Con el café en la boca

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El celular en la mano, de pie, pidiendo un café. Sonreír al tener la presencia de dos, dos lindas almas, dos sonrisas preciosas, dos nombres de etimología masculina, con apoyo, un hombro para llorar. Pedir un chocolate blanco, que frío provoca un calor acogedor, la crema batida que se derrite suavemente sobre el café, con el sorbo que los labios dan y disminuye poco a poco hasta llegar al fondo. Tratando de hablar con alguien a horas del lugar, sin oportunidad de obtener señal suficiente, sin el silencio necesario. Porque hay un gran bullicio en el café, aunque parezca tener tanta compañía, estoy sola. Sola y deprimida, con la fuerte intención de dar una sonrisa a ambas almas que sonríen, pero en el intento, así como en la mayor parte de la vida, fallar, llorar con lentitud, sintiendo cada lágrima resbalar por las mejillas, cerrar los ojos para evitar que la velocidad de la caída aumente, dejar caer los parpados para evitar que la sociedad se burle, o que piense que soy débil, que estoy indefensa.

No lo estoy, solo me encuentro en el hoyo temporal de la vida, aquel que te tira con fuerza, y que con dificultad logras salir de él para continuar el largo camino que falta recorrer.

Dejar salir esa horrible sensación, el nudo, las ganas de tirarte a llorar, el deseo inconmensurable de recibir un fuerte abrazo, de tener un escudo que te proteja para dejar todo de lado a excepción de la propia alma. Y luego, recibir ánimos, ánimo para seguir, porque soy gran persona, porque soy mejor de lo que pienso, porque siempre seré suficiente.

Al final recibir un beso en la mejilla, y una despedida, nunca estarás sola, nunca dejarán de apoyarte, no. Pero sí enfrentas todo; Todo lo haces tú, sin nadie, caes tú, te duele a ti, tú recibes el golpe, los rastros de lágrimas se quedan marcados en tu piel, el abrazo que necesitas debe ser tuyo, solo tú te levantas. Un alma me dio un beso, ambas me regalaron un abrazo, enorme, acogedor, de apoyo moral.

Pero, después de la bella despedida, partieron. Me sonrieron, se fueron. Estuvieron allí, por un momento, pero no lo estarán toda la vida. Con ese café en la boca, con el chocolate blanco recorriendo mis papilas, me encontré dos almas, que me enseñaron a levantarme, pero sólo me enseñaron, yo me levanté.

Poemario "Pedacito de mi alma"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora