La Fiesta

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Llegamos a un salón lujoso y elegante, hecho específicamente para las fiestas y reuniones de ricachones estirados y codiciosos. No era muy fanática de esas reuniones y, afortunadamente, no iba a muchas.

Había una modesta orquesta tocando una suave melodía que me sonó conocida. Las mujeres venían bien maquilladas y dentro de llamativos vestidos de gala. Los hombres de traje, bien peinados y perfumados. Todos platicaban amenamente mientras sostenían una copa de vino o algún aperitivo.

Otra cosa que detestaba era que no había lugar para sentarse.

Una mujer de vestido azul y tacones brillantes se nos acercó con una sonrisa en sus labios rojos. Era bastante guapa y las arrugas en la comisura de su boca pasaban casi desapercibidas.

–¿Señores Jacobsen? –Se veía a leguas que sabia la respuesta–. Un placer tenerlos esta noche. Mi nombre es Kate Cummings, íntima amiga del cumpleañero.

Mi padre le besó el dorso de la mano y le guiñó un ojo. ¿Es qué no puede controlarse?

–Mucho gusto, señorita –dijo con una voz tan sedosa que me dio náuseas–. Soy John Jacobsen, ella es mi esposa Beth y ésta es mi hija, Amelia.

Algo cambio en su expresión cuando mi padre me presentó. La señorita Kate me observó de manera extraña. Sus ojos estaban abiertos de la sorpresa y fue como si me viera por primera vez. Su mirada me recorrió entera y me sentí incómoda bajo su escrutinio.

Ella lo sabia, ¿verdad?

–Una joven realmente encantadora. –Su voz tenia un tono nostálgico y me dio la impresión de que quería decirme algo más, pero se lo pensó mejor y se lo guardó.

–G-gracias... –dije insegura después de un breve silencio incómodo. La mano de mi madre se posó en mi hombro y me alejo de allí velozmente. Fue algo raro, sentí como si quisiera protegerme.

–No le hagas caso a esa –susurró cerca de mi–. Es una mujer extraña. Nunca se caso ni tuvo hijos. Vive en Estados Unidos y nadie sabe a que se dedica.

Para mi madre, una mujer normal debía casarse, tener hijos y ser la perfecta ama de casa. No compartíamos opiniones.

–Me gustaría vivir en Estados Unidos...

–No seas tonta –interrumpió mi padre, todavía viendo el trasero de aquella mujer. Mi madre le miró mal–. Tu lugar está aquí.

Que gracioso, John. Un chiste realmente ingenioso.

Disculpa por no haberme reído, en ese momento no comprendía la gracia.

–Iré a emborracharme como si no hubiese un mañana –comentó mi madre como si nada después de que mi padre se fuera a platicar con sus colegas–. Ve a jugar o algo. –La vi marcharse hacia la mesa de bebidas sin esperar respuesta.

Quise odiarla por arrastrarme a esta basura y luego dejarme varada en este mar de desconocidos. Fue imposible. Además, no es tan malo, ¿o si?

Pronto será tu peor miseria. 

Alguien chocó conmigo y casi me hace perder el equilibrio.

–Disculpa. No te he visto –pronunció una voz grave y masculina. Al levantar la vista, mis ojos se encontraron una mirada intensa de ojos claros, un elegante traje, un cabello castaño oscuro peinado hacia atrás y un gesto perfectamente serio que me desarmo por completo. Era un hombre realmente atractivo y sexy.

–No te preocupes. –No debería tener esos pensamientos pero ese pedazo de macho era demasiado para mi "virginal" persona. Patéticamente, baje la cabeza y me quede en silencio, avergonzada.

–Eres hermosa. –Sentí ruborizarme hasta las orejas. ¡Demasiado directo!–. ¿Te apetece una copa?

–No tengo edad para beber –confesé al levantar la mirada. Él sonrió.

–Nadie llamará a la policía, linda.

Me PertenecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora