Un delicioso sueño

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Desde la perspectiva de muchos, ser pastelero, cocinero o en su defecto...amo de casa conlleva a saberes básicos en cocina y presentación de platillos...

Un par de estudios, unos cuantos años casado, libros y recetas de cocina...lo normal y nada extraordinario.

Pero no, no...no se dejen engañar por la sutil e inofensivo imagen que pueda dar la estufa frente a ustedes, es más peligrosa de lo que creen.

Desde que estaba en la silla andadera disfrute de los más ricos postres creados por los rudos y torpes de dos de mi padre y de las mas exquisitas comidas hechas con la bellas manos de mi madre, formando así un paladar exigente en mi.

Mis amigos odian eso, ir a cenar significa una constante evaluación de la comida, bebida y postre del lugar que hayan elegido, para después dar mi veredicto al mesero y este, una de dos, me sonría e invite un trago o, nos eche del lugar para siempre.

La misma historia desde hace años.

Alguna vez odie esto, odie saber cocinar, tener buena sazón y gusto crítico...pero luego me di cuenta de que podría vivir de ello, así que pedí a mis padres cursar la carrera de gastronomía en la mejor Universidad de Seúl, ellos sin la más mínima palabra me lo concedieron...tal vez esperaban eso.

Entre y tras arduo estudio me titule como licenciado en Gastronomía.

Desde el primer minuto como "Licenciado en Gastronomía" ame ver aquel papel colgado en la pared de mi casa, mi madre tenía un lugar especial para él sin importar que y yo...vaya...creo que ese día mi ego creció mucho.

Experimente el trabajo de una cocina por primera vez, un mes después de salir de la Universidad, mis ganas h mi entusiasmo no podrían haber estado más al máximo...pero...

Los gritos, el movimiento constante, la suciedad momentánea, las filipinas manchadas, el humo de las ollas...no...no era lo mío.

Me frustre enormemente al salir de mi turno aquel día, a mi olfato llegaban toda clase de aromas que no lograba distinguir con tal de imaginar su sabor... simplemente un caos.

Tire el delantal en el primer bote de basura que ví por ahí y escribí una disculpa al señor Takeda por aceptarme y por irme solo así.

La deje pegada en la puerta de acceso a la cocina y salí huyendo de ese lugar.

Sé que aquel día la suerte, digamos que no estaba de mi lado... simplemente no.
La fuerte lluvia que azotó la ciudad casi me hace desistir de seguir caminando, honestamente la idea de tirarme en el asfalto a que mi cuerpo se fundiera con la banqueta, no sonó tal mal...resultó llamativa, pero debía dar una explicación a mis padres del porque de mi primer fracaso en el empleo, por muy absurdo y ridículo que sonará.

Transite por algunas calles extra esperando que una idea del como expresarme llegase a mi mente, pero nada...me rendí.

Camine a paso decidido a mi casa y cuando estaba a punto de llegar, a pesar del desastre culinario que había olfateado todo el día, un delicioso aroma nublo casi mi mente haciéndome bajar la velocidad de los pasos, quedando parado frente a mi puerta.

Tenía miedo de decir que había pasado, fue justo en ese momento que sentí la fría lluvia golpear mi piel y el frío ir poblando mi cuerpo.

Cuando mi cabeza ya empezaba a formular un plan de escape la puerta se abrió y mi madre mostró en su rostro una dulce sonrisa que hizo que, en ese preciso instante, todo en mi se desmoronara.

Corrí hacia ella y me refugie en su pecho llorando como cuando tenía 5 años y los niños decidian tacharme de niña solo porque yo no jugaba a los carritos.

Sentí después algo cálido y cómodo abrazar mi cuerpo y me di cuenta de que mi padre me había colocado una toalla sobre la espalda.

Mis ojos aún brillaban por las lágrimas cuando entre a mi casa y trate de no llorar aún más fuerte cuando mi madre me recibió con un plato de mi estofado favorito y mi padre con una jarra de su limonada especial, fue lo más hermoso que tuve.

Ambos se concentraron en consolarme y decirme que no había porque llorar, que era normal que pasará eso, ellos me entendían.

Aquella noche dormí perfectamente, porque aúnque aún tenía por mi futuro, sabía que los golpes que me deparaba la vida, podría enfrentarlos.

Desperté muy temprano, con folder en mano bajé a desayunar después de una merecida ducha y mire a mis padres sentados a la mesa, ambos conversan y sonreía a ratos, sus manos estaban entrelazadas miéntras que sus miradas eran llenas de amor.

Sonreí, porque esa era mi idea de una vida feliz, buena comida, una agradable compañía con el amor de tu vida y hacer lo que te gusta, ¿No es la combinación perfecta?

Me senté junto a ellos después de haber soñado lo suficiente y bese sus mejillas como saludo, madre me sirvió un par de panqueques con miel y moras, mientras mi padre me servía malteada.

Les mire fijamente, sé que me consienten...pero los conozco y se que trama algo.

Iba por el tercer panqueque cuando mi padre tendió frente a mi un documento doblado a manera de tríptico, lo tome y conforme lo extendía mis ojos también se amplíaban...eran...las escrituras de un local.

Les mire interrogante durante una eternidad y fue hasta que la risa se les pasó que decidieron hablar.

Resulta que después de terminar la universidad, mis padres habían pensando en algo un poco distinto a lo que yo me apresure a elegir...un restaurant familiar.

Pero no cualquier tipo de restaurant, bueno...si, peo las áreas estarían repartidas entre los tres.

Mi madre se encargaría de sopas y platos fuertes, mi padre de entradas, bebidas y todo lo relacionado a  coctelería y yo...bueno, emplatado y postres.

Si, ese sería el negocio familiar.

De nuevo lágrimas bajaron por mis mejillas y abrace a ambos de demasiado feliz.

Por fin...nuestros sueños se harían realidad.








Hola!

Nueva historia, espero les guste.

Será un pequeño compilado de sucesos en una pastelería 7u7...les gustará o al menos eso espero jejeje.

Nos vemos en el próximo capítulo, serán como 6 máximo.

Red Velvet...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora