Grey Afternoon

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Cuando la rubia despertó empezó a toser violentamente, casi convulsionando, sintió ardor en su nariz y garganta, puesto que el agua que había tragado y que tenía en sus pulmones salió por ahí, realmente estaba aliviada, creyó que aquella bestia de bigotes de tira comica y fuerza descomunal iba a matarla, tomó varias bocanadas de aire antes de tratar de ver a su alrededor, cosa que no pudo hacer gracias a que no traía puestos sus lentes.

Empezó a tantear a su alrededor, tratando de encontrar sus anteojos, sin éxito alguno.

—¡Peridot!— la inconfundible voz de Lapislázuli se hizo escuchar, y Peridot creyó estar soñando.

—¿Ya me morí?— volteó a ver a los lados inútilmente, sólo divisaba el color azul, verde y café del paisaje, hasta que alguien le aclaró la vista.

—Ten Peridot, mamá supo que ibas a necesitar lentes de repuesto— su hermana le tendió unos lentes que se puso sin pensar, sirvieron, la ayudaron a divisar todo, pero las carcajadas de Amatista le avisaron que algo no iba bien.

—Perinerd, me enorgullece decirte que tu sueño se cumplió, ¡Ya eres electricista!— y Peridot deseó morir en las aletas de ese bagre, porque por lo menos así Amatista le tendría algún respeto.

"—El respeto por los muertos—" pensó avergonzada bajando la mirada.

—Pues felicitaciones Peridot, por lo menos lograste algo grande, digo, Amatista apenas aprendió a deletrear dificultad, y lo hizo con ayuda de Matilda— la voz de Lapis la hizo levantar la mirada, logrando ver como Amatista se ponía roja de la vergüenza.

—¡Muy bien imbéciles! ¿¡Quién fue el idiota que me delató!?— y dicho esto todos empezaron a carcajear a excepción de la misma Amatista, que hervía en furia y vergüenza, Peridot que seguía sin entender lo que había pasado y Lapislázuli veía a Peridot con preocupación.

—Me alegra saber que vives aún— la chica sonrió por ello, y la rubia tuvo un sonrojo enorme, trató de hacerse bolita, pero el brazo le escocía mucho, entonces fue cuando vio la sangre escurrir de su brazo.

—Yo también me alegro— el murmullo de la rubia causó una pequeña risa en la morena, quien tapó su boca para soltar una pequeña risa, iba a decir algo más para provocar la risa de la de ojos azulados, pero alguien los interrumpió.

—Lapis, apresurate, la carrera va a comenzar pronto— y luego de esas palabras la de cabellos azules se fue, dejando con las palabras en la boca a la rubia, quien solo alcanzó a hacer un gesto con la mano.

—Peridot, ¿Cuando hablaras con ella sin que pase algo de por medio?—la voz de Steven hizo voltear a la rubia, no quería responder la pregunta de Steven, porque no sabría que responderle —Mejor llevemos esto con mamá, ella cocinara esto— Steven señaló al gran bagre que había atrapado a la rubia, cosa que le causó cierta satisfacción, aquel pez se había ganado el respeto de la rubia.

—Supongo que los pequeños son para nosotros— sonrió Peridot mientras que el pequeño asentía entusiasmado —bueno, este día esta mejorando— y las palabras de la rubia fueron totalmente contradecidas por unas nubes grises que cubrieron el cielo azul, dejando un paisaje totalmente gris.

—Bueno, pero no hay manera de empeorarlo— exclamó el pequeño de ojos magenta con una sonrisa dentuda, misma que se borró cuando un trueno sonó a la distancia.

...

—La ley de Murphy nos odia— y luego de esas palabras se levantó de un charco de lodo donde había caído anteriormente, el de cabellos negros veía a la rubia levantarse y sacudir sus ropas, dejandolas más cubiertas de lodo aún.

Tu sonrisa al final de la noche (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora