Capítulo 9

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Lucía

Me besó.
No podía creer lo que estaba pasando. Estaba rodeada por unos grandes brazos, recostada sobre un gran pecho y siendo besada por unos increíbles labios.
Todo mi ser gritaba, ardía, estallaba.
Al principio fue un poco brusco, no sabía qué hacer, y no es que fuera mi primer beso, sólo que me tomó por sorpresa, pero segundos después ahí estaba yo devolviendo ese beso con la misma intensidad y pasión.
Algo nuevo estaba naciendo dentro de mí.
Sentía un calor diferente, mi piel reclamaba por más y mis labios ya dolían, pero no quería soltarlos.
Profundice más aquel acto, llevando mis manos por su espalda hasta su cuello, y él, puso las suyas en mi trasero.
No me sentía incómoda, por el contrario, quería más y más de eso.
Era como un ataque incontrolable de éxtasis el cual provocaba un completo estado de frenesí en mi sistema nervioso.
Mi respiración estaba acelerada, mi corazón palpitaba más de lo normal y mi piel estaba ardiendo en deseo.
Este chico despertó algo nuevo, algo que nunca había sentido, pero que era genial.
No eran como los besos de mi novio, no. Éstos eran diferentes. Como si reclamaran el alma a través de mis labios, o como si los suyos quisieran darme todo a través de su boca.

Una voz que apareció de la nada logró sacarme de mis pensamientos, haciendo que aquel apasionado beso se detuviera y que nuestros cuerpos se distanciaran un poco.

Vaya muchachos, busquen un motel o vayan al patio, habemos niños presentes ーdijo un joven moreno que estaba de pie delante de la puerta. Pude sentir como la pena me invadía y mi cara se ruborizaba por aquel imprevisto comentario. Sin pensarlo dos veces, salí corriendo de aquel lugar chocando en el camino que el joven que había detenido el beso.
Sin importar mucho ese incidente, seguí mi camino y tomé el primer bus que pasó frente a mí. Estaba muerta de la pena y quería alejarme lo más posible de ahí o que la tierra me tragara y me escupiera en China.

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Llegué a mi casa y aún sentía el calor correr por mis venas. Todo mi cuerpo quemaba y mi boca estaba roja e hinchada.
Mis piernas flaqueaban y todo mi ser estaba como flotando en una nube invisible.
Era increíble como aquel desconocido había logrado provocar tanto siendo nadie para mí.
Entré directo a mi habitación y sin darle más vueltas al asunto, me tiré sobre mi cama sin importar la hora y me dormí.

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