30 de junio, 1999
Samuel Bakker, era el nombre del chico que ahora se encontraba jugando conmigo y que había conocido ayer. Era nuevo y me dijo que había llegado aquí, a la escuela, solo con su mami por que ella y el eran regañados por su papi, que gritaba todo el día.
Yo soy su única amiga, pues nadie quería estar con él, por una manchita que cubría casi la mitad de su rostro.
Yo le pregunte si quería ir a mi casa y me dijo que tal vez en otra ocasión. Yo lo entendí, era una extraña para él.
Me fui de camino a casa y sorprendí a mi en frente de ella.
– Hola, princesa. – Dijo mientras se inclinaba para levantarme, me gusta cuando lo hace. – Démosle una sorpresa a mami. – Dijo y abrió la puerta conmigo en brazos.
Pude ver a mi mami sentada en sofá escribiendo en una hoja de papel y fui corriendo a donde ella cuando mi papi me dejo en el suelo. Le conté sobre Samuel Bakker y ella se puso contenta.
– Quien no querría ser amigo de una princesa como tu. – Me dijo con una sonrisa dejando la hoja y el lápiz a un lado.
Yo le di un abrazo y me fui a mi cuarto.
Hice un dibujo de Samuel y yo de las manos como en señal de amistad.
Narra Peter Youngstown
Mi esposa y yo prometimos ser más amables con nuestra hija, es por eso que cuando ella se topo conmigo y la levante entre mis brazos.
Al entrar saludo a Sarah y se fue corriendo a su habitación.
Ella me entrego la hoja en la que escribia antes de que llegáramos, en donde tenía anotados los nombres de las drogas que necesitábamos para existir.
Pero eso no quería decir que nos hubiésemos olvidado de la conversación que tuvimos con la maestra de nuestra hija, pero no podíamos vivir sin aquellas sustancias recorriendo nuestras venas.
Me tome una taza de café y fui a por la droga.
A veces me considero un padre de mierda.
Narra Sara Youngstown
Mi impaciencia era similar a un león sin días de haber comido o la de un elefante que no puede encontrar sus alas para despegar del suelo. Necesitaba aquellas drogas y el único que podía conseguirlas era mi esposo quien ahora se encontraba fuera haciendo lo que Dios sepa, pues él no trabaja. Y el que nos mantiene es mi padre, el que a tenido compasión de nosotros, al enviarnos dinero y lo que hacemos es gastarlo de mala forma.
Pero eso es porque somos adictos.
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MAMÁ Y PAPÁ.
HumorSam Youngstown es la apestosa y rara de la clase, pero con apenas cinco años sabe que sus padres no son como el resto.