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Sus labios se sentían tersos como la piel de un durazno, sabían a miel y tenían el color del cielo al atardecer.

Sus manos se dirigieron seguras a mis pezones erectos.

- Siempre los tocabas, ¿qué tan sensibles los has vuelto?

Ni siquiera pude responder, sus dedos suaves y fuertes los presionaban y acariciaban.

Sentía aquel hormigueo en mi vientre que me impedía moverme si no era para buscar placer.

Deslizó su lengua, viscosa por la cantidad de saliva y sudor por mi pecho hasta bajar a mi miembro semidespierto.

Y se encargó de chupar mi pene.

Mis ojos se cerraban bruscamente, pero quería verlo.

Era tan erótico.

Comenzó masajeando mis testículos mientras lo dejaba erecto por completo.

Empezó a chupar la punta, la absorbía como si de un biberón se tratase, luego deslizó su lengua para lamer mi prepucio y corona, podía sentirla húmeda y rugosa.

Morfeo tenía una barba de candado, negra como sus cabellos, que se sentía rasposa y que sin querer se frotaba con mi miembro y testículos.

Se sentía tan bien.

Estaba a punto de correrme cuando me di cuenta que no quería ensuciar a un ser tan precioso.

- Morfeo, espera me voy a..

Pero era demasiado tarde. Rápidamente se lo tragó todo, y me miró.

- Fernando, esta carga fue más espesa de las que sueles tener, ¿hay algo diferente?.- Me miró arrogante.

- No lo había notado. - Dije jadeante.

¿Quién diría que Morfeo es un ser vanidoso?

Su miembro era enorme, bello y asombroso.

Miró mi cara hambrienta y simplemente dijo: — Soy el que da la inspiración para los sueños húmedos de las personas, no quedaba opción.

Lógico para .

Me deslizé por debajo de él, y me propuse ver que tanto podría engullir su miembro, ni en mis más remotas fantasías me imaginaba haciendo esto, pero él tenía un aire hipnotizante, y su mirada llena de estrellas y lujuria ayudaba a mis ánimos.

Daba pequeños besos, estaba un poco duro, pero no lo suficiente, no me imaginaba como sería al estar por completo erecto.

Comencé a engullirlo lentamente, podía sentir como comenzaba a bajar por mi garganta, y no me quejaba, era mi primera vez haciendo eso, pero lo disfrutaba, cuando sentí que nombraría en cualquier momento me senté sobre él y dije: — Correte dentro.

Y se insertó de una estocada en mí.

Era maravilloso, tenía al señor de los sueños en mi cama y le hacía honor a su nombre.

No tardó mucho en venirse, y al sentirme completamente lleno no pude evitar dejar mi semen salir.

Nuestras pieles brillaban por este placer terrenal.

Yo subía y bajaba mis manos por sus pectorales bien formados, era maravilloso.

Todo él era un tesoro que me encantaría descubrir.

Y seguimos así, entre sudor y semen.

Yo nunca tuve sueño, y tenía días libres en el trabajo.



Y pedí estar entre los brazos de MorfeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora