apoyando ambas manos en la encimera.

— ¿Qué pasa, Yaomomo?

—Ayer hablamos todas de pasar la tarde de hoy juntas.

— ¿Cuándo lo hablasteis?

—Cuando estabas con Kaminari —murmuró a ambos lados para asegurarse que nadie le escuchaba. Jirou no pudo evitar sonrojarse con solo escuchar el nombre del rubio—. ¿Hoy tienes planes con él?

El sonido de un rayo; KamijirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora