21.- Viviendo juntos (ESPECIAL)

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Tenía la boca llena de esa comida que acababa de meter en ella, Onodera le miraba expectante, ansiaba por su respuesta, detrás de ellos había un desorden total en la cocina. El silencio aumento, la atmosfera era completamente silenciosa, podían percibir cualquier sonido proveniente de las calles.
Takano termino pasando el alimento que había masticado durante algunos segundos, el sonido agudo proveniente del interior de su pecho, hacía evidente el gran esfuerzo que había representado comerse esa cosa. Rápidamente se apresuro en beber el vaso de agua entero y una vez que termino de hacerlo respiro tranquilo y soltó un par de palabras, mostrando su mejor sonrisa, esa sonrisa que tenía una especie de efecto hechizante para Onodera, siempre que tenían pequeñas discusiones esa sonrisa era la responsable de hacer que todas las cosas se calmarán. 8 meses viviendo juntos y las cosas parecían ir de lo mejor, las típicas discusiones como pareja, pero estaban bastante sorprendidos de la forma en que las cosas funcionaban entre ellos, habían encontrado el equilibrio perfecto entre sus tareas como chicos universitarios y el romanticismo que los caracterizaba, había épocas en las que particularmente Onodera se veía muy presionado, agobiado por toda la tarea que tenía que hacer aumentado al esfuerzo que implicaba estudiar asuntos de medicina por su cuenta, pero las cosas fluían por si solas.
Ann los visitaba de vez en cuando, la chica era una buena amiga de ellos, no le importaba sentirse como una masoquista de visitar al chico del que había estado enamorada alguna vez, disfrutaba visitarlos porque era divertido, porque le gustaba pasar un momento agradable viendo la forma en que el chico de ojos verdes se ponía furico cuando Takano le besaba en los labios frente a ella, nada mejor que los besos robados en público, para que enfureciera de esa extraña manera que era divertida.
-Esta delicioso Onodera- fue la frase que utilizo Takano para tratar de sonar convincente. Los ojos del castaño parecían resplandecer en un brillo muy llamativo, sonrió complacido con las palabras de Takano y tomo la cuchara para dar un bocado de su propia comida. En cuanto el sabor de la comida fue totalmente apreciado en su boca, se levanto de la mesa y corrió a donde estaba el bote de basura para escupir eso.
-¡Sabe asqueroso!- proclamo con voz firme para después enjuagar su boca bajo el chorro de agua.
-Claro que no, no esta tan mal- Takano continuo comiendo lo que estaba servido en su plato. Era fin de semana y el castaño había insistido en cocinar, sabía que era terrible haciéndolo, pero con sus ojos pegados a una receta, se sentía capaz de lograrlo, además oficialmente cumplía un año y medio viviendo con Takano, desde aquella vez en que había estado hospitalizado y el destino se había encargado de hacer unir su destino junto al pelinegro. El tiempo se le había pasado volando, además justo ese día cumplían 8 meses viviendo en ese departamento que habían elegido juntos, y aunque no dijera nada, había tratado de organizar algo especial, había visto imágenes en internet sobre como decorar un plato y toda la cosa.
El pelinegro lo sabía, sabía que Onodera en verdad había puesto empeño en cocinar eso, sabía asqueroso, terrible en realidad, era lo más asqueroso que hubiera comido en su vida, sentía que su garganta quemaba por lo salada que había quedado la comida, además había cierto sabor a quemado que no se soportaba y el sabor de condimentos que no tenían manera de llevarse bien era un espanto. Pero no quería herir al castaño, así que sacando fuerzas quien sabe de dónde, continuo comiendo lo que Onodera le había preparado.
-¡Basta!- el de ojos verdes le arrebato la cuchara y le fulmino con la mirada para hacer que se detuviera-. ¡No tienes que comer esto! Es asqueroso, yo lo sé, ha quedado horrible. Sí comes esto por lastima te odiaré de por vida, así que deja de fingir que te gusta.
-Dame eso, ya dije que si me gusto, tu sabes si no quieres comer- Takano le arrebato de nuevo la cuchara y comió con rapidez todo hasta que su plato quedo vacio. Onodera quedo como una estatua a un lado de la mesa y le miro olvidándose de parpadear por algunos minutos. El pelinegro se levanto y lavo su plato para después darle un beso en la frente.
-Gracias por la cena- le dijo al oído y el castaño enrojeció terriblemente, no importaba el tiempo que pasaran estando juntos, las acciones tan inesperadas que Takano tenía siempre lograban moverle el piso, era como si cada día que pasaba, se enamorara un poco más de él. ¿A caso el corazón nunca se quedaba tranquilo?
Termino tirando toda la comida que había quedado, intento dar un poco de orden a todo el caos que había en la cocina, pero no era muy bueno con eso, se fastidiaba fácilmente, además estaba cansado, solo pensaba en irse a la cama y dormir.
Debió pasar una hora cuando decidió que era mejor ir a la cama o terminaría dormido en la mesa con ese libro entre sus manos. Estaba obsesionado con memorizar el código penal, en la universidad pronto comenzaría sus prácticas prfesionales, después de las vacaciones que estaban a punto de comenzar, entraría a un despacho como abogado practicante, quería ser el mejor quería dominar cada uno de los códigos que un abogado debía tener en la memoria.
Suspiro y apagó las luces para entrar en la habitación, pensó que Takano estaría dormido, pero era todo lo contrario, parecía el más despierto del mundo, tenía su cuaderno de dibujo en las piernas y lucía muy concentrado dibujando.
-Pensé que estarías dormido- murmuro sacando su pijama del armario para entrar al baño y ponérsela.
-¿Hasta cuándo dejaras de hacer eso? Sigo sin entender qué rayos es lo que te avergüenza de que te vea quitarte la ropa y luego ponerte la pijama, hemos hecho de todo, nos hemos visto de los pies a la cabeza sin tener nada de ropa puesta y mis manos…
-¡Cállate!- grito el castaño desde adentro. Takano soltó una pequeña carcajada y dando los últimos retoques a su dibujo, la puerta del baño se abrió. El castaño puso la ropa que se había quitado en el cesto de la ropa sucia y se acomodó entre las sabanas para dormir.
-Oye Onodera ¿Qué te parece esto?- el aludido volteo a ver el dibujo que Takano le mostraba, y enrojeció por todas partes, odiaba que lo dibujará a él. Estuvo a punto de arrebatarle el cuaderno en un impulso nervioso, pero Takano hizo uso de sus habilidades para esquivar ese movimiento.
-¿Qué quieres hacer?
-¡Romperé ese dibujo! Sabes cuánto odio que me dibujes, no soy tu maldito modelo.
-Eso ya lo sé, pero es que te veías tan lindo cocinando que no pude evitar que mi mente guardara la imagen.
-Takano tienes que romper eso.
-Ya dije que no- Takano saltó de la cama para guardar esa libreta en su mochila y apago las luces de la habitación dejando encendida una pequeña lámpara que estaba en la mesilla de noche.
-Odio que me dibujes a mí.
-Ya se, ya se- entono con indiferencia y apagando la luz de la lámpara se metió bajo las sabanas abrazando el cuerpo del castaño-. Te amo- menciono con voz suave y dulce antes de que la explosión ardiente naciera entre sus labios, se besaban sin cansarse de los labios del otro. Onodera sentía la lengua de Takano recorriendo cada rincón de su boca, todo el cansancio y el sueño que sentía en la pesadez de su cuerpo hacía unos minutos, parecían irse por la ventana cuando sentía las manos de Takano paseándose por su espalda. Odiaba tener que ser tan débil y estremecerse al primer tacto, pero es que esos besos y esas caricias a las que su cuerpo estaba tan acostumbrado, parecían robarle toda la fuerza, siempre terminaba siendo arrastrado por esa ola de emociones que nacían entre sus cuerpos en contacto y se dejaba llevar.
-¿Me amas?- pregunto Takano alejándose un poco, ambos jadeaban agitados y Onodera se avergonzaba por no darse cuenta del momento exacto en que sus manos terminaban enroscadas en l cuello del pelinegro.
-¿Por qué siempre preguntas algo tan estúpido?
-Para mí no es estúpido.
-No es necesario decir eso todos los días. Estamos juntos, vivimos juntos, dormimos juntos, comemos juntos, hacemos todo juntos, es obvio que te amo.
-Pero quiero que me lo digas a cada momento. Anda dilo de nuevo.
-Estas un poco insoportable mejor me duermo- como pudo se enrosco entre una sabana para que Takano no pudiera intentar nada extraño y le dio la espalda. Después tuvo que contener el aliento cuando sentía que el pelinegro le mordisqueaba la oreja susurrando palabras dulces.
-¿Estás seguro de que no quieres hacerlo?
-Déjame dormir, mañana es sábado y se supone que tienes que trabajar ¿No?
-No cambies de tema Onodera.
-Déjame dormir.
-De acuerdo, pero debo decirte que mañana cocino yo- Takano se cubrió con la otra sabana y también le dio la espalda, pero de pronto las luces de la habitación se encendieron.
-Sabía horrible, sabía que no te había gustado para nada lo que cocine.
-Conste que tu lo dijiste, yo no dije nada- se incorporo en la cama y miro la forma en que el rostro de Onodera delineaba sus facciones cuando estaba molesto.
-¿Entonces admites que sabía horrible?
-Un poco salado, nada que no se pueda solucionar con un vaso de agua.
-¿Entonces porque lo comiste? ¿Por qué te haces el gracioso diciéndome que sabía bien?- esperaba la respuesta de Takano, pero extrañamente le miro salir de la cama y acercarse para abrazarlo.
-Porque tú cocinaste para mi, y eso es lo más importante- unió sus labios una vez más para besarlo como tanto le gustaba hacerlo, su estrategia de seducción siempre daba resultado, caminaron torpemente en medio de un ciclo de besos y caricias que no parecía detenerse y cayeron en la cama, devorándose el uno al otro mientras los botones de la pijama comenzaban a ceder uno por uno.
-Las luces, apágalas.
-No haré eso, quiero verte por completo.
-Pero Takano…ngh…- se besaban y eso era el remedio para matar sus absurdos argumentos, a final de cuentas habían terminado haciendo lo que los dos ansiaban en realidad.

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