Cap.2 - Sala de espera

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Como ya sabréis, no acostumbro a pasar más de cinco minutos sentada frente al escritorio cuando se trata de hacer ejercicios de clase en casa. Los famositos deberes. Vaya palabra.
"Lo que pasa en la escuela, se queda en la escuela". Tenía otras preocupaciones. Y así me iba.
Pero aquella tarde abrí mi portátil y me senté sin darle muchas vueltas al asunto.
Simplemente tenía que tener preparado para el día siguiente el mejor comentario de griego jamás escrito y eso requería algo de tiempo. Mucho en mi caso. Pero por lo visto no me importaba.

Ya ni siquiera recuerdo cuántas hojas lancé a la papelera esa tarde ni la de pestañas abiertas que tenía en google sobre esa lengua antigua, pero al menos llevaba el poema de memoria y poco a poco las letras comenzaban a cobrar un sentido lógico entre sí. Increíble pero cierto.
Al cabo de varias horas logré terminar el comentario lírico y estaba realmente satisfecha, así que decidí pasar lo que quedaba de tarde viendo series hasta que no pude más y caí de golpe en la cama.
Como casi todas las noches, escuchaba mi playlist personalizada de Spotify. Indie y esas movidas independientes que hablan de dramas amorosos con palabrerías extravagantes.
Pero aquel día "Izal, Love of Lesbian, Miss Caffeína"...cobraron un matiz diferente.
Al cerrar los ojos logré vislumbrar un escenario de emociones en cadena en el que tan solo aparecían aquella profesora y su fulminante mirada añil clavada en mi alma una y otra vez al compás de la música. Y una sensación de intensa calidez invadió mi cuerpo haciéndome no querer salir nunca de ese estado de embriaguez.

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El zumbido de la alarma me avisó estrepitosamente, como acostumbra, de que ya eran las dichosas siete de la mañana.
*Diecinueve años y aún no le encuentro motivación a eso de madrugar.*
Salvo por el hecho de que la motivación en ese momento estaba a media hora de mi casa y tenía que levantarme si quería volver a verla.

El simple hecho de entrar por la puerta de ese instituto me causaba un nerviosismo en el estómago que catalogaría incluso de agradable a pesar de las circunstancias, y es que en tres horas y media ella estaría allí, sentada en el mismo lugar del día anterior. En el fondo no entendía qué me había llevado a sentirme así a esa velocidad y probablemente eso era lo que perpetraba ese sentimiento. La novedad.

Durante las tres primeras horas hice el amago de atender aunque la chica que ese día se sentó a mi lado se ve que vino con ganas de hablar y los profesores nos clasificaron para el resto del trimestre como "las charlatanas". Pero menos mal, porque debía hacer amigos y Adela parecía muy simpática.
Para cuando empezábamos a conocernos mejor ya era la hora del recreo y me propuso irme con ella y presentarme a su grupo. *Buen comienzo comunicativo.*

¿Cómo llevas el poema de griego?. Tenemos clase ahora y a mí no se me quedan algunas frases.

Yo ya lo conocía de verlo en otros cursos y menuda suerte porque tengo muy mala memoria.–

–Esperemos que no nos toque porque esta profesora nueva parece muy estricta.–

Decidí guardar mi opinión para mí misma y asentir. No había confianza para revelar mis pensamientos más profundos. Al fin y al cabo pensaba igual salvo por el hecho de que yo prefería que me eligiese para leer el ejercicio.
De repente, del final del pasillo llegó el molesto sonido de un grupo de chavales de primer año que habían hecho un círculo para animar a dos de ellos que se habían adentrado en una pelea a golpes.

¡Qué está pasando aquí!. ¡Paren ahora mismo o llamo a sus padres y os echo con un parte!.

(Gritó el jefe de estudios que pasaba por allí).

El amor no entiende de númerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora