Bad Romance | Kyman o.s

b a d ro man ce

La fría brisa entraba pacífica por el par de ventanas abiertas del aula. Un chico inquieto con un gorro de pompón rojo se encontraba observando detenidamente a su deplorable amigo, quien yacía con el rostro escondido bajo sus brazos mientras que la clase estaba activa.

Ya llevaba varios meses en ese estado, y cada vez que su amigo le preguntaba qué se traía, el pelirrojo lo evadía, cambiando rápidamente de tema. Ya casi no sonreía, en las clases participaba muy poco y siempre se negaba a asistir a las noches de videojuegos con su team.

—Kyle, ¿estás seguro que estás bien? Ya llevas mucho tiempo así, comienzo a preocuparme en serio. Sabes que cualquier cosa que te esté sucediendo me la puedes hacer saber, digo, somos mejores amigos... ¿no? —preguntó esto último notando como el de ushanka verde miraba un punto fijo en el aula. Eric Cartman riendo con las mejillas levemente sonrojadas junto a su carismática novia, Heidi Turner— ¿Aún no lo puedes creer? Admito que yo tampoco. Supongo que Heidi le ha hecho bastante bien a Cartman, ya no es tan jodido como antes —se sinceró encogiéndose de hombros, pensando que por ahí iba la cosa.

—No lo sé amigo, esto es... tan extraño. Se me revuelve el estómago de solo verlos —respondió el judío aún sin quitar la vista en aquellos dos tortolitos—. Esto no debería ser así, es como si fuera un puto universo alternativo que me provoca un terrible dolor de cabeza. Cartman debería estar jodiéndonos, y parloteando todo el día sobre sus ideales neonazis, o hablando mal sobre una persona que no le agrada y creando un perverso plan sin ninguna moral para arruinarle la vida —Suspiró volteándose a encarar a su mejor amigo, quién se encontraba boquiabierto—. Solo... no me gusta cómo están las cosas ahora —afirmó rápidamente con miedo a que sus palabras delataran las reales razones por las que se encontraba tan deprimido últimamente.

Stan solamente asintió y siguió haciendo su tarea. Su mejor amigo le había dejado un desorden brutal en la cabeza, por lo que prefería dejar el tema hasta allí. Kyle por su parte torció los labios y apretó sus dientes, aguantándose una vez más las ganas que tenía de gritarle a toda la clase que Eric Cartman le pertenecía, o bueno, eso pensaba él.

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—Okay, continúa.

—Bueno, básicamente es eso. Estaba tan acostumbrado a su atención y lo supe cuando lo vi... todo fue como un balde de agua fría y me daba cuenta que lo que comenzaba a ahogarse en mi pecho aumentaba con el paso de los días. Te juro que lo extraño mucho, y odio sentirme así, sentir que lo necesito, digo... vamos Kenny, odio a Cartman; odio la forma en que me habla y como se peina el cabello, odio como me trata, cuando me mira, sus estúpidos discursos y la manera en que lee mi mente. Lo odio tanto que me pone enfermo. Odio la forma en que siempre tiene la razón y que mienta; odio cuando me hace reír... incluso peor cuando me hace llorar —susurró esto último—. Detesto cuando no está cerca, y el hecho de que no me ha dirigido la palabra. Pero, sobre todo, odio la forma en que no lo odio —Se detuvo cuando notó que estaba a punto de quebrar su -ahora- delicada voz.

Ni siquiera cerca.

Ni siquiera un poco.

Ni siquiera en absoluto. 

—Vaya... si que te afecta. Esa no la veía venir, en absoluto amigo. No quiero decirlo, pero está más que claro que estás enamorado del culogordo.

—Lo sé. Eso es lo peor —suspiró.

Luego de esa tarde tan incómoda para el judío y su mejor amigo, decidió que debía contarle a alguien, que necesitaba desahogarse de una vez y recibir un buen consejo. ¿Y quién mejor que Kenny para eso? No quiso decírselo a Stan por miedo a su reacción, el azabache podría tener un bloqueo bastante fuerte y no quería eso, por supuesto que no.