LUZ VERDE

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Estaban uno frente a otro mientras un silencio incómodo se instalaba entre ambos. La música del elevador era de lo más monótona e insustancial. Y el recorrido parecía tomar más tiempo de lo normal.

Ella lo miró de reojo y pensaba en cuán rápido había mandado a volar los consejos de su jefe. Luego reflexionó. Si ella hubiese sido "una tranquila", de seguro aun estaría en su pueblo viendo pasar la vida. Tal vez y solo tal vez todo estaría bien....una falsa alarma... Por cierto... Él se veía tan elegante en aquel uniforme.... ¡Qué locura!.... ¡Para ya de eso, mujer!

Él la vio de reojo, y pensó en su madre. La comparación que hacía de ambas mujeres era algo más que contradictorio. Pero por primera vez hizo un inventario físico de la chica y sintió "algo cálido" en su interior. ¡Qué locura! Deseó saber a qué sabría su piel y como se sentiría hundir su rostro en aquella cabellera de fuego para perderse en ella y quizá...encontrarse a sí mismo.

Pero sus pensamientos se interrumpieron cuando se abrió el elevador, dejando a la vista el pasillo que a esa hora parecía desolado y siniestro.

Caminaron lado a lado sintiéndose como un par de niños que exploran una casa abandonada. Sus nervios estaban a flor de piel, no necesitaban de su intuición para saber que algo no estaba bien.

El pasillo se alargaba más y más dejándoles ver la lejanía de su destino. La temperatura era gélida, más baja de lo normal.

Cassandra tuvo ganas de tomar de la mano a Jeremy, y él lo mismo. Pero estaban demasiado asustados para pensar con claridad. Sus mentes divagaban y en sus pensamientos, una avalancha de imágenes mórbidas se hicieron presentes sin que supieran a ciencia cierta el origen de las mismas.

Llegaron frente a la puerta de la habitación, y cuando Cassandra iba a tocar para ver si todo estaba bien con los huéspedes, oyeron un quejido ahogado que provenía del interior.

Ella volvió a ver a su acompañante, y mudando su rostro a una expresión preocupada, sacó su "tarjeta universal" para abrir aquel recinto. Solo deslizó el pedazo de plástico por la ranura, y al observar la lucecita verde que se encendió, accionó el picaporte, abriendo la puerta de par en par.

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Lo que vieron los dejó absortos. Sobre la alfombra yacían tres cuerpos. Parecían muñecos de trapo abandonados. La más lejana era una mujer mayor que estaba desmayada cerca de una mesa; casi al centro del cuarto, una mujer joven permanecía en posición fetal junto a la primera cama. Y a la par del clóset, un hombre estaba arrastrándose tratando de aferrar algún saliente con la angustia pintada en el rostro. Parecía pedir ayuda, pero solo un quejido extraño salía de su boca.

Para ese momento no se habían percatado de la fuerza del viento. Una brisa fría parecía recorrer la habitación en una especie de succión. A Cassandra se le hizo parecida a las brisas heladas de Enero donde sentías que las mejillas y garganta ardían por la gelidez del aire. A Jeremy le pareció estar en medio de un huracán de esos que asolaban su ciudad de cuando en cuando. Lo único diferente era que el viento en lugar de empujar, halaba.

Pero cuando alzaron la vista hacia el amplio ventanal del cuarto, en lugar de ver las luces de la ciudad del pecado. Solo vieron un brillo mortecino y tenebroso que salía del lugar. Les dio la impresión de ser un túnel.

Ambos cometieron el error al mismo tiempo. Dieron un paso para tratar de ayudar al huésped más cercano, y fue allí donde cayeron de rodillas en la alfombra y empezaron a ser arrastrados dentro de la habitación.

Se sintieron como insectos que de pronto caen atrapados por la acción de una aspiradora. La joven sintió la presión de la succión que ejercía aquel viento extraño, mientras Jeremy trataba de asir el marco de la puerta.

LA HABITACION DEL CASTILLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora