Hablábamos a todas horas sin un minuto para suspirar, era tan bonito saber que ese chico empezaba a formar parte de mi. Aún no habíamos quedado y visto en persona pero a mí no me hacía falta. El solo saber que estaba ahí para mí aunque fuera para escribir cuatro tonterías me hacía la más feliz del mundo. Despertaba con ansias de coger el teléfono y mandarle los buenos días, pero siempre se me adelantaba. Era increíble ver cómo alguien que ni si quiera conocía empezaba a ser mi prioridad.
Ambos teníamos muchas cosas en común lo que hacía que la conversación fuera más entretenida. Ni os imaginas nuestras caras al saber tantas cosas que nos gustaban...era bonito saber que existía, que lo tenía.
A lo largo de tantas conversaciones decidimos quedar una noche para ver las estrellas ya que a los dos nos gustaba. Habíamos quedado para un viernes pero el se adelantó.