EL PASO

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Las cicatrices cubren tu cuerpo y las inseguridades tu alma.


Es inevitable llegar a un limite sin mas que hacer o decir, estas cansada, tan solo quisieras descansar y desaparecer.Te vez de nuevo en el espejo y a pesar del tiempo nada ha cambiado, sigue esa imagen desagradable que te hace voltear a otro lado, sigues sin reconocerte, ¿de que sirve seguir viva, si ya ni siquiera sabes quien eres? Sales de tu habitación una ves te vistes tratando de romper un poco la rutina con un atuendo menos "apagado", ves a tu hermano: ¡Cómo ha crecido!, te dolería abandonarlo pero sabes que su corazón como el hierro has forjado, le has mostrado la realidad y es capaz de defenderse el solo, estará bien sin ti. Sin embargo te cuesta dejarlo ir, te acercas y lo abrazas, él te rechaza, después de todo no es propio de ustedes mostrarse cariño, pero sabes que existe, aunque no es suficiente para retenerte. Le sonríes y él hace lo mismo por mero impulso.Vas a la cocina: templo recurrente de tu madre; siempre callada, siempre tranquila, la abrazas por que a pesar de todo la quieres, aún así, tampoco es suficiente para retenerte.Buscas a tu padre, el ya no está, y es que a pesar de ser controlador y abusador, cuando esta en juicio es un gran trabajador, no lo quieres ver, te gustaría recordarlo como un buen padre, como en tu niñez, cuando a pesar de ser pobres el se esforzaba por sacarlos adelante.


Sales de tu casa y decides tomar el autobús, quisieras por un día ser esa chica que sale a aventurarse a ninguna parte, tener un día para ti recorriendo lugares desconocidos. Ojalá fuera como en las películas, pero ahí el autobús estaba mas lleno que tu caja de inseguridades.


En una parada se sube un señor de edad avanzada, se demora intentando subir y una vez dentro lo observas con atención; con el cabello canoso y la piel colgando, con un bastón de soporte y los ojos vidriosos ¿Cómo alguien puede querer vivir tanto?, te percatas que cruzan miradas y pasas observándolo mas tiempo del necesario.—Gusta sentarse — Un intento de sonrisa y tratando de sonar amable, hacia mucho que no te preocupabas por estas cosas.—Gracias, la verdad si estoy algo cansado— El señor se aproxima y te atormenta su aspecto. No logras visualizarte con esa carga de años, esas notas de sudor que parecen ser reabsorbidas por unos poros gigantes, las manos temblorosas y los huesos marcados, los labios resecos y el andar nervioso. La gente no envejece de la misma manera, pero mas que el aspecto, te da temor llegar a esa edad y seguir sola, seguir con esas inseguridades atormentándote.—¿Y hacia donde te diriges?— Era una de esas personas que les gusta conversar para no oír el ruido de sus pensamientos, o eso creías.—Hacia el puerto Moon — Se suponía que no tenías destino, pero de manera inconsciente te acercabas a aquel puerto de las animas, en donde la brisa veraniega golpeaba tu cara y el atardecer resplandecía en el horizonte.— ¿Y usted?— Dejas que la naturalidad fluya, es agradable sentir que alguien te escucha.—Iré a visitar a mi hija, hace tiempo que no sé de ella y pues, quiero sorprenderla— Hay algo de tristeza en las palabras del señor que intenta ocultar con una tierna y amable sonrisa.—Seguro que se alegrará de verlo——Eso espero— Marca una ligera sonrisa pero cualquiera notaría que había algo mas tras esa mueca fallida.Tras ello, sigue platicándote sobre su vida; de cuando perdió a su esposa y se quedó solo en una gran casa vacía, de las veces que se cayó intentando bajar las escaleras y no había nadie para auxiliarlo, de cuanto le costó volver a ser "independiente". 

Te encuentras después de mucho, prestando atención a una vida que no es la tuya, y de alguna manera te sientes relajada por saber que no eres la única con problemas. El tiempo sigue pasando y de repente tu estómago empieza a exigir comida, te sientes algo avergonzada al ver que lo ha notado y mas aún cuando comienza a buscar algo en su bolso.

— Toma — Te extiende una fruta que guardaba en su bolso, no quieres ser descortés, lo aceptas e intentas comerlo. Te reflejas en la ventana con ese aspecto regordete, no puedes con la comida, sientes la necesidad de vomitar pero no quieres parecer mal agradecida. El señor no tarda en notarlo.—¿Te sientes bien? Te ves algo mareada— Te da un ligero toque y por impulso te alejas.Ese toque y la paz en su mirada, niegas sentirte mal y le das un mordisco a la fruta con lo que el se tranquiliza.En el fondo anuncian la penúltima parada ¿Cuándo paso el tiempo tan rápido?

—Bueno, aquí bajaré, fue un gusto—

Te haces a un lado y al voltear alrededor notas que solo seguían el señor y tú. El señor se levanta dispuesto a bajar aún cuando afuera la oscuridad se ha cernido sobre la solitaria calle. Por tu mente, por un instante, quizás por el gesto amable que hacia tiempo nadie te brindaba, te cuestionas el bajar con él y ayudarlo en llegar a su destino.


Puedes elegir:

1. Bajarte y acompañarlo (ve al capítulo "Sin mirar atrás") o 

2. Seguir tu camino ( ve al capítulo Sin dejar huella")

Sabes que está en ti la decisión.

Existencia vacíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora