CAPÍTULO 31

55 2 0
                                    

Me levanté de la cama y me serví una taza de café con leche. Caminé hasta el librero y saqué de la orilla izquierda el sobre amarillo que abarcaba el último espacio en toda la hilera de libros. Caminé de nuevo hasta la mesa y lo dejé allí, indecisa de mi siguiente acción. Me le quedé mirando un buen rato, ¿qué tanto daño podía causarme mirar su rostro en aquellas fotografías? Sabía que desde que se las mostré a Jesse, no las había vuelto a sacar porque cada vez que me acordaba siquiera de Justin, el corazón latía con dolor; pero, pensarlo lejos me hacía tener la necesidad de sentirlo cerca, aunque sea en fotografías.
Rocé con las yemas de mis dedos el borde del sobre y vacilé con el cordón rojo que lo mantenía cerrado. Quería verle... pero el timbre sonó. Alguien llamaba a mi puerta, de seguro era Jesse. Tomé el sobre y lo puse encima de una silla y luego agarré una frazada azul y me envolví con ella. Me apenaba un poco que la gente me viera en pijama. Pero entonces me acordé de Justin, aquella vez que había llegado al departamento de Sharon y me había visto en el mismo pijama que ahora traía puesta; ignoré la punzada de dolor en el corazón y corrí escaleras abajo para abrir la puerta.
-Jesse, hola –dije al verle.
-Veo que está a salvo, ¿no chocaste anoche? –bromeó, mirando su camioneta.
Me reí.
-Pasa –abrí más la puerta y lo dejé entrar.
Fue detrás de mí en las escaleras hasta que llegamos a la segunda planta, donde era mi casa.
-¿Te acabas de despertar? –preguntó.
-Quizá.
Se rió y luego miró el sobre amarillo sobre la silla, en su mirada había un destello enigmático. La misma mirada que había puesto la primera vez que le mostré el contenido de aquel sobre.
-Jesse, ¿gustas chocolate caliente?
-¿Eh? –me miró- Sí, claro –me sonrió.
-Sírvete, mientras voy a cambiarme –dije, ignorando esas miradas misteriosas de Jesse. Seguro sólo se acordó de lo que había en él, nada más.
Me fui a mi habitación y me vestí casual, a fin de cuentas no importaba mucho la ropa que usáramos, todo iba oculto debajo de algún abrigo que el frío invernal nos obligaba a usar.
Salí y vi a Jesse sentado a la mesa, tomando de su taza de chocolate.
-¿Lista? –me preguntó, poniendo la taza a lado del sobre amarillo, sobre la mesa.
-Lista –le sonreí y me dirigí hasta él, tomé el sobre... ¿Qué no lo había dejado sobre una silla? Suspiré, a lo mejor ya me estaba volviendo loca. Coloqué el sobre en su sitio de antes, hasta el final de todos los libros que nunca abría y luego me giré hacía Jesse.
-Vámonos –le sonreí, de nuevo.
Fuimos hasta un nuevo laboratorio de fotografías que Jesse había descubierto hace un par de días, estaba más cerca de mi casa y por lo tanto no tardamos mucho en llegar. Cuando revelamos todas nuestras fotografías, apartamos las mejores y luego, rumbo a la agencia de publicidad en donde se encontraba aquella persona de la revista, nos dirigimos.
-¿Ya estás mejor? –me preguntó Jesse, dejando las bromas infantiles con las que íbamos divirtiéndonos todo el camino.
Suspiré. Él tampoco había olvidado lo sucedido ayer.
-Se fue –musité, bajando la mirada.
-¿Cómo que se fue? –dijo, sin comprender.
-Ya no vive en Venecia, ya no está con Sharon.
-¿Y tú cómo sabes?
-Ferni me contó, o mejor dicho, le supliqué que me contara –levanté la mirada-. Él se fue.
-¿A dónde iría?
-A Japón, quizá –me encogí de hombros, aparentando indiferencia al dolor interno.
-¿Japón? ¿Tan lejos?
-No estoy muy segura si se fue para allá. Lo que sí sé es que se fue para alejarse de Sharon, de Europa, de... mí.
-Borrón y cuenta nueva –me sonrió-. Tienes que seguir adelante, el pasado es el pasado y no podemos hacerlo parte de nuestro presente. A menos de que nos convenga o nos traiga un beneficio, mientras no, déjalo atrás.
Le regalé una sonrisa. Así era Jesse, un bruto de sentimientos pero con razón. Pero aunque la tuviera, yo no podía deshacerme tan fácil de todos esos recuerdos, ni abandonar el amor que aun sentía por Justin, era imposible ignorar la intensidad de este sentimiento. Y aun cuando quisiera, no podía, no tenía fuerzas para lograrlo.
