- El mirador.

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La tarde se marchaba dando paso al crepúsculo conforme aquellos dos se la pasaban bebiendo cerveza, habían estacionado el auto cerca del pie del bosque. El paisaje que se presentaba ante ellos era sublime, el olor fresco de la lluvia recién caída, los árboles, las impresionantes montañas al alrededor con la ciudad de fondo, teniendo solo a su alcance un pequeño kiosko que usaban las personas para refugiarse cuando había demasiado sol por las tardes e inclusive, un pequeño bebedero de agua para los niños.
Todo un ambiente jodidamente romántico, Dean se sentía un tanto extraño ya que no había compartido un momento así de íntimo con nadie, ni con Castiel lo había hecho. Ambos llevaban ya aproximadamente tres cervezas, pero eso no era nada ni motivo suficiente para que ninguno de los dos llegase a emborracharse; es más, lo único que podía dejar a Dean en un estado sumamente alcohólico sería una botella entera de vodka, esperaba que Jared no se llegara a enterar de ello o seguro lo embriagaria de inmediato. Por fortuna, Jared cargaba siempre consigo su iPod, era un fanático de la música; no tenía un gusto en especial, prefería que YouTube o Spotify lo sorprendieran, a veces pensaba que quizás el más grande inventó de la humanidad era la música, la música unía tanto corazones como almas.
Tenía puesta una canción tranquila, suave, así como la noche que comenzaba a caer. En realidad hacia como media hora desde que se había metido el sol ambos permanecieron en silencio total, observando solo las estrellas que se posaban sobre sus cabezas, sin las luces de la ciudad, cosas tan simples como esas eran preciosas de observar cada que tuvieras una oportunidad.

— Por cierto, feliz cumpleaños— el primero en romper tal serenidad fue Dean, había olvidado por completo que hoy era el cumpleaños de su amigo.

Jared volteó a mirarle, su cara expresaba duda, como si no hubiese entendido al inicio las palabras del chico pero después de procesar como un rayo su frase, sonrió.

— Hasta yo mismo me había olvidado de ello —había un pequeño toque de nostalgia en su voz.

— ¿Fue entonces algo malo recordartelo? Lo lamento muchísimo —se sentó un poco más cerca de él, dándole unas pequeñas palmadas sobre sus homoplatos.

— No malo, más bien no soy de festejar fechas, soy tan distraído que ya ni sé en qué día vivo —bromeó, dando un trago enorme a su cerveza.

Entonces Jared volteo a mirar a su compañero, no se había fijado exactamente en lo hermoso que era. La forma de cada una de sus pecas, incluso contó algunas de forma veloz, las pestañas tan largas que tenía, la forma de sus ojos, el color verde manzana que emanaba de ellos, era sinceramente toda una escultura de arte. Si así estaba su rostro, no imaginaba como estaría el resto de todo su cuerpo. Bueno, por encima de la ropa podía deducir que el chico hacía algo de ejercicio, en especial sus muslos, se veían trabajados. Por curiosidad, lo tomo de la mano, acariciando la palma con su dedo pulgar, se sentía tan suave, como las manos de una princesa y ese pensamiento hizo reír a Jared.
Por su parte, Dean solo se dejo tomar, virando segundos después la mirada al cielo, ¿qué diablos hacia? su corazón estaba latiendo inquieto, incluso una sensación que no podía describir apareció en el estomago.
Al voltear de nuevo el rostro del lado de Jared se topó con la sorpresa que aun el chico le miraba sin detener las caricias en sus manos. Maldición, di algo, haz algo de una maldita vez.

— Jared.

— Dean.

En susurros se llevo el viento sus nombres. Ambos, sintiendo esa la señal que necesitaban. Las cervezas pararon al césped derramándose en este; Dean se abalanzó sobre el cuerpo de Jared quedando encima suyo, mientras ambas manos estaban ahora entrelazadas y sus rostros tan cerca que podían sentir la respiración del otro, en total silencio. Eso era lo más jodidamente caliente que estaba a punto de hacer.

Doppelgänger.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora