Los sonidos del reloj me ayudaban a acompasar mis movimientos.
Mis párpados se cerraban con fuerza mientras mis exhalaciones llenaban aquel vacío que no había notado.
Su cabello cuando el sol brillaba.
Mis manos subían de arriba a abajo en bruscos movimientos.
Sus fuertes brazos, tensandose cuando aplicaba fuerza en ellos, cuando sostenía algo rodeándolo con sus largos dedos.
Mi mano libre se dirigió a uno de mis pezones para pellizcarlo y acariciarlo.
Imaginaba que él era el que me tocaba.
Mi mente comenzaba a nublarse, mis caderas comenzaron a acalambrarse.
Estaba a punto de venirme.
Traté de apresurar los movimientos, de hacerlos más bruscos.
Pero no pude.
Y perdí el ritmo.
— ¡Maldición!.– Exclamé.
De seguro me veía ridículo. Un hombre de 27 años masturbándose en su apartamento, pensando en su compañero de trabajo.
La frustración era más grande que el sueño en ese momento.
Me levanté y fui al baño para limpiar un poco el sudor que me recubría. Lavándome la cara en el lavamanos, viendo mi estúpido reflejo en el espejo.
Exhalé resignado y me dirigí a la ventana de mi habitación.
— Mira, Fernando – Me dije a mi mismo — una estrella fugaz.
Y pedí un deseo a la inmensa noche.
Por favor, hazme olvidar a David, haz que Morfeo llegue a mi todas las noches, quisiera sólo descansar en sus brazos y no pensar en nada más.
Y la luna como único testigo de mi pedido, me arropó.
Sin advertirme de mi maldición.
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Y pedí estar entre los brazos de Morfeo
FantasyTen cuidado con lo que deseas, nunca sabes quien está escuchando.