-Aquí es –dijo Jesse, estacionando la camioneta frente a un edificio futurista que abarcaba un enorme espacio en la calle, tuve que estira el cuello para alcanzar a ver su altura a través de la ventanilla de la camioneta.
-Es inmenso –farfullé, asombrada.
Jesse bajó y también lo hice yo, mirando aun la fachada de aquel edificio pintado de color salmón. Con fuentes y jardines en el exterior. Me pareció algún estudio de Disney, sólo que más moderno.
-Vamos, no queremos llegar tarde –Jesse me arrastró hacía el interior, en donde la suela de mis converse rechinaron sobre el piso recién encerado.
Nos acercamos a la recepcionista, quien con una sonrisa amable nos dio las buenas tardes.
-Hola, tenemos una cita con la señorita González, es para las fotos de la presentación de James Blunt –dijo Jesse, con todo ese profesionalismo que usaba en el trabajo.
-Oh, claro –dijo la señorita-. Por ese pasillo, en la tercera puerta –señaló a su derecha.
-Gracias –sonrió Jesse y me hizo seguirlo hasta donde nos habían mandado.
Al ver los cuadros en la pared y las placas en las distintas puertas, me percaté de que este no era sólo un lugar en donde se editaba la revista más vendida de la ciudad, sino que, había muchas más personas dedicadas al arte en distintos aspectos.
Paré cuando Jesse también lo hizo. La secretaria que se encontraba afuera de la tercera puerta acomodaba unos papeles en un folder.
-Hola, tenemos una cita con la señora González –informó Jesse y la pelirroja, Roxanne, según decía su gafete de identificación, lo miró.
-¿Son las fotos de James? –preguntó.
-Sí.
-Oh, tomen asiento, en seguida los atiende –nos invitó a acomodarnos en el sillón de cuero negro que se recargaba sobre la pared paralela.
-Gracias –dijo Jesse.
Nos fuimos a sentar y oí cómo el cuero rechinó cuando dejamos caer nuestro peso. Jesse miraba hacía el otro pasillo, que cruzaba perpendicular con el que estábamos nosotros. Miraba tanto que me hizo preguntar.
-¿A quién buscas? –bromeé.
-¿Eh? –me miró- A nadie, espera un segundo, enseguida vuelvo. Si nos llaman, métete sin mí –me dijo y se paró del sofá, tomando entre sus manos una carpeta azul que sacó de su valija y caminando hasta donde tanto miraba para perderse luego de mi vista.
Jesse a veces podría llegar a ser muy extraño.
Suspiré allí, hundida en el cuero negro del sofá, aburrida. Mi mente no dejaba de rondar en torno al país lejano.
Observé a Roxanne musitar algo en el teléfono y luego lo colgó. Me miró.
-Pasa –me sonrió.
¿A dónde había ido Jesse? Suspiré de nuevo y tomé las fotografías que estaban a mi lado, luego me encaminé hasta la oficina de la señora González, la editora.
Abrí la puerta con algo de recelo, repentinamente sin Jesse no me sentía muy segura de algo que ya había hecho centenar de veces.Tras el escritorio de roble, había una señora con el pelo cobrizo, enrulado hasta los hombros. Los ojos remarcados con lápiz negro y los labios pintados de un rosa pálido. Las arrugas en su piel se hicieron más notorias cuando esbozó una sonrisa.
-Pasa, corazón –dijo amable-. ¿Dónde está el señor Martínez? –preguntó al notar que venía sola.
-Lo mismo me pregunto. Salió casi corriendo hacía el pasillo continuo –me encogí de hombros y ella rió.
-Bueno, muéstrame el trabajo que hicieron –me hizo un gesto con la mano para que me acercara y me sentara en una de las sillas frente a su escritorio.
Caminé hasta ella y me senté, entregándole el sobre de fotografías. Ella las sacó del sobre y comenzó a mirarlas.
¿A dónde habrá ido Jesse? ¿Qué era tan importante como para dejarme sola en esto? A menos de que fuera algo de lo que no quería que me enterara. Sacudí levemente la cabeza. Me estaba volviendo una paranoica. Pero Jesse me daría una explicación.
Posé mi vista en la placa de metal dorado que estaba frente a mí y la leí pasivamente. Katharine González, Editora de la "Notes". Mantuve mi vista sobre la placa, mientras que la señora González revisaba las fotografías y asentía en gesto de conformidad.
-Son muy buenas fotografías –dijo y luego me sonrió, mostrándome de nuevo todas esas arruguitas-. Hacen un muy buen trabajo –abrió su cajón derecho y sacó de allí un recibo. Garabateó en él con un bolígrafo y luego me lo pasó-. Dile a Roxxane que te selle esto y que te diga dónde cobrarlo.
Miré el papel, era el pago por nuestro trabajo. Las cejas se me elevaron al ver la cantidad.
-Fue un placer trabajar con ustedes –se levantó y yo hice lo mismo, luego me tendió la mano.
-Igualmente –le sonreí.
Salí de aquella oficina y al salir vi a Jesse, que apenas venía llegando.
-¿Ya pasaste? –me preguntó.
Asentí con la cabeza una sola vez y luego me giré hacía Roxxane.
-¿Podrías...?
-Oh, claro –tomó el papel y lo selló y luego de firmarlo también me lo devolvió-. Lo cobras al fondo del otro pasillo –me regaló una sonrisa con sus potentes labios rojos.
-Gracias.
Jesse se acercó y tomó el papel.
-¡Vaya! ¿Todo eso para nosotros? –dijo, mirando la cantidad que nos pagarían.
-La mitad para cada quien –reí, mientras caminábamos hacía el pasillo opuesto-. Por cierto, ¿a dónde fuiste?
-¿Eh? –conocía esa expresión de desentendimiento que ponía cada vez que no quería decir algo.
Entonces la incertidumbre me recorrió el cuerpo.
-¿A dónde fuiste, Jesse? –lo miré, parando mi caminar.
-Ah... saludar –se encogió de hombros.
-¿A saludar a quien? –fruncí el ceño.
-A una persona con la que ya me había topado antes.
-¿Tiene que ver conmigo? –por un segundo, lo que dura un latido, Justin pasó por mi pensamiento.
-Esa persona jamás te ha visto –dijo, ya más calmado e hizo que me calmara también-. Anda, ya vamos por nuestro pago –me instó a seguir caminando hacía el siguiente cubículo.
No sabía por qué, pero la incertidumbre no se iba. Algo me decía que todo eso tenía que ver conmigo. O a lo mejor, de verdad me estaba convirtiendo en una paranoica. No quería hacerme falsas ilusiones en que a lo mejor, Justin también tuviera que ver en esto; pero era algo ilógico. Justin estaba muy lejos y Jesse ni siquiera lo conocía más que en fotos.
Cobramos nuestro dinero y lo repartimos mitad y mitad, luego Jesse me llevó a casa en donde las especulaciones continuaron.
Era una terca, si Jesse me conocía bien sabría que no me iba a dar muy fácil por vencida y que no me iba a quedar de brazos cruzados; además de que era una completa curiosa igual que... Justin. Era inevitable no traerlo a mi pensamiento, vivía allí día y noche y no podía bloquearlo. Pero todo esto sólo se enredaba con tantos nombres, de por sí, eran ya suficientes.
La noche llegó rápido, pero no dispersó mis pensamientos. Tenía que separar todas las cosas que se enredaban en mi cabeza y saber en qué se relacionaban una con la otra. Justin y la canción, Jesse y su misteriosa desaparición en la mañana, Justin, Jesse.
Suspiré y me asomé por la ventana, el cielo oscurecido sostenía un cuarto menguante en lo alto y tuve que pensar en Justin, una vez más. ¿Dónde estaba? Deseaba tener una señal, un lugar, lo que sea. Quería que alguien me dijera que lo había visto, que estaba bien, quería saber cualquier cosa. Pensarlo me hacía recordarlo, a poco más de un mes de haber regresado, tenía su recuerdo nítido en mi mente: sus bellos ojos avellana brillando con luz propia, su cabello perfectamente peinado y castaño, tan suave como espuma en los dedos, sus sonrisas tan mágicas y sus labios... deliciosos.
Suspiré de nuevo y me puse a pensar en Jesse, ya que si seguía dándole luz verde a los pensamientos de Justin, se me iría toda la noche y terminaría llorando. Volví a concentrarme en el asunto de Jesse entonces, recordé lo que le me contestó cuando le pregunté si aquella persona tenía que ver conmigo: "Esa persona jamás te ha visto". A Jesse no le gustaba mentir a sus amigos, pero cuando no quería decir algo daba una respuesta real pero no acertada. Abrí los ojos de par en par. Entonces aquello sí tenía que ver conmigo, podía apostar a que sí. Pero... ¿de qué forma? Aquella persona tenía que ver conmigo, pero jamás me había visto... todo era tan confuso.
Volví a mirar la luna, Justin, Justin, Justin. ¿Dónde estás? ¿Estará pensando en mí? Me reí, no podía siquiera alejar un minuto mis pensamientos de él. Ya debería de saberlo, es como pedirle a un manzano que no produzca ya sus frutos.
Como sea, tarde o temprano tenía que enterarme de lo que Jesse tramaba; sólo que esperaba que no fuera demasiado tarde.

Manual de lo prohibido Justin Bieber y Tú (ADAPTADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora