7 de junio, 1999
Las señoras de negro nos llevaron a un lugar donde habían mas niños pequeños y grandes. Nos dieron un baño y luego ropa limpia. Finalmente nos dejaron un cuarto donde habían dos camitas. Una para Samuel y otra para mi.
Fue en la hora de juegos donde un niño grande, con una cortina de pelo que le cubría los ojos, le quito su autito de juguete a Samuel. Tras de el habían dos niños mas. Río y dijo :
— Así que ustedes son los nuevos bebes, ¿verdad?
— ¡No somos bebes! — Respondió Samuel enojado. — ¡Y dame mi auto!.
Vi como ese niño no quería devolverle el juguetito a Samuel y lo empujo al suelo muchas veces. Yo me enoje y le grite :
— ¡Oye tonto, ya dejalo!.
El volvió a empujar a Samuel y uno de sus compañeros comenzó a golpearlo. Pobre Samuel. Me sentía tan mal que decidí ayudarlo tratando de empujar al chico que lo estaba golpeando. Pero el niño del flequillo me jalo de los cabellos, sentí un fuerte golpe en mi pansita y caí al suelo sin poder respirar.
Al rato pude oír como un señor de negro les grito y ellos se hecharon a correr. El señor nos levanto a Samuel y a mi, y nos llevo a su oficina. Le contamos todo lo que había pasado. Y nos prometió que atraparía a esos niños y los castigaría. Samuel y yo nos miramos y sonreímos, pude fijarme en el corte en su boca y su frente morada. El señor también, que antes de irnos nos dio a cada uno un dulce muy rico, para después despedirnos cariñosamente.
Decidimos ir afuera, pero para nuestra mala suerte el tonto del flequillo y sus amigos estaban allí. Decidimos evitarlos tratando de entrar nuevamente a la casa, pero ya nos habían visto.
Sus dos amigos feos nos atraparon, nos quitaron los dulces y los arrojaron y fuimos llevados ante el, ante el gordo del flequillo que dijo :
— Ustedes saben que los bebes nunca tienen que ignorar al Rey Oliver.
— ¿Y quien es Oliver?. — Oí preguntar a Samuel.
— Pues yo, enano de mierda. Yo soy el Rey Oliver.
No me gusto que tratara así a Samuel y nuevamente enojada le grite :
— ¡Jodete, tu no eres nuestro tonto Rey!. — Esa palabra la escuchaba muchas veces departe de mi mami, no se que significa pero se que es algo malo.
— ¡Si, jodete! — Repitió Samuel.
El me pego en la cara y levanto mi cabeza jalando de mi cabello, me dolió tanto que no evite chillar.
— ¡¿La bebita quiere llorar?! — Y continuo diciendo. — Los bebes tienen que respetar las reglas del Rey — marchaba como esos señores de traje de la televisión, como esos que siempre gritaban : ¡atención!. — Prosiguió girándose ante nosotros. — Pero los bebes nuevos tendrán que cumplir ciertos desafíos.
Y a continuación nos tomaron a ambos y nos golpearon. Al ver el estado demacrado en el que quedamos tuvieron que colocarnos hielos y vendas. Tuvimos que ducharnos dos veces ese día.
Cuando la noche callo, todo era demasiado silencioso y se me hacia imposible dormir con tanto frío y dolor en mi cuerpecito. Cada vez que me acordaba de ello terminaba llorando. Se que no estoy sola, se que Samuel esta conmigo, pero extraño a papi y a mami. Ojala ellos estuvieran aquí. Hacia frío, mucho frío y cuando apoye mi piesito en el suelo note como se congelaron horrible. Camine de puntillas hasta la cama donde Samuel descansaba, quizá igual de adolorido que yo, pique su suave y gordita mejilla con mi dedo que se hundió hasta sentir sus muelas. Luego de tres piquetes culmino girándose pausadamnete, parpadeando repetidas veces para verme a la oscuridad del cuarto.
Me pregunto en un tono bajito que era lo que quería. Yo restregando mis ojos le hice saber mi motivo. Aparte de tener frío, me sentía triste, adolorida y con miedo. Me ofreció recostarme a su lado, levantando la mantita, arrinconándose para hacer mas amplio el espacio. En ese momento note mi rostro calentarse y reboltijones misteriosos en mi pansita, lo ignore y me recoste con él. Nos miramos a la cara y Samuel poso su mano sobre mi cabeza. Me dijo que se sentía como un tonto al no poder protegerme, pero que la próxima vez no dejaría que algo así me ocurriera. Yo solo le consolé y hundí mi cara en su pecho calentito.
Al siguiente día el mismo señor de negro me había llamado interrumpiendo mi juego de muñecas con Samuel.
El señor me llevo a un cuarto y me dijo que había castigado a mano dura a los niños gordos y feos de ayer, afirmo que nunca mas se acercarían a nosotros. Yo me puse muy contenta y le di las gracias. Me dio un dulce y me dijo que si quería llevarle a Samuel debía de volver mas tarde. Dulce que le di a Samuel.
Como el me dijo volví mas tarde por los dulces. Toque su puerta y escuche su voz invitándome a pasar. Se dio la vuelta sobre su silla y revelo una gran bolsa de dulces que otorgo en mi poder. Le agradecí nuevamente y volví con Samuel.
8 de Agosto, 2000
Una tarde me dirigí, junto a Samuel hasta el cuarto del señor. Tocamos su puerta y como de costumbre nos recibió con un abrazo y mas dulces. Estuvimos hablando de cosas divertidas hasta que a Samuel le dieron ganas de hacer pis, prometiendonos que no tardaría mucho.
Entonces el señor me ofreció jugar un juego. Amo los juegos, amaba cuando podía jugar con mami y papi a las escondidas. Pero su juego era distinto, primero me dijo que me pusiera de pie, para luego vendar mis ojitos.
— Bien... ¿lista?. — Le oi decir.
Yo moví mi cabeza de arriba a abajo contenta para luego sentir que levantaba mi suéter, que me quedaba grande, sentí su gran mano en mi pasita subiendo hasta llegar a mi pecho. Bajo mi suéter comenzó a hacerme cariño en mi pecho, me hacia cosquillas y me reí. No pude verlo, pero el también se puso a reír. Me acerco mas a él y beso mi nariz. No sabia que tipo de juego era ese, pero ya no me estaba gustando cuando sentí su mano acariciando la cosita, que mi papi me dijo una vez mientras me duchaba que nadie debía tocar. Me asuste, me quite la venda. Trate de empujarlo, pero él era mas fuerte y me hizo caer al suelo, mi cabecita dolió y casi lloro. Se coloco encima de mi y me dijo que me callara cubriendo mi boca con su mano. Cuando creí que todo acabaría escuche el sonido de una botella rompiéndose, el señor malo callo al suelo.
Al voltear me di cuenta de que allí estaba Samuel, quien me ayudo a levantarme, junto con al líder de los chicos malos, el Rey Oliver que sostenía una botella rota en su mano.
— ¿Que fue ese ruido?. — Oímos una señora gritar, acercándose al cuarto a pasos rápidos.
— ¡Rápido niños, el hijo de puta no tardara en despertarse!. — Exclamo Oliver abriendo una ventana que daba al exterior.
Nosotros le hicimos caso y con su ayuda salimos por la ventana. Antes de echarnos a correr pudimos escuchar a Oliver acusando al señor cuando la mujer entro al cuarto, refiriéndose a el como un loco. Oliver tenia once años, eso fue lo que dijo Samuel, que los niños mayores saben lo que hacen. El Rey Oliver, no tenia miedo.
Cuando Samuel y yo nos alejamos lo suficiente hasta llegar a una pradera muy bonita, el pobre empezó a llorar cubriéndose la cara, jalandose el cabello.
— ¡Soy tonto, Samantha!. — Dijo apretándose la carita roja. — ¡Yo no debería ser tu amigo!.
— ¿Por que dices eso?.
— ¡Por que no te protegí como dije que lo haría!.
Le abraze y al hacerlo sentí mi pansita vibrar. Le seque la carita colorada con mi suéter y me le quede mirando mientras se recuperaba del llanto. Cuando lo hizo yo deposite una besito en su boca, algo que había visto de papi y mami. Mami me dijo que al hacerlo demostraba cuanto quería a papi. Entonces el me miro, sonrió y me abrazo, algo que me gusto mucho. Estuvimos así por quien sabe cuanto tiempo.
Entonces lo supe, el también me quería a mi.
Y la inspiración volvió. :D
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MAMÁ Y PAPÁ.
HumorSam Youngstown es la apestosa y rara de la clase, pero con apenas cinco años sabe que sus padres no son como el resto.