A la mañana siguiente me levanté tranquilo y perezoso, me arreglé como otros días y salí. Rezando que David halla faltado.
Pero por supuesto que era imposible.
— Fernando, llegas tarde. – Habló mi jefe mientras pasaba con un tablero por el pasillo.
— Lo lamento, no volverá a pasar.
— Eso dijiste la vez pasada. Mira.– Acercó su cuerpo a mi y susurró para que nadie en la oficina le oyera.— Sé muy bien el trato que tengo con tu padre, pero no puedo permitir que el resto vea que te trato diferente.
Comprendía lo que decía, pero la verdad es que era poco lo que me importaba.
Continuó: — Toma un descanso, hoy sal temprano y replanteate que harás con tu vida. Ya no eres aquel niño que me encargaban cuidar.
Su mirada pesarosa y sus canas daban buena fe de sus palabras.
— Entiendo, tío. Trataré de cambiar.
— No intentes, hazlo.
Y así dio terminada a la pequeña junta.
Odiaba mi vida.
El día transcurría de una manera horriblemente lenta. Pero gracias a los dioses el reloj ya marcaba las 6 de la tarde.
Estaba sentado sacando las relaciones entre unas cuentas bancarias cuando sentí a alguien sacudir mi silla giratoria.
— Salgamos esta noche.
— No puedo, David. Quiero descansar hoy.— Gemí en busca de ayuda.
—Ni lo menciones. Tengo algo importante que quiero discutir contigo. — Mi corazón latió desenfrenado con sólo esa frase.
—Lo pensaré.
—Nada de "lo pensaré".— Dijo haciendo comillas en el aire.— escuché como el jefe te regañaba y lo que tú necesitas es una salida de rutina.
Y fue así como el hombre de mis sueños me invitó a salir.
(...)
Salimos a un pequeño bar que no quedaba muy lejos de la oficina; ya dentro David comenzó a comportarse extremadamente infantil. Quería que le cumpliera cada uno de sus caprichos o que le tomara toda la atención del mundo. Pero eran pocas veces en las que podía tenerlo tan cerca así que solamente lo dejaba ser.
Ya con unas copas encima, David me miró y me dijo: —Fernando.
Lo ignoraba mientras bebía otra cerveza.
— Fernando.
— ¿Y ahora qué, David?— Me reí ante su insistencia.
—¿Te he dicho que eres el mejor amigo que he tenido? — Dijo con una mirada perdida, él nunca tuvo buena tolerancia al alcohol.
— Déjame pensar, sólo como unas 7 veces en lo que va de la noche. — Dije soltando una carcajada, pero claramente nervioso por su comportamiento.
— Fer, hay algo que no te he dicho.— Me atraganté con la bebida mientras lo escuchaba, ¿acaso se me confesaría estando borracho?
— ¿Así? ¿Qué cosa?— Pregunté claramente confundido.
— Creo que voy a casarme.
Puedo jurar que lo que se rompió no fue el vaso que se resbaló de mis manos, sino mi corazón. Conocía a David desde la carrera, fuimos amigos desde entonces y nunca nos separábamos. No tenía idea de que dolía más, el que me platicara de René, la encargada de ventas, o que nunca me dijera que le había propuesto matrimonio el mes pasado.
Pero me daba igual, la noche ya se había amargado para mí.
David seguía riéndose como si Cepillin hubiese entrado al bar, mientras que yo sólo deseaba buscar una forma de irme sin que me preguntara que demonios estaba haciendo.
— David, creo que ya me voy. – Dije mientras me levantaba de mi asiento.— Acabo de recordar que no le dejé comida al gato.
— Entiendo.– Se despidió sacudiendo la mano.
Ya estaba del otro lado de la puerta cuando lo escuché gritar.
— ¡Pero si ni siquiera tienes gato!
Y me fui.
Y si no era suficiente lo que ya me dejaba decaído, la lluvia comenzó mientras que restaurantes que habían a los costados de la calle comenzaban a darle música de fondo a mi día.
Pero a pesar de todo ello, seguí caminando.
No tenía ánimos de nada más.
Que cliché
Ya era bien entrada la noche cuando abrí la puerta de mi departamento.
Fui directo al baño a darme una ducha y cuando salí suspiré resignado al ver el desastre que había dejado al no secarme primero.
Después de limpiarlo me dirigí a mi habitación.
Me senté en la cama, y luché por no llorar.
Ya era un hombre, por el amor de los cielos.
Pero es que David era mi "destinado a ser" no es tan fácil aceptar que no tengo oportunidad.
Me recosté en la cama y ya arropado me di cuenta de que no podía dormir. Así que dirigí mis pensamientos a David.
Ésta será la última vez, me decía, después de hoy no volveré a hacerlo.
Y en la confidencia de mi cuarto comencé a masturbarme pensando en él.
Hoy sería la última vez. Me dije mientras bajaba mi bóxer.
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Y pedí estar entre los brazos de Morfeo
FantasyTen cuidado con lo que deseas, nunca sabes quien está escuchando.