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Fui a la que era casa de Dani. Me abrió su madre.

—¿Le importaría que le enseñase una cosa? —le dije nada más ver como abría la puerta.

—Claro, sabes que me puedes pedir lo que quieras, cariño.

Nos sentamos en los sillones de cuero negro que estaban en el salón, era un sitio muy acogedor, con fotos de Dani y su madre por todos lados, había una pequeña mesita de madera negra delante del sofá, dando un toque oscuro a la blanca y brillante habitación. Nos sentamos en el sofá, era bastante cómodo, los cojines eran muy esponjosos.

 —Verá... el otro día, seguí a un chico del instituto que había intentado abrir la taquilla de Dani, lo encontré en un callejón hablando con un señor, este— le enseñé el móvil con la foto del hombre.

—No puede ser... él no... —la mujer se quedó sin palabras —es el padre de Dani.

Cada vez puedo confiar menos en todos, siento que me engañan, me siento engañado.

DependenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora