Padre

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La siguiente vez que desperté, estaba hambrienta. Las cortinas dejaban pasar un sol radiante y un despejado cielo azul a través de las rejas. Me sentía agotada y desganada, ni siquiera quería levantarme de la cama. Me pregunte si me habían sedado o algo.

En el buro junto a la cama, había una nueva lámpara de tonos morados que contrastaba con la habitación; la odie. También vislumbre un extraño interruptor, tenía una antena delante de un botón. Tras él, sobresalía una nota amarilla que decía: "Presionalo cuando despiertes".

Me hubiese gustado ser rebelde y negarme, o hacer otro escándalo e intentar huir. Pero la última vez no terminó bien, no deseaba que sucediese algo parecido. Así que apreté el botón.

Casi al instante, entró una mucama a la habitación. Solo que, además de un carrito metálico de comida, traía lentes oscuros, un cubrebocas blanco y un gorro verde que le cubría totalmente el cabello. ¿Por qué querría ocultar su identidad? No lo sabía. Ella sacó del carrito una de esas mesas para cama y colocó una sopa de color naranja sobre ésta. Luego se retiró sin decir palabra.

Me comí la sopa sin pensar una segunda vez. Tenía demasiada hambre y la comida se veía deliciosa. Estaba un poco salada por las lágrimas que solté al acordarme de mi padre, pero deliciosa. 

No sabía si debía exigir explicaciones. No sabía si debía golpear la puerta llamando a mi padre hasta que me sangraran las manos o el llanto no me permitiera hablar. ¿Por qué lo hizo? Esa era la pregunta que más me acongojaba. ¿Qué justificación podría tener para entregarme de esa manera? ¿Acaso yo estaba exagerando? ¿Quizá no debería sentirme tan dolida? ¡Pero es que no puedo! Así como soy incapaz de contener el llanto.

No quería saberlo. No quería saber la razón de mi padre para dejarme en manos del hombre que me secuestro y que planea atarme en matrimonio. ¿Qué clase de padre hace eso? ¡Ni siquiera mostraba arrepentimiento o tristeza! Él simplemente lo hizo como si yo nunca le hubiese importado. 

¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Lo odio más que cuando nos dejaba a mi madre y a mí solas!

—Entonces... ¿Por qué lloras?

Antonio me miraba desde el marco de la puerta. Presumía una postura arrogante y altanera. Sus brazos cruzados me dieron a entender que no toleraría otra falta contra su persona.

Quería levantarme y plantarme frente a él. Decirle sin palabras que no me dejaría amilanar, haga lo que haga. Expresarle que no me afecto el incidente de ayer.

No podía. No tenía fuerzas. Y, por más que lo negara, me dolió demasiado lo que hizo mi padr- No. Lo que hizo John.

—¿No piensas contestarme? —Seguí en silencio—. Con esa actitud tuya, no te sorprendas que tu padre te abandonara.

—¡Él no es mi padre! —grité—. Ya no lo es.

—¿En serio? —cuestionó—. ¿Qué hay de todos los momentos felices?

—Me dan igual. —Antonio se acercó lentamente. Se sentó en la cama, a una distancia prudente, y limpió mis lágrimas.

¿Cómo no me di cuenta antes?

—¿Eres rencorosa o hablas sin pensar cuando te enojas? ¿La traición te enfurece o te entristece? Hay tantas cosas que quiero saber de ti... Tantas cosas que debo descubrir...

Querías aprovecharte de mi fragilidad emocional para acercarte a mi.

—Aléjate... —dije débilmente.

Qué pena que no te funcionó.

Antonio se puso de pie y miró la puerta mientras empezaba a hablar con voz casi mecánica:

—John Jacobsen ha trabajado para mi desde que era joven. Hace casi 18 años le pague una generosa suma de dinero para que cuidara y criara a una bebé. Una bebé de nombre Amelia.

¿Esa fue tu forma de desquitarte, maldito?

—Estás mintiendo —dije con seguridad.

—Él no es tu padre, pero vaya que hizo un gran papel, ¿no crees, Amy?

—¡Estás mintiendo!

—El único inconveniente fue que se le hizo muy cansado el trabajo después de unos años. Por supuesto que lo entendía, los niños suelen ser muy absorbentes, así que le permití regresar a su vida normal cada vez más seguido. La ingenua bebé, que en ese momento era una niña, creía que su querido padre tenía muchos viajes de negocios. ¿Sabes que hacía en realidad? Convivía con sus amigos y su verdadera familia...

—¡Cállate! ¡Solo cállate y vete!

—Nunca significaste algo para él, Amy. Solo eras un encargo muy ruidoso, vivo y sentimental. Una tarea mucho más fastidiosa de las que normalmente le asigno. ¿No es triste, Amy? ¿Saber que te hubieras ahorrado este golpe de realidad si me hubieras aceptado desde el principio? Yo no tenía problema en que vivieras tu fantasía de familia amorosa...

—Para... por favor, para...

—¿Todavía no me crees? —Me mordí el labio y negué con la cabeza—. Vaya, es más fácil engañarte que convencerte de que has sido engañada. ¿Qué otra prueba quieres? Tu padre ya te ha abandonado.

Agarré la lámpara nueva con intención de aventársela en la cara al malnacido. Sin embargo, no tenía fuerzas, ni siquiera pude desconectarla. Por el rabillo del ojo, alcance a ver la enorme sonrisa de satisfacción de Antonio.

—Nos vemos —dijo antes de irse.

¿Qué clase de mierda era esa? ¿Por qué venía a decirme cosas tan horribles? Tenían que ser mentira sus palabras . Era imposible que algo así fuese cierto.

Pero él no podía cambiar los hechos. Él tenia razón. John me entregó sin miramientos, sin darme ninguna explicación. John sabía que estaba aquí, lo sabía y no estaba afectado por ello. Le daba totalmente igual, yo no le importaba. ¿En serio fui una carga? ¿un simple trabajo de largo plazo? Todas sus sonrisas fraternales, todos sus "te quiero, hija, y estoy orgulloso de ti", ¿fueron falsos? ¿Cada jodida muestra de cariño fue un engaño? ¿Nunca signifique nada para él?

Dolía. Dolía mucho. ¿Ese era el precio de saber la verdad?

Dolía más pensar en mi madre, ¿ella también estará implicada? ¿Todo su amor habrá sido una mera actuación? No estaba segura de si podría afrontar aquello. No tenía idea de que haría al descubrir que solo fui un encargo para mi querida madre.

No después de todo el tiempo que pasamos juntas.

No es como con John que solo venía y sonreía de vez en cuando. Mi madre y yo tuvimos momentos felices, tristes, peleas. En cada desayuno, comida y cena: ella estuvo allí, conmigo. Con su mal genio y horrible carácter, pero estuvo allí. Limpiando el lodo de mi ropa y las lágrimas de mi rostro. Abrazándome cuando me sentía insegura por ser adoptada, diciéndome que golpearía a todo aquel que se burlara de mi.

Por favor, madre, no seas una mentira.

No se si podría soportarlo.

Me PertenecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora