AMERICAN EMBASSY

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Luego de aclarar toda la información que Connie les había mandado por email, decidieron iniciar el proceso; por lo que el primer paso a seguir consistía en sacar la visa americana de turista

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Luego de aclarar toda la información que Connie les había mandado por email, decidieron iniciar el proceso; por lo que el primer paso a seguir consistía en sacar la visa americana de turista.

Su país tenía una de las poblaciones más grande de inmigrantes en el norte, por lo que intentar dicho procedimiento podía traducirse en una pérdida de tiempo y dinero. Los requisitos para aplicar a dicho permiso eran numerosos: había que llevar una constancia de trabajo y sueldo, declaraciones de impuestos de los últimos tres años, tener dinero guardado en el banco y demostrarlo con una fotocopia de la cuenta de ahorros, entre los numerosos papeles a presentar.

Llenar la información en el sitio web de la embajada resultó bastante engorroso, pero debido a que William era bilingüe, fue más o menos fácil. También tuvieron que pagar el equivalente de ciento cincuenta dólares americanos por cada uno.

El último paso era presentarse a una entrevista en la embajada, un par de semanas después de haberse inscrito por internet. Habían sido citados a las ocho de la mañana. Pidieron permiso en sus respectivos trabajos y asistieron. Las colas para ingresar al edificio eran larguísimas, tuvieron paciencia para estar unas veces de pie y otras sentados con al menos cien personas que pretendían ir a Estados Unidos.

Vieron toda clase de personas estar sometidas a aquel trance, ancianos y niños, campesinos sencillos, jóvenes ansiosos, mujeres embarazadas, entre muchos otros. Todos con la esperanza de alcanzar el sueño americano.

William recordaba el caso de una amiga, que trabajaba en el call center, que había ido a la entrevista seis veces a lo largo de los últimos años y en cada ocasión había sido rechazada. Él temía que debido a sus deudas, el cónsul o quien estuviera a cargo, creyera que él iba con intenciones de quedarse. Pero le tenía fobia al trabajo manual, estaba más cómodo con un trabajo frente a una computadora. En aquel país solo encontraría oportunidades como jardinero o lavaplatos, y eso en definitiva, no estaba en su repertorio.

Carla por su lado, padecía de una oleada de optimismo puro, todo aquello de viajar la emocionaba hasta el tuétano. Tuvo una sonrisa perenne durante el tiempo que estuvo haciendo fila. Esta era la forma en la que ella lidiaba con el hecho que no podía ser madre. Durante los años previos intentaron quedar embarazados, pero al parecer ambos tenían problemas en ese departamento. Cuando al fin pudo salir embarazada, su cuerpo no pudo retener al feto y tuvo un aborto espontáneo antes de completar los primeros tres meses. Todo aquello la había dejado deprimida, pero había salido adelante, por lo que postergaban todo eso de la maternidad para un futuro hipotético. Desde entonces la afición de viajar la calmaba y cada año esperaba con ansias el lugar que podrían visitar ese año.

Una vez en la entrevista, que más se parecía a la compra de boletos en el cine, porque el cónsul estaba en una cabina detrás de un vidrio antibalas con una pequeña apertura para que ellos deslizaran sus documentos, mientras ellos estaban de pie frente a aquel americano con pinta de actor de cine, y una cola de diez persona detrás de ellos esperando su turno.

El funcionario les hizo un par de preguntas, acerca de la profesión de Carla, a que se dedicaba William y cuál era su destino en Estados Unidos, y una vez que mencionaron la ciudad del pecado, el cónsul los quedó viendo de pies a cabeza, y solo atinó a decir con su español vacilante:

- Su visa está aprobada, ¡buena suerte en Las Vegas!

Luego les indicó que se comunicaran con la agencia de envíos para poder recibir su pasaporte visado en las semanas siguientes, y les hizo la seña para que dejaran pasar a las próximas víctimas, porque ambos se habían quedado petrificados frente a la cabina.

Carla y William se abrazaron frente a la embajada, una vez salieron de aquel trance y se fueron más felices que si hubieran ganado la lotería. Las semanas siguientes las ocuparon en informarse todo respecto a Las Vegas. Esta labor recayó en William, cuya tendencia a controlarlo todo lo hacía el candidato ideal para aquella tarea. Luego compartía la información con su esposa y planeaban las cosas que podían hacer una vez llegaran a aquella ciudad.

Cuando tuvieron los pasaportes visados en sus manos fueron a la agencia de viajes, donde Connie trabajaba en conseguirles un hotel barato, los pasajes de avión y el transporte para poder ir y venir del hotel al aeropuerto. Lo anterior fue algo difícil porque los vuelos estaban casi llenos por la temporada alta en agosto.

La señora Felicia por su lado, se ponía de acuerdo con su hija para poder comprar ropa y accesorios en los outlets de aquella ciudad. La pasión de la suegra era estrenar ropa de marca para poder presumir delante de sus amigas. Ella era viuda y estaba recién jubilada. Vivían en su casa Iliana, su hija menor, y Roberto, su yerno. La chica se había casado hacía tres años, y de dicha unión había nacido una preciosa bebé llamada Tatiana.

La señora empleaba todo su tiempo libre en cuidar a su nieta. Por lo que ese viaje le caía como anillo al dedo porque necesitaba unas vacaciones para librarse por un rato de estar cambiando pañales y levantarse a medianoche para atender a la niña.

Por otro lado planeaba comprar mucha ropa y juguetes para la nena. Había estado ahorrando por los últimos años para cuando se le presentara la oportunidad de regresar a aquella nación. Estuvo de visita con un sobrino en West Virginia hacía unos cinco años y se moría de ganas por volver al país antes que se venciera su visa de turista.

Todos los días luego de regresar del trabajo, William llegaba con nueva información para su esposa acerca de que lugares visitar en ese fantástico lugar. Los fines de semana se sentaban lado a lado frente a la pantalla de la computadora para poder delimitar el horario y las actividades que harían cuando estuvieran instalados. Estarían en la ciudad seis días y cinco noches.

Por las noches, él se dedicaba a leer como jugar Craps, es decir a los dados, porque planeaba probar suerte en el casino. Tal vez su destino podía mejorar un poco y salir de deudas. El juego no se veía complicado, practicaba una versión online en un sitio gratuito para poder familiarizarse con las reglas de aquel juego, y por la noche, antes de dormir, se quedaba fantaseando acerca de cómo podía cambiar su vida si la fortuna le sonriese durante ese viaje.

LA HABITACION DEL CASTILLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora