MÍ peor pesadilla y empezaba a formular en mi mente mi testamento, qué le hubiera dejado a quién. Pero al menos moriría feliz, en los brazos de la persona a la que amaba.
Mis cabellos comenzaron a moverse con velocidad por el viento producido y luego se apaciguaron cuando el carrito empezó a transitar en dirección hacía lo alto. Hasta el momento, no había sido la gran cosa, sólo vueltas tenues y velocidad media, pero ahora sabía que iba empezar lo malo, a lo que más le temía: la adrenalina de caer en picada hacía abajo. El corazón se me comenzó a acelerar y parecía eterno el camino; eso era bueno y era malo, porque aunque no quería que cayéramos ya, sabía que entre más se tardara en llegar hasta arriba, más era la altura.
El pánico me invadió por completo cuando me percaté de que faltaban sólo unos pocos metros para la gran curva de la montaña. La respiración se me aceleraba y el pulso me atronaba en los oídos. Entonces, al borde de caer por la estrafalaria bajada, tuve la necesidad de decirle a Justin que lo amaba. Como si fuera a morirme y jamás le viera de nuevo.
-Justin, tengo que decirte algo-farfullé, con la voz temblorosa.
Me miró, sus ojos me abrazaron también.
-Yo...
Los estruendosos gritos me interrumpieron y el movimiento desagradable de mi estómago provocó que cerrara la boca y los ojos con fuerza. El tiempo se me había acabado.
Até mis brazos al cuerpo perfecto de Justin y escondí mi cabeza en su duro pecho, llenándome de ese perfume tan exquisito que me transportaba al paraíso al que deseaba volver y luego él apretó sus brazos más, protegiéndome.
Oía el paso de las llantas del carro sobre el metal que formaba el riel que a toda velocidad iba cayendo, los gritos combinados entre la euforia y el horror de las personas a mi alrededor y... el corazón palpitante en el pecho de Justin, al que mi oído estaba pegado. Sentía que los cabellos se me movían con la velocidad y que tenía el estómago en los pies.
Una y otra y otra vez.
Cuando abrí los ojos es porque dejé de sentir el movimiento exterior, sin embargo, todo se seguía moviendo dentro de mí, la cabeza me daba vueltas y el estómago estaba apretujado en alguna parte de mi abdomen.
-¿Verdad que fue divertido?-la voz de Justin me devolvió un poco la calma.
Le miré, incrédula.
-¿Bromeas? Casi muero estando arriba-farfullé.
El soltó una carcajada y ese sonido hizo de mi caos interno una quietud. Me ayudó a salir del juego sin soltarme la mano por si acaso caía. Debía admitir que estaba un tanto mareada.
-¿Y ahora? te toca a ti-me dijo.
-Claro, elijo esa banca de allá-divisé a unos cuantos metros una pequeña banca negra y la apunté. Necesitaba sentarme o si no muchos allí verían la merienda de la tarde.
El rió y me llevó hasta la banca.
-No fue para tanto-me dijo, sentándose conmigo y entonces soltó mi mano.
-No para ti, pero yo quise morirme allá arriba-llevé ambas manos a mi cabeza, apretándola con las yemas de los dedos.
Volvió a reír y su risa era algo de verdad reconfortante.
-Y, ¿qué ibas a decirme?-preguntó.
-¿Eh?-lo miré al instante, recordando la confesión que estuve a punto de hacerle.
-Sí, antes de que cayéramos en la primera curva de la montaña dijiste que tenías algo que decirme-insistió.
-Oh, bueno...-me estrujé los sesos en busca de alguna excusa- Que no vuelvas a subirme a una cosa de esas en lo que te resta de vida -farfullé mi mentira esperando que él la creyera.
Su entonada risa me hizo darme cuenta de que mi tonta mentirilla había funcionado.
-Está bien, está bien. No volveré a hacerlo-prometió, aun riendo.
-Gracias.
Mientras intentaba aplacar las ganas que tenía de vomitar, miré a Justin, que mostraba su perfil izquierdo, como en el auto, ya que miraba hacía uno de los juegos de su lado. Me pareció tan bello, cómo su ojo conseguía ese brillo con el reflejo de las luces de colores, cómo su piel suave se volvía de oro y su sonrisa como perlas de mar. Saqué mi cámara y tomé una fotografía de él.
Me miró.
-¿Sigues haciéndolo?-dijo, divertido.
-Ya te dije que no es necesario que poses-reí.
-Ya te ríes-me observó con detenimiento y... encanto-. Tu risa es linda.
No pude evitar ruborizarme, aun en la oscuridad que ya pintaba el cielo, creo que él notó que mis mejillas adquirieron un tono rosado, ya que sonrió, fascinado.
-Gracias-musité, escondiendo el rubor.
-¿Ya estás mejor?-preguntó.
Asentí.
-Genial. Hay muchos juegos que nos están esperando-me sonrió de gran manera.
-¿Estás loco?-casi se me salían los ojos de las órbitas-. Prometiste que no volverías a subirme a otro de esos-dije, casi sin aire.
-Exacto, a otro de esos, lo que yo entiendo como alguna otra montaña rusa. Estos juegos son menores, si te subiste a esa grandísima cosa no creo que los demás te provoquen algún efecto-argumentó-. Diviértete conmigo-casi me rogó con los ojos.
No pude resistirme.
-Está bien-suspiré, resignada. A fin de cuentas, ¿cuál era el daño?
Me llevó de la mano a todos los juegos, en donde cada vez terminaba más despeinada. Él tenía razón, estar a su lado era divertido. Reíamos juntos sin ninguna razón, excepto por el puro placer de reír. Corríamos de un lado a otro, tomados de la mano para hacer fila en los juegos y mientras esperábamos nuestro turno, aprovechaba para sacar fotografías de él, sin que se diera cuenta antes, por supuesto.
Me sentí libre, feliz, especial; me sentí... como jamás me había sentido. Era como olvidarte del mundo exterior y como si sólo haya existido Justin a mi lado, para reír conmigo, mirarme con sus ojos miel y hacerme la persona más feliz en toda la faz de la tierra. Él era único, encantador, todo él podría ser una canción, un poema ó la rosa de un jardín.
Me reía como no lo había hecho desde que mis padres murieron, simplemente el mundo desapareció para mí, me encontraba flotando entre nubes, resbalándome por un arco iris y cayendo en los brazos de Justin. Y cada vez que sonreía y reía, su belleza era tan extrema que resultaba absurda. Su sonrisa era como un tesoro prohibido, de esos que no debes buscar, de esos que no debes encontrar; pero sin embargo, sumamente hermoso y atractivo.
Luego de que subimos a la mayoría de los juegos, decidimos tomar un descanso. Compró un par de algodones de azúcar y nos sentamos en otra de las bancas.
-Es divertido estar contigo-me dijo, mientras comía de su algodón color azul celeste-. No eres como Sharon, ya sabes...-musitó.¡Sharon! Maldición, ¿por qué sólo me acordaba de ella cuando él hacía la mencionaba?
-Ella es atrevida con esto de los juegos mecánicos-siguió. Pero la comparación me había dolido en lo profundo de mí ser-. Mientras que contigo, la diversión está cuando me ruegas que no te suba y luego de que te convenzo, bajas farfullando en contra mía-rió-. Qué divertido.
Me vi obligada a reír, su risa no sólo era un bello sonido, sino también era de esas risas que te animan a reír también.
-Se nos hace tarde, tenemos que irnos-dije, con el pesar que no pude ocultar.
-Cierto, el tiempo se pasa rápido, ¿no?-me ayudó a levantarme de la banca y arrastré los pies a su lado, para encaminarnos a su Hybrid y volver a la realidad.
-Tan rápido que no te das cuenta cuándo suceden las cosas-musité, viéndome los pies al caminar; dándole el doble sentido a mi frase.
-Eso es cierto-concordó.
Subimos de nuevo a su vehículo negro que ya empezaba a hablarme de recuerdos, como si al sentarme en el asiento grisáceo, la suavidad de éste, me contara sobre las veces que yo he estado allí, con él.
Le regalé una sonrisa secreta a todos los recuerdos, pero Justin alcanzó a percibir mi mueca de labios.
-¿Por qué sonríes?-me preguntó, encendiendo el motor del vehículo.
El suave ronroneo me hizo salir de mi ensoñación.
-Porque... recordé...-me obligué a rebuscar palabras en mi mente- que hace mucho tiempo que no me divertía tanto-dije, al fin.
Las comisuras de sus labios hermosos se elevaron hasta formar una bonita sonrisa complacida.
-Pues me alegra que te hayas divertido-dijo.
Volví a sonreír, como diciéndole "gracias"; luego me giré a mirar por la ventanilla polarizada, escuchando los latidos de mi corazón al pensar que estaba cerca de él. La piel se me erizó un poco, no sé si por culpa o de preocupación; quizá de ambos.
¿Pero qué estaba haciendo yo de malo? Mi único delito era haberme enamorado de Justin, porque era la persona menos indicada para aprisionar mi corazón. Su nombre debería de estar en algún manual de lo prohibido, en la primera página, con un aviso "Peligro". Volví a mi pregunta, malo sería querer quedarme con él. Aunque la verdad es que sí lo deseaba, pero aunque no tuviera intensiones de hacerlo, desearlo como yo ya lo hacía, era suficientemente malo. Bastante.
-¿Te molesta si hago una última parada?-me dijo, y su voz llegó hasta mi corazón en aquel silencio que inconscientemente se había producido.
Le miré.
-No, por supuesto que no-musité. A fin de cuentas, si se me permitía estar más tiempo con él, no iba a rehusarme a tal regalo.
-Genial. Quiero saludar a un viejo amigo. Hoy es su cumpleaños. Prometo que no tardaré-estacionó la camioneta en una calle medio vacía y en un instante, él ya se encontraba fuera del auto, abriéndome la puerta para que bajara.
-Acompáñame- me sonrió y me ayudó a bajar. Luego de cerrar la puerta, como hipnotizada le seguí, acatando su orden con el mayor placer.
Caminamos sólo unos pocos metros; ya que, a la mitad de la calle, se situaba un bar-café, a lo que pude entender por los dibujos con luz neón que sobresalían de la pared, a lado de la entrada de madera recién barnizada. Me detuve confundida, cuando Justin paró también su andar.
-Oh, tranquila. Aquí son muy amables-musitó, como si adivinara mis pensamientos.
-¿Tú... alguna vez has...?
-¡Oh, no!- se rió, como si hubiese sido una buena broma- Si te refieres a que si he tomado, jamás-aclaró.
El alivió corrió por mis venas. Yo odiaba todo tipo de alcohol que dañaba los sentidos de las personas, aquello le había quitado la vida a mis padres, indirectamente.
-Ven-me tomó de la mano y no dudé en seguirlo, aunque adentrarme a ese horrible lugar era casi igual de espantoso que subir a la montaña rusa.
El montón de lucecitas de colores me encandiló los ojos y el sonido de la música electrónica retumbó en mis oídos. Gente bailando de aquí para allá, con movimientos bruscos de brazos y piernas. Me acordé de América, sólo con la diferencia de que aquí, los lugares parecían más decentes. O al menos los que había visitado.
Justin no me soltó la mano, mucho menos para conducirme por entre la gente danzante, hasta que me llevó hacía el otro extremo y se recargó en la barra con una elegancia extraordinaria.
-Gaspare, un amico. Piacere di vederti!-dijo Justin, elevando un poco la voz para que se alcanzara a oír sobre le ruido.
El mozo que limpiaba algunos tarros con un trapo, detrás de la barra, se giró a la voz de Justin.
-Justin! Che gioia di vederti qui!-era un sujeto alto, con el cabello color rubio platinado y un tanto despeinado, su rostro era de aspecto viril, sin duda, aunque los labios estaban deliciosamente rosados. Dejó lo que estaba haciendo y se reclinó sobre la barra para darle un abrazo cariñoso a Justin.
-Non poteva mancare il tou compleanno-su abrazo se prolongó por las palabras de Justin.
-Oh, quanti dettagli da parte tua-dijo el joven, sonriendo agradecido.
La bella sonrisa de Justin apareció en su rostro, y entonces el joven por fin prestó su atención en mí. Su mirada curiosa se paseó por mi rostro, haciéndome sentir cohibida.
-Chi è questa bella ragazza?-pronunció.
La sonrisa de Justin se hizo más ancha. ¡Cómo odiaba no entender italiano!
-E 'il migliore amico di Sharon, è venuto a vivire con lui per un po'. Ti farò conoceré, ma non parla italiano-dijo Justin y me miró con... ¿ternura? -Gaspar, ella es ______. ______ el es Gaspar.
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Manual de lo prohibido Justin Bieber y Tú (ADAPTADA)
Fiksi PenggemarEsta novela no es mía. Falso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era dueña del único que todo el mundo en mi situación, rechazaría. Lo peor era que esta no era una obra de teatro, cuyo objetivo es sólo...