Los que viven y no se hacen los muertos

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Está Bon apretando la mano de Bona, ya no llora por su corazón roto porque cree que sus lágrimas fueron las que los ahogaron. Se aferra a los pálidos dedos, le presta a Bona su calor y quizá, incluso, su amor. Ese que le faltó.

Luego está Benito que empuja sus sentimientos de vuelva a su pecho mientras deja atrás su aliento, sus piernas se entierran sobre la arena y Bon se pregunta si en realidad él es la sirena por la que pidió.

Entonces Bona despierta, porque la vida es demasiado plena como para perdérsela.

Benito y Bon suspiran al unísono un mismo alivio.

—Eh, ¿estamos vivos?

Ella sonríe débilmente.

—Apenas. —resopla Bon.

—Al menos no morimos. —le recordó.

—En eso tienes razón. —admite Benito.

Los tres ríen mientras el cielo les llora.

Nada más que nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora