BIENVENIDOS AL CAOS DE OTRO UNIVERSO

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Llegaron al aeropuerto "George Bush" en Houston por la tarde de un día sábado, el vuelo transcurrió sin contratiempos para William, a pesar que había pescado un caso severo de gripe

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Llegaron al aeropuerto "George Bush" en Houston por la tarde de un día sábado, el vuelo transcurrió sin contratiempos para William, a pesar que había pescado un caso severo de gripe. Tuvo fiebre alta durante dos días antes del viaje, por lo que temía que esto se convirtiera en un inconveniente mayor. El día viernes, al ver que la fiebre no daba visos de disminuir recurrió al uso de medidas extremas.

Su costumbre era dejar que la enfermedad se desarrollara porque alguien le había dicho que cortarla con pastillas antigripales era contraproducente. Trabajó jueves y viernes en esas condiciones lamentables porque no quería pasar consulta en la clínica empresarial. En dicho lugar, con ese cuadro clínico, seguro le daban una incapacidad de tres días que implicaba descuento de dichas jornadas para la siguiente quincena. Y según sus cálculos, regresaría del viaje más acabado que un mendigo. Incluso tendría que reponer dos días de ausencia, porque los días de vacaciones serían de miércoles a viernes. Los dos primeros días de la semana tendría que compensarlos trabajando un par de sábados en las semanas siguientes.

Al salir del trabajo ese viernes, pasó por la farmacia para comprar lo más fuerte que pudo conseguir. Las pastillas resultaron excelentes, pero lo sumieron en un sopor y desorientación que evitó que su fobia le acometiera al ingresar al avión.

Ese día arribaron al aeropuerto tres horas antes según como era requerido, una vez entregaron las maletas en la aerolínea, se fueron a la sala de espera. William estuvo dormitando todo el rato mientras esperaban a abordar el avión. Su esposa y su suegra charlaban como si hubieran tomado sopa de loros, durante todo el rato. Una vez en el avión, él cayó dormido como una piedra, de hecho, ni pudo escuchar las instrucciones de seguridad. Carla se sintió un poco avergonzada porque su esposo roncaba como un tigre constipado mientras el avión se dirigía a Houston.

La señora Felicia no tenía problemas con el ruido porque tenía un iPod y pretendía escuchar música. Trató de emular a su yerno e intentar tomar una siesta. Estaba ubicada en un asiento junto al pasillo, pero la cercanía de un par de pasajeros con problemas en las vías respiratorias la mantuvieron despierta. Tenía una obsesión con los gérmenes y el toser constante de una mujer a su izquierda, y un jovencito en el asiento de atrás, la estaban desquiciando

Una vez que el avión inició el descenso, la chica despertó a su esposo para que llenara la boleta que debían presentar en la aduana. Al salir del aparato les llamó la atención que casi todos los pasajeros salieron corriendo como locos. Las personas caminaban con desesperación halando sus equipajes de mano y usando unas bandas giratorias que estaban en los pasillos para caminar a una velocidad mayor. El pequeño grupo se quedó rezagado, y cuando arribaron al gran salón donde estaban los agentes de la aduana se percataron de la razón de aquella prisa.

La fila de las personas era interminable, y ellos iban al último. No estaban preocupados porque tenían tiempo de sobra para tomar el vuelo hacia Las Vegas.

Luego de una hora y media en la espera, empezaron a sentir la presión del tiempo. Cuando solo tenían dos personas adelante, una chica con vestimenta exótica, al parecer de África, le pidió al joven, en un inglés de acento extraño, que la dejaran colarse porque se le iba el avión. Aunque William captó el mensaje de angustia de la joven, Carla y Felicia le indicaron que se hiciera el desentendido. La chica se dirigió a otras personas más atrás, que al parecer solidarizaron con su causa.

LA HABITACION DEL CASTILLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora