Capítulo #3

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Tiempo atrás. Lunes 18 de Noviembre de 2013.

La primera vez que la vi en la cafetería, me quedé más tiempo de lo que estimaba. Muchas personas se habían retirado, convirtiendo el lugar en algo más sutil, quieto y tranquilo. Los murmullos habían desaparecido y en ese momento sólo se escuchaban suaves choques de utensilios en la cocina, de vez en cuando uno que otro despistado también chocaba sus cubiertos con los platos.

Había pasado cerca de 1 hora y media cuando acabé mi café y mi brownie, no pedí más, pero me quedé.

Me quedé porque ella me estaba robando el aliento.

Me castigué mentalmente, le estaba siendo infiel a Carlos con el pensamiento, pero la atracción que ella provocaba en mí era imposible de evitar. Me gustaba, me gustaba tanto.

Su sonrisa, su cuerpo, el color de su piel, sus facciones... su voz.

En ese tiempo me había enfocado especialmente en poner atención a sus gestos. La miraba a través del reflejo de la ventana.

Arrugaba la nariz con gracia cuando un cliente la hacía reír, achicando los ojos con cada sonrisa, caminaba con tanta destreza que nunca temí porque se le cayeran las charolas repletas de café y bocadillos. Usaba sus manos con suma delicadeza al tomar cada cosa y entregarla a sus clientes. Hermosa, sencillamente hermosa.

Pero cuando la escuché hablar, su voz era suave y ronca, melodiosa. Sabía con sólo escucharla que cantar debía ser algo que ella hiciera bien sin esfuerzo.

No parecía pasar los 22 años, pero quizás me equivocaba. A mis 24 años, definitivamente me veía mayor que ella.

Tenía tantos gestos de niña en el cuerpo de una perfecta mujer.

- ¿Señorita Lilian? – escuché a Raúl llamarme.

- ¿Dime? – dije desviando mi atención de la ventana.

- En 20 minutos vamos a cerrar, no quiero molestarla, pero casi es hora de irse. – sonreí a su timidez al hablarme. Luego enfoqué al otro lado de la ventana, ya estaba oscuro.

- No te preocupes, Raúl. De todas formas, me voy. – tomé mis cosas y me preparé para salir.

- Gracias por su visita. – me sonrió con entusiasmo y yo lo imité, me contagiaba su buen humor.

Comencé a caminar a la salida y volteé atrás por impulso, quería verla una última vez antes de que no supiera cuándo la volviese a ver. Ella veía en mi dirección una vez más.

Ésta vez no desvié la mirada y ella sonrió suavemente. Si se proponía robarme el aliento, lo hizo. Me mantuve inexpresiva y giré mi cabeza de nuevo a la puerta.

Definitivamente el remplazo de mesero que encontraron para el que renunció, era ella.

Entonces recordé a aquella chica que dejó papeles a la encargada, la visita anterior a esa. Recordé la intensa atracción que sentí por ella y me sorprendí al darme cuenta que aún sin reconocerla directamente, era capaz de provocar ese efecto en mí.

Debía quitarme esas estupideces de la mente.

Suspiré con pesadez, un nudo en la garganta se formó y fue tan intenso que una lágrima se derramó sin querer. Intentaba alejar todo pensamiento, pero una sola llamada hizo que todo empeorara dentro de mí.

- ¿Hola? – dije con voz entrecortada que fue totalmente involuntaria.

- ¿Amor? – su voz firme sonaba al otro lado, no era gruesa, era agradable y tiempo atrás logró hacerme sentir protegida, pero no desde que nos casamos.

